2/25/2005

will self - cómo viven los muertos

"Cuando mueres te mudas a otra parte de Londres, y eso es todo". Esa fue la explicación que recibió el narrador de "The North London Book of the Dead" de parte de su madre, quien se suponía había sido reducida a cenizas unos días antes en el crematorio de Golders Green. Porque en el imaginario de Will Self (Londres, 1961), la muerte no es muy distinta de la vida. Primero, un difunto agente de bienes raíces te muestra tu nueva casa, luego consigues un empleo. No tiene que ser en una necroempresa: muchos de los dependientes que atienden a los vivos son muertos no identificados. Y si no acabas de entender tu nueva condición, hay cursos para principiantes que podrán ayudarte. Los motivos presentados en ese cuento, incluido en The Quantity Theory of Insanity (Bloomsbury, 1991), son recuperados y ampliados por el autor en la novela Cómo viven los muertos, publicada en el Reino Unido en el año 2000 y traducida al castellano tres años después.

Cómo viven los muertos es el monólogo de Lily Bloom, una anciana americana que agoniza en hospitales londinenses durante el primer tercio del libro. Después viene su mudanza a Dulston, un suburbio para muertos, donde asistirá a las reuniones de un grupo de apoyo (los Personalmente Muertos, con sus doce pasos y doce tradiciones) y obtendrá trabajo en una agencia publicitaria. Además, le endilgan una simpática familia disfuncional: tres fantasmales gordas, formadas por la grasa que tanto luchó por perder en vida, su insufrible hijo, muerto en la infancia, y un litopedión (feto calcificado) con un gran repertorio de canciones de los sesenta y setenta. Con semejante hogar, no es de extañar que el vicio de Lily sea escaparse de su barrio para fisgonear a los vivos.

Suena ingenioso, pero el libro es arruinado por la intención de Self de hacerlo su "novela del siglo", tentación en la que cayeron muchos autores en el ocaso del XX. Tanto en su agonía como en el limbo, Lily dedica todas sus fuerzas a hacer mofa de cada figura pública, de cada hecho histórico y de cada individuo común de los que tuvo noticia. La ironía e incorrección del personaje habrían hecho de ese recuento de calamidades algo interesante, pero las páginas avanzan sin que haya mucho más que esa actitud, sin nada con que contrastarla o confrontarla. Un sermón monótono y gris. Y es tal el exceso de metáforas, aliteraciones y juegos de palabras (algunos de ellos pueriles), que termina por aburrir.

A Will Self se le compara frecuentemente con Burroughs y Ballard. La gran diferencia es que estos dos supieron abrir canales de euforia y plenitud (erótica, lisérgica, lúdica) en los escenarios desconsoladores de su obra. Self, queriendo ser lúgubre y mordaz de tiempo completo, queda como un ingenuo. Si insisten en darle una oportunidad, escojan las distancias cortas: es mucho mejor cuentista que novelista.

Will Self - Cómo viven los muertos. Mondadori. Barcelona, 2003.

Apareció en Sonitus Noctis No. 9 (Marzo 2005)

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