10/25/2006

denise mina - hellblazer

Parece que no puedo tomar nada sólo por lo que es. Debe ser, parecer, llegar en el momento indicado y asociado con la persona indicada. El New York Times es uno de los periódicos más respetados del orbe, pero sólo comencé a leerlo (en línea) luego de Corazón tan blanco, donde el narrador hace unas descripciones deliciosas del pranganérrimo placer de pasarse un domingo encerrado en casa leyendo el Times de cabo a rabo, con todos sus suplementos.


Denise Mina y Paddy Meehan


Por leer el Times por culpa de Marías encontré, el pasado mes de julio, una reseña de The Dead Hour, la última novela de Denise Mina, una escritora de thrillers de la que nunca había oído hablar hasta ese día. Como se acostumbra en su gremio, Mina tiene un personaje que protagoniza varias de sus novelas y seguirá haciéndolo, hasta que la pluma aguante.

En su caso se trata de Paddy Meehan, una joven irlandesa que se gana la vida como reportera en la Escocia de los ochenta. Y bueno, sí, ahí se entera de cosas truculentas, y sí, hay asesinatos con bastante morbo, pero lo que parece más sabroso es el modo en que afronta los casos Paddy. No es Mike Hammer pero tampoco el Padre Brown, y lo más seguro es que pueda actuar como los dos en un mismo día. Para todo hay un buen pretexto, el asunto es seguir viva y no perder el empleo.


Hellblazer: The Red Right Hand


Desde la infancia, cuando compraba religiosamente cada martes mi número del Asombroso Hombre Araña, no había vuelto a seguir un cómic con regularidad. Ni siquiera The Sandman, del que nunca llegué a tener una sola serie completa. Las recopilaciones no valen, hablo de acudir a un local cada mes para adquirir un número esperado con ansias de fan. O de alguien que no es fan, pero de todos modos padece accesos de obsesión/compulsión y puede pretender que tienen un objetivo.

Ahora tengo una tienda de comics atravesada en mi camino a casa, y ni siquiera un professional procastinator como su servidor desaprovecharía esta oportunidad. Por el momento ya estoy enganchado con Fell, y, lo que nunca hubiera esperado, con Hellblazer. La razón: hace un mes Hellblazer inició una nueva serie, titulada "The Red Right Hand" (como la canción de Cave; imprescindible el cóver de Giant Sand), escrita por, miren por dónde, Denise Mina.


Hellblazer: Empathy is the Enemy


Esta resultó ser la segunda serie que Mina hace para el personaje de Vertigo. La anterior se titulaba "Empathy is the Enemy", y está directamente enlazada a la historia de "The Red Right Hand".

El asunto va así: un brujo mafufo construye un "motor de empatía", un trebejo que elimina toda barrera entre una conciencia y otra, lo quieran o no las personas ubicadas en la periferia del aparato (que hasta el momento ya ha jodido a todo Glasgow). En terminos bergsonianos, lo que el motor hace es aturdir al "órgano de atención a la vida" y permitir que el todo de cada quién se arrejunte con el todo de los otros. Como ocurría entre los soldaditos de uno de los cuentos de Trurl y Clapaucio , o también con los soldaditos de Forever Peace, de Joe Haldeman (algo así como una versión ñoña y extendidísima del cuento de Lem). Y creo que por ahí iba también el procedimiento que en Evangelion llamaban "la instrumentación", pero nunca tuve la paciencia de anacoreta necesaria para reventarme Evangelion completa.

Sólo que a los escoceses de Hellblazer no les va tan bien como a los soldaditos: en lugar de despertar un entendimiento total, el motor los capacita para recibir, de golpe, los recuerdos más pinches de sus semejantes. La gente comienza a matarse en las calles, Glasgow se reduce a ruinas y queda prácticamente deshabitado. Sólo permanece viva la verdadera basura (como John Constantine) que desde antes tenía una opinión muy poco favorable de sus vecinos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y ya tienes la serie anterior o estás haciendo algo por conseguirla?

Nicolás Díaz dijo...

De "Empathy is the Enemy" sólo he conseguido cuatro (creo que son ocho números). De "Red Right Hand" tengo los dos que han salido.

Berenice dijo...

No pude evitar escuchar en mi cerebro la canción de tu tocayo.