7/28/2006

vendrán lluvias suaves

Esta cosa con los lugares abandonados, ¿desde cuándo? No lo reconocimos, lo pusimos en palabras, hasta 1996 ó 97, la Faerie y yo. Estábamos en uno de nuestros lugares abandonados favoritos, el edificio de Posgrado, que nadie utilizaba por las tardes. El edificio estaba en un rincón de la universidad, lejos de las facultades. Bien podías jugar con la idea de que realmente ya no quedaba nadie, que todos se habían ido (de la universidad, de la ciudad, del mundo).

Antes de eso, años antes, sólo estaba el vicio ir al centro de la ciudad en Semana Santa (cuando todos han escapado a las costas, como lemmings). Recuerdo estar una mañana frente a Correos, en medio de la calle, sin ningún coche a la vista. Esa día encontré El rinoceronte de Ionesco, en el puesto de postales y libros viejos a la entrada de Correos.

¿Y más atrás? Cuando todavía tenía que llegar a casa por las noches me tentaba la idea de no regresar, de seguir caminando hasta el amanecer, o quedarme en la Central, o en algún café abierto las 24 horas. Presumiblemente, a esa hora tendría una imagen de la ciudad prácticamente vacía y, a veces, bañada en luz de luna. Esta imagen sería desmentida por la realidad, pero la afición por los cafés 24 horas sigue.

Pero no, ése no fue el principio. ¿Dónde comenzó el gusto por los lugares abandonados? Como muchas veces, puedo remitirme a Crónicas marcianas, a "Vendrán lluvias suaves", el relato de la casa que sigue funcionando después de que sus inquilinos han muerto. El lugar, completamente automatizado, tiene una voz robótica que invita a sus amos a comenzar un nuevo día. Sin proponérselo, la máquina lee un poema que describe perfectamente la situación:

There will come soft rains and the smell of the ground,
And swallows circling with their shimmering sound;

And frogs in the pools singing at night,
And wild plum trees in tremulous white;

Robins will wear their feathery fire,
Whistling their whims on a low fence-wire;

And not one will know of the war, not one
Will care at last when it is done.

Not one would mind, neither bird nor tree,
If mankind perished utterly;

And Spring herself, when she woke at dawn
Would scarcely know that we were gone.


Puedo ir más atrás. La inundación de 1983 en Tampico. La más grande desde los años veinte o treinta, algo así decían los vecinos. Espantado, Papá hizo que lo alcanzáramos en su trabajo, donde suponía que estaríamos a salvo del agua. La mentada catástrofe resultó un fiasco, sobre todo si la comparas con lo que ocurre ahora en temporada de huracanes. De todos modos, pasamos parte de la velada entre un montón de oficinas y bodegas desiertas. Ahí aprendí a jugar pokar y conquián. Del conquián no recuerdo nada.

Por ese tiempo se dieron también las juntas de padres de familia, en la primaria. Eran casi de noche, cuando no había clases. Arlette y yo éramos hijos de familias foráneas, no había quién nos cuidara, así que nuestras respectivas madres nos llevaban a las juntas. Las monjas toleraban que jugáramos en los salones y pasillos vacíos, a condición de que no rompiéramos nada. Haber conocido la escuela en esas condiciones era algo digno de presumir, pero no recuerdo que se lo contáramos a nadie. Mamá insiste ahora en que Arlette es la tipa del reporte meteorológico en el canal 12. Un día me la mostró, quizá la edad y el origen coinciden, pero la Arlette que yo recuerdo tenía el pelo totalmente chimpudo, y un montón de pecas. La chica de la TV está bastante desabrida.

¿Estoy seguro de que no hay nada más atrás? De momento ahí se me atora el carrete, quizá consiga recordar algo más en otra ocasión. Debería preguntar a Mamá. Si me dice que me gustaba pasear por la casa de noche, a los 2 años de edad, no me extrañará tanto. Por cierto, el poema se llamaba igual que el cuento, "Vendrán lluvias suaves", es de Sara Teasdale.

Pd. Hace unos meses vi por TV los cuadros de un pintor tapatío, joven, que hace paisajes urbanos deshabitados, con luz de crepúsculo o amanecer. No puedo recordar su nombre, si alguien sabe de quién estoy hablando, porfa, pasen el dato.

Bonito fin (esa expresión no me acaba de gustar, tiene algo apocalíptico).

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