1. Documental de media hora sobre The Museum of Automata. Este museo existió en York (Inglaterra) hasta 1996.
2. Warp Records prepara el primer álbum de Squarepusher con la banda robot Z-Machines: 78 dedos sobre la guitarra y 22 brazos en la batería.
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2/17/2014
5/27/2013
pregunta poco interesante
Fui criado como católico pero ahora me considero... um, veamos. Tenemos al agnóstico, alguien que no sabe si dios existe, luego al ateo, alguien que niega que dios existe. Me considero apático: me da igual si dios existe. No creo que sea una pregunta interesante. No estoy en contra de la religión así que no coincido con el New Atheism, que va contra la religión. Creo que la pregunta interesante en relación con la religión es ¿por qué hay religión?
Frans de Waal.
8/22/2012
gagarin lejos de calabuch
The Right Stuff
En The Right Stuff, el libro de 1979 en el que se basó la película de Philip Kaufman, Tom Wolfe sigue la preparación y lanzamiento de Los Siete del Mercury, el primer equipo de astronautas de los Estados Unidos.
En la crónica de Wolfe la carrera espacial entre los E.U. y la Unión Soviética no es una guerra de símbolos y arquetipos flotando en los cielos, es un enfrentamiento concreto que buscaba mitigar un pavor concreto. Cuando Gagarin entró en órbita pasó varias veces sobre los Estados Unidos: la población sabía que un soviético sonriente había flotado sobre sus cabezas. De momento sólo era un soviético enlatado dando vueltas, pero eso podía ser el primer paso para algo más. Como ese algo más nunca llegó su pavor nos parece ingenuo, pero no se los parecía en ese momento. Que uno de los suyos lograra lo mismo emparejaría las fuerzas. El mundo que había conocido la guerra total y la bomba atómica volvía a creer en el combate singular, en el individuo elegido para hacer de avatar de una nación.
Con la decadencia de la magia arcaica, la creencia en el combate singular comenzó a morir. El desarrollo del ejército moderno, altamente organizado, y el concepto de la "guerra total" parecieron enterrarla para siempre. Entonces algo extraordinario sucedió: la bomba atómica fue inventada, anulando el concepto de la guerra total. El poder incalculable de la bomba y las bombas que aparecieron después también provocaron el crecimiento de un nuevo tipo de superstición asentada no en el pasmo por la naturaleza, como había sido con la magia arcaica, sino por la tecnología. Durante la Guerra Fría las justas a pequeña escala recuperaron el aura mágica de un "experimento con el destino", una adivinación de lo que vendría si la guerra total nuclear ocurriera (p. 97)
Tom Wolfe en 2009
La recuperación del combate singular no sobrevivió a la llegada a la Luna. La ocasión fue celebrada pero no había mucho más después. "Sí, lo hicimos. ¿Y ahora?" Las misiones espaciales continuaron pero nunca recuperaron la ambición de entonces. Cuarenta años después del primer alunizaje Wolfe lo describió así:
Todos, incluido el Congreso, sintieron ese golpe de adrenalina. Entonces, a la mañana siguiente, los congresistas comenzaron a preguntarse algo que no se les había ocurrido nunca desde el discurso de Kennedy. ¿De qué iba esto del combate singular —ellos no usaron esa precisa expresión— ? Había sido una batalla por el entusiasmo doméstico y la imagen en el extranjero. Bien, sí, ganamos, pero esto no tenía ningún significado táctico-militar. Y había costado una fortuna, $150 billones o algo así. ¿Y eso de querer mandar un hombre a Marte? Más de lo mismo, si lo veías con cuidado. Qué encomiable... qué visionario... ¿por qué mejor no pegarle a la Scarlett O'Hara, "ya lo pensaremos mañana"?
One Giant Step to Nowhere, NY Times.
Emmanuel Levinas: abandonar el lugar
La inutilidad de ganar la carrera espacial no es accidental. Wolfe es un gran cronista pero no busca los motivos. El que ya lo había hecho, antes, fue Emmanuel Levinas. Los cohetes de los americanos y soviéticos cargaban con un gremlin del que no sabían. Uno que desactivaba el combate singular y los ideales del combate en general. Colocar a un individuo en el espacio exterior lo sitúa más lejos que nunca antes del Lugar, del Habitar y las particularidades. Del Estado.
Esa fe no nace de las facilidades que las máquinas y las nuevas fuentes de energía ofrecen al infantil instinto de la velocidad; no pasa tampoco por los encantadores juguetes mecánicos que tientan la eterna puerilidad de los adultos. Radica en cambio en el estremecimiento de las civilizaciones sedentarias, en el desmoronamiento de las pesadas cargas del pasado, en el palidecer de los colores locales, con las fisuras que rajan todas esas cosas molestas y obtusas a las que se adosan los particularismos humanos. Hay que ser subdesarrollado para reivindicarlas como razones de ser y luchar en su nombre por un lugar en el mundo moderno. El desarrollo de la técnica no es la causa -es ya el efecto de ese aligeramiento de la sustancia humana que se vacía de su pesadez nocturna... No se trata de volver al nomadismo, tan incapaz como la existencia sedentaria de salir de un paisaje y de un clima. La técnica nos arranca al mundo heideggeriano y a las supersticiones del Lugar. A partir de allí surge una nueva posibilidad: percibir a los hombres fuera de la situación en la que se encuentran implantados, dejar relucir el rostro humano en toda su desnudez... Lo admirable en la hazaña de Gagarin no es su magnífico número de Luna Park que impresiona a la multitud; tampoco lo es la performance deportiva realizada al llegar más lejos que los otros, batiendo todos los récords de altura y velocidad. Más importante que todo eso es la apertura probable a nuevos conocimientos y a nuevas posibilidades técnicas, son el coraje y las virtudes de Gagarin, es la ciencia que ha hecho posible la hazaña y todo lo que todo esto a su vez presupone en términos de espíritu de sacrificio y de abnegación. Pero quizás lo que cuenta por encima de todo es el hecho de haber abandonado el Lugar. Por una hora, un hombre ha existido fuera de todo horizonte -todo era cielo alrededor suyo o, más exactamente, todo era espacio geométrico. Un hombre existió en lo absoluto del espacio homogéneo.
Difícil libertad (1963/1976).
No en balde una de las primeras colaboraciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética tuvo lugar en el espacio, en 1975, cuando una cápsula Soyuz se unió a un módulo Apollo estadounidense. El contacto se hizo con reticencia, pero al menos en el esapcio era posible un contacto que hubiera sido impensable en la Tierra.
De Mare Tranquillitatis a Bradbury Landing
Ahora que los estadounidenses exploran Marte, mediante máquinas dirigidas desde la Tierra, es más patente el alejamiento del combate singular y la figura del héroe. Megan Garber, en The Atlantic, lo describe así:
La época del astronauta fue también la del astronauta como héroe. Fue la época que nos dio, retroactivamente, "Rocket Man", y The Right Stuff, y Apollo 13, y el moonwalk: acontecimientos culturales que provenían de un lugar no sólo de imaginación, sino de inspiración. El espacio era el futuro; los astronautas nos estaban llevando a él. Así que colocamos a esos exploradores por encima del resto de nosotros, figurativa y literalmente. Nos emocionaban las imágenes épicas de hombres épicos, viajeros que, sin estar seguros de qué encontrarían, sortearon los inseguros límites de la Tierra para tocar el rostro de Dios... Todavía tenemos astronautas, pero los exploradores espaciales que se aventuran en lo desconocido ya no son de carne y hueso. Y eso nos facilita a nosotros, observadores plantados en la Tierra, ver a la NASA como lo que es: una agencia humana, una agencia con fallas, pero también una agencia que lucha por algo más. Ahora nos es más fácil ver al equipo de NASA no como héroes, beatificados por el valor, sino como algo mucho mejor: gente que hace cosas heróicas. Gente que merece respeto, pero no necesariamente reverencia.
Todavía se nota un algo patriótico en esas palabras, pero ya no se refieren a héroes, sino a hijos de vecina muy avispados, y aferrados en conseguir un objetivo. El pedazo de Marte al que llegó el astromóvil Curiosity ahora lleva el apellido de uno de los grandes hijos de vecina de ese país: se llama Bradbury Landing.
El título de este post alude a esta canción, que a su vez cita esta película.
1/24/2011
¿seguro que se equivocan?
1. Un fragmento de la entrada The Way: An Ecological World-View, by Edward Goldsmith del blog de Akshay Ahuja. La traducción es mía.
2. Esta precaución que se toma Ahuja me recordó el reciente jaleo con respecto a los signos del Zodiaco. Todo comenzó por una entrada en Gawker que luego fue citada por Salon y minutos después era trending topic en Twitter. Iba sobre las investigaciones de una sociedad astronómica de Minnesota, que supuestamente dejaban en ridículo a los astrólogos por no saber que la Tierra, con el paso de los siglos, había cambiado de posición en relación a las estrellas.
Los comentarios a ese post, ya fueran de astrólogos o de gente sin prisa por condenar a la astrología, aclararon que el título ("Los signos del Zodiaco cambian debido a la rotación de la tierra") era incorrecto. El tema no era la rotación sino la precesión. Y que la astrología no desconocía ese cambio, por ello hay varios modelos del Zodiaco. En este caso, los que argumentaban sin saber eran los enemigos de la superstición.
Goldsmith no puede proveer el tipo de evidencia que satisfacería una parte de mi cerebro. Un sentimiento parecido de insatisfacción intelectual sucede cuando los teólogos discuten con filósofos ateos, o los defensores del diseño inteligente discuten con darwinistas. Los primeros simplemente se ven estúpidos: no tienen una explicación para lidiar con el otro, sólo un sentimiento de que algo crucial está siendo olvidado en la perspectiva del otro, y aunque yo también necesite de ese tipo de explicaciones, no estoy seguro de que se equivoquen.
Así un ecologista puede ser incapaz de decir exactamente qué le hará un nuevo compuesto químico a nuestros cuerpos y a la naturaleza en los siguientes cien años. En cambio, podrá aconsejar precaución antes de que introduzcamos sustancias que no tienen precedente en nuestro ecosistema. Inevitablemente parecerá atolondrado comparado con un científico que ha realizado pruebas de laboratorio que no encuentran ninguna evidencia de riesgo, hasta que veinte años después la gente descubra que todas las lombrices están muriendo (o las abejas, o las golondrinas) y que esto tiene inesperadas y exponenciales consecuencias para la biósfera. Sólo cuando toda el sistema comienza a colapsarse podemos ver cómo lo hemos perturbado.
2. Esta precaución que se toma Ahuja me recordó el reciente jaleo con respecto a los signos del Zodiaco. Todo comenzó por una entrada en Gawker que luego fue citada por Salon y minutos después era trending topic en Twitter. Iba sobre las investigaciones de una sociedad astronómica de Minnesota, que supuestamente dejaban en ridículo a los astrólogos por no saber que la Tierra, con el paso de los siglos, había cambiado de posición en relación a las estrellas.
Los comentarios a ese post, ya fueran de astrólogos o de gente sin prisa por condenar a la astrología, aclararon que el título ("Los signos del Zodiaco cambian debido a la rotación de la tierra") era incorrecto. El tema no era la rotación sino la precesión. Y que la astrología no desconocía ese cambio, por ello hay varios modelos del Zodiaco. En este caso, los que argumentaban sin saber eran los enemigos de la superstición.
12/13/2010
los nuevos fisiognomistas
Para los practicantes de la fisiognomía (descartada como ciencia durante el siglo XX) las proporciones del cuerpo, especialmente del rostro, afectan el carácter de un individuo.
En The Physiognomy, la novela fantástica publicada por Jeffrey Ford en 1997, los fisiognomistas son al mismo tiempo policías y cirujanos plásticos. Pueden enviar a alguien a prisión por tener fosas nasales pequeñas, o intervenir quirúrgicamente a un habitante de La Ciudad Bien Construida para "repararlo".
El nombre serio para esta idea es FFH (Facial Feedback Hypotesis). Por fantástica y anticuada que suene, no toda la gente de ciencia la ha abandonado. Por ejemplo, vean el artículo The effects of BOTOX injections on emotional experience publicado este año en la revista Emotion.
Ahí Joshua Davis y Ann Senghas (Barnard College) defienden, como resultado de su investigación, que los pacientes tratados con Botox no sólo tienen menos expresiones faciales, también disminuye su capacidad para sentir emociones. Pueden leer más sobre esa investigación aquí.
En The Physiognomy, la novela fantástica publicada por Jeffrey Ford en 1997, los fisiognomistas son al mismo tiempo policías y cirujanos plásticos. Pueden enviar a alguien a prisión por tener fosas nasales pequeñas, o intervenir quirúrgicamente a un habitante de La Ciudad Bien Construida para "repararlo".
El nombre serio para esta idea es FFH (Facial Feedback Hypotesis). Por fantástica y anticuada que suene, no toda la gente de ciencia la ha abandonado. Por ejemplo, vean el artículo The effects of BOTOX injections on emotional experience publicado este año en la revista Emotion.
Ahí Joshua Davis y Ann Senghas (Barnard College) defienden, como resultado de su investigación, que los pacientes tratados con Botox no sólo tienen menos expresiones faciales, también disminuye su capacidad para sentir emociones. Pueden leer más sobre esa investigación aquí.
10/17/2010
dawkins y de waal
La semana anterior vi el documental The Genius of Charles Darwin, escrito y conducido por Richard Dawkins. Terminé con el estómago revuelto. No soy uno de los creacionistas que le mandan hate mail a Dawkins, soy un tipo convencido del proceso evolutivo al que no le caen bien los patanes.
Sólo parte de The Genius of Charles Darwin está dedicada a Darwin. El resto es Dawkins haciendo berrinche porque no toda la humanidad acepta lo mismo que él acepta. Cuestiona a un grupo de adolescentes por no saber lo suficiente de la evolución. Pone cara de perrito regañado mientras lee los insultos que le mandan fanáticos religiosos. Se muestra contrito cuando lo ignora la presidenta de Concerned Women for America.
En cambio, cuando aparece en el documental Frans de Waal, la voz en off nos avisa que este primatólogo holandés ha estado en desacuerdo con las ideas de Dawkins, pero no se dice más sobre el asunto. Ayer de Waal publicó la entrada Morals Without God? en The Stone, el blog de filosofía del New York Times. Aquí una cita:
De Waal dice estar "cansado de esos cuyo sistema de creencias es lo único que los separa de un comportamiento repulsivo", pero propone una fundamentación de la moral que parte del evolucionsimo sin tener problemas con las creencias de nadie. Hay más qué aprender y qué preguntarse en ese artículo que en un infomercial de dos horas de Dawkins.
Sólo parte de The Genius of Charles Darwin está dedicada a Darwin. El resto es Dawkins haciendo berrinche porque no toda la humanidad acepta lo mismo que él acepta. Cuestiona a un grupo de adolescentes por no saber lo suficiente de la evolución. Pone cara de perrito regañado mientras lee los insultos que le mandan fanáticos religiosos. Se muestra contrito cuando lo ignora la presidenta de Concerned Women for America.
En cambio, cuando aparece en el documental Frans de Waal, la voz en off nos avisa que este primatólogo holandés ha estado en desacuerdo con las ideas de Dawkins, pero no se dice más sobre el asunto. Ayer de Waal publicó la entrada Morals Without God? en The Stone, el blog de filosofía del New York Times. Aquí una cita:
Uno tiene que ser inmune a los datos para dudar de la evolución, por eso los libros y documentales con la intención de convencer a los escépticos son una pérdida de tiempo. Son útiles para los que están preparados para escuchar, pero no consiguen su objetivo con el público al que van dirigidos.
De Waal dice estar "cansado de esos cuyo sistema de creencias es lo único que los separa de un comportamiento repulsivo", pero propone una fundamentación de la moral que parte del evolucionsimo sin tener problemas con las creencias de nadie. Hay más qué aprender y qué preguntarse en ese artículo que en un infomercial de dos horas de Dawkins.
9/17/2010
eso que no se entiende pero funciona
No sé la definición que enseñen ahora en las escuelas. Cuando yo estuve en primaria y secundaria la definición de tecnología era "ciencia aplicada". Luego, lo demás que te enseñaban como tecnología desmentía esa definición. Si la tecnología se esperara a que hubiera un completo conocimiento científico que la respaldara ni siquiera existiría la ciencia, nunca hubieran existido las comodidades indispensables para que alguien tuviera tiempo para hacer ciencia.
Un ejemplo útil para explicar esta diferencia era el uso de antidepresivos: llevan décadas usándose porque aumentan los niveles de serotonina, lo cual se traduce en más gente apta para trabajar y menos gente abriéndose la venas. Aunque no se supiera cómo lo conseguían, cumplían su función y por lo tanto, se usaban. Ahora ya se sabe qué es lo que hacen, lo descubrió en Francia el equipo de Anne Baudry, Sophie Mouillet-Richard y otros. Aquí la nota en io9 y el artículo original en Science.
Un ejemplo útil para explicar esta diferencia era el uso de antidepresivos: llevan décadas usándose porque aumentan los niveles de serotonina, lo cual se traduce en más gente apta para trabajar y menos gente abriéndose la venas. Aunque no se supiera cómo lo conseguían, cumplían su función y por lo tanto, se usaban. Ahora ya se sabe qué es lo que hacen, lo descubrió en Francia el equipo de Anne Baudry, Sophie Mouillet-Richard y otros. Aquí la nota en io9 y el artículo original en Science.
2/14/2010
hipatia, heroína del conocimiento y ahora del cine
Hace unos minutos terminó la entrega de los premios Goya en España. Ágora, la película de Alejandro Amenábar sobre la vida de la filósofa, matemática y astrónoma Hipatia se quedó con 7 goyas, uno menos que la gran triunfadora de la noche, el drama carcelario Celda 211. Ágora es una superproducción en inglés que recrea la Alejandría del siglo V, con la británica Rachel Weisz como Hipatia.
En principio desconfío de estas superproducciones "de época", porque gastan millones en recrear con CGI la antigua Roma o Jerusalén pero imprimen en sus héroes la corrección y los valores de nuestros tiempos. Así, el protagonista de Kingdom of Heaven (Ridley Scott, 2005) ejercía un liderazgo y una tolerancia deseados por el mundo post-industrial de aspiraciones democráticas, no por los cruzados, mientras que los espartanos de 300 (Zack Snyder, 2007) parecían más la línea ofensiva de un equipo de futbol americano, comandada por el quarterback Leónidas. Con todo y esa miopía histórica se pueden hacer films valiosos, pero anula los motivos para ambientar las películas en la antigüedad.
Ahora bien, ese mismo afán de dotar a los héroes del pasado de los valores contemporáneos podría jugar a favor de una biopic sobre Hipatia, una figura atípica en su época. En un lugar y tiempos predominantemente masculinos dirigía la escuela neoplatónica de Alejandría y cultivaba las ciencias, en la ciudad más cosmopolita y sabia del orbe (eso sí era una Ciudad del Conocimiento). Entre sus alumnos estuvo Orestes, el prefecto de esa región. Entre sus enemigos, el obispo Cirilo de Alejandría, a quien se culpa de inflamar los ánimos de la turba cristiana que la mató por ver en ella un bastión del paganismo.
Tampoco, como en otras biografías fílmicas, es inconveniente que se haya contratado a una belleza como Rachel Weisz para encarnarla. Según las crónicas de la época esta sabia era además guapa, y así ha sido representada en retratos imaginarios como los que hicieron Rafael Sanzio y Charles William Mitchell.
A Hipatia se le trata como una heroína del saber desde la Ilustración, pero en las décadas recientes su memoria ha sido preservada especialmente por el movimiento feminista y, en la cultura popular, por la dramática descripción de su vida que hizo Carl Sagan en su serie Cosmos. Sagan la presenta a ella y a la Biblioteca de Alejandría como símbolos de la lucha entre el saber y la ignorancia violenta.
En principio desconfío de estas superproducciones "de época", porque gastan millones en recrear con CGI la antigua Roma o Jerusalén pero imprimen en sus héroes la corrección y los valores de nuestros tiempos. Así, el protagonista de Kingdom of Heaven (Ridley Scott, 2005) ejercía un liderazgo y una tolerancia deseados por el mundo post-industrial de aspiraciones democráticas, no por los cruzados, mientras que los espartanos de 300 (Zack Snyder, 2007) parecían más la línea ofensiva de un equipo de futbol americano, comandada por el quarterback Leónidas. Con todo y esa miopía histórica se pueden hacer films valiosos, pero anula los motivos para ambientar las películas en la antigüedad.
Ahora bien, ese mismo afán de dotar a los héroes del pasado de los valores contemporáneos podría jugar a favor de una biopic sobre Hipatia, una figura atípica en su época. En un lugar y tiempos predominantemente masculinos dirigía la escuela neoplatónica de Alejandría y cultivaba las ciencias, en la ciudad más cosmopolita y sabia del orbe (eso sí era una Ciudad del Conocimiento). Entre sus alumnos estuvo Orestes, el prefecto de esa región. Entre sus enemigos, el obispo Cirilo de Alejandría, a quien se culpa de inflamar los ánimos de la turba cristiana que la mató por ver en ella un bastión del paganismo.
Tampoco, como en otras biografías fílmicas, es inconveniente que se haya contratado a una belleza como Rachel Weisz para encarnarla. Según las crónicas de la época esta sabia era además guapa, y así ha sido representada en retratos imaginarios como los que hicieron Rafael Sanzio y Charles William Mitchell.
A Hipatia se le trata como una heroína del saber desde la Ilustración, pero en las décadas recientes su memoria ha sido preservada especialmente por el movimiento feminista y, en la cultura popular, por la dramática descripción de su vida que hizo Carl Sagan en su serie Cosmos. Sagan la presenta a ella y a la Biblioteca de Alejandría como símbolos de la lucha entre el saber y la ignorancia violenta.
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