En el siglo pasado pasado gustaban de comentar la música popular a partir del mito. Otro modo de acercarse a los pasados y presentes de la música consiste en buscar sus intersticios, sus lugares liminares, los puntos en donde se deja contaminar y alimentar por el todo a su alrededor. Donde la canción (en su sentido más amplio) reconoce a sus autores (en el sentido más amplio).
En el reportaje “Life Before Alice” (The Quietus), Mark Andrews se las arregla para contar cierto modo de vida en el Leeds de fines de los setenta y hacerlo pasar por un artículo sobre los orígenes de The Sisters of Mercy.
Habla de cómo el único integrante fijo de Sisters y uno de Mekons perdían el tiempo en un departamento encima de un bar, el bar donde Claire, la novia del primero, hacía de DJ. En ese departamento veían retransmisiones de Doctor Who en un aparato en blanco y negro, en lo que llegaba la hora de bajar al bar. La gente que rodeaba al de Sisters ni sabía que él hacía música. La música fue algo que llegó como un residuo de esas tardes frente a la TV esperando la hora de la primera cerveza.
“Death Metal and the Indian Identity”, de Akshay Ahuja, fue publicado hace diez años en Guernica Magazine. Contrario a lo que sugiere el título, el artículo va sobre cómo en cierta parte de India no había entonces una “música identitaria”. El autor acompaña a un amigo a un festival en Bangalore, para descubrir que en esos lugares presentan bandas que tocan covers de Judas Priest, The Doors y Led Zeppelin. Algunas de las bandas tocaron apenas dos canciones, y al menos una se disculpó por no haber ensayado.
El amigo de Bangalore le explica que ahí no creen en la “música identitaria”, que no les importa especialmente ningún estilo. “Para Pradyum esto no era evidencia de una mente abierta, o de disfrutar al máximo una cultura híbrida; él pensaba que la disponibilidad india para adoptar todo era una forma de frivolidad”. En esa ciudad muchos jóvenes vivían con los horarios de las empresas inglesas para las que trabajaban a distancia, y pasaban sus días libres en eventos de ese tipo.
El artículo de Andrews se trata de canciones hechas casi sin querer, en las horas muertas de un grupo de gente que en realidad no tenía horas activas. En el artículo de Ahuja trata de masas de gente que se reúnen a escuchar canciones que no los unen de un modo particular, en una ciudad que vive con horarios prestados.
En otros casos se escapa de los mitos principales sobre-identificándose con algo que no es relevante para el resto del mundo. Ahí está la popularidad masiva de la banda inglesa The Wild Swans en Filipinas, o la importancia del jangle pop en Indonesia. Deslindarse de identidades, o abrazar ferozmente una identidad que según el consenso no debería encajar con la del lugar. Recuerda ese modo, descrito tanto por Michèle Petit como por Gabriel Josipovici, en que los países árabes leen a Proust con un placer difícil de encontrar en el resto del planeta.
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