Nunca se ha olvidado que todo puede ser absurdo, si su significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse; nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen trecho en el mundo del más allá. Este saber nos es familiar, como sentimiento no formulado que tenemos en todo momento; así por ejemplo, al oír el rumor de la lluvia sobre las hojas de los árboles, o al ver el resplandor de la lámpara sobre la mesa, en una hora de paz, la percepción habitual se alarga en una percepción más profunda que sirve al pensamiento práctico y a la acción. Esta percepción puede aparecer a veces en la forma de una obsesión morbosa, a la que las cosas le parecen preñadas de una amenazadora intención personal o de un enigma que sería indispensable conocer y, sin embargo, resulta imposible descifrar. Pero más frecuentemente nos llena de la certeza serena y confortante de que también nuestra propia vida está entretejida en ese sentido misterioso del mundo. Y cuando más se condensa esta vivencia en el terror de lo Uno de que todas las cosas emanan y en que reposan todas las cosas, tanto más se eleva desde la certeza de algunos claros momentos hasta un duradero sentido de la vida o incluso una convicción formulada.
Johan Huizinga, El otoño de la edad media.
2/14/2008
entretejidos
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3 comentarios:
Si por premisa colocamos la afirmación de que el cartógrafo (llamado también, desde cierta perspectiva, Dios, lo Sagrado, lo Uno, el Arquetipo y la Matrix) no existe, aún quedaría por explicar por qué en el hombre aparece de manera innata, en ésta y en todas las culturas, esa aspiración hacia la trasposición del límite de las cosas, ese afán o esa avidez por colocar las fronteras mucho más allá de la percepción inmediata.
Basave diría que el solo hecho de poseer esa aspiración sería demostración suficiente de la existencia de un Ser Fundamental. El argumento es éste: si el animal tiene hambre o sed, es porque existen la comida y el agua; si el hombre tiene afán de plenitud, resulta natural suponer que la plenitud existe. El argumento como tal no se sostiene lógicamente (es una analogía, no una deducción: ilustra el punto, pero no lo demuestra), pero es muy congruente con cierta imagen que tenemos de lo divino: algo a lo que sólo se accede indirectamente y sólo puede ser explicado por medio de analogías, paradojas y circunloquios, pues es por naturaleza inefable ("Dios es la tiniebla que queda en el alma después de toda luz", dicta la sentencia medieval).
En un capítulo Huizinga cita varias veces a Eckhart, Susón y más raza de esa que se clavaba en la textura y luego ya no encontraba cómo explicar lo que había sentido.
Susón lo ponía así: "qué bien estáis, oh corazón, oh espíritu, oh alma mía, en el abismo sin fondo de todas las cosas amables". El abismo sin fondo de todas las cosas amables. Puta. Yo sí le entro, ¿dónde firmo?
Algo más sobre la ruptura de fronteras, sobre el más-allá implícito en el más-acá del hombre:
"Pero el hombre no es un ser cerrado en sí, que se baste a sí mismo, sino que lo que el hombre es lo es por virtud de las cosas que hace suyas. En todas las formas de su ser está el hombre referido a otra cosa: como existencia empírica, referido a su mundo; como conciencia, referido a objetos; como espíritu, a la idea del Todo; como existencia, a la trascendencia. (K. Jaspers: Sobre mi filosofía, III, 4).
(No estoy leyendo a Jaspers, el párrafo me lo encontré de chiripa por ahí).
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