7/11/2007

hume

Hay un proverbio griego que dice: odio al compañero de ebriedad que no olvida jamás. Las locuras de una orgía deberían ser sepultadas en un eterno olvido a fin de dar plena libertad a las locuras de la próxima.

En las naciones en que una galantería inmoral está, en cierto modo, autorizada por la costumbre, cuando está cubierta por un débil velo de misterio, surge de inmediato una serie de reglas calculadas para la conveniencia de esas relaciones. La famosa corte o parlamento de amor, de Provenza, decidió antiguamente todos los casos difíciles de esta naturaleza.


David Hume, teorizando en torno a la peda y la loquera en Investigación sobre la moral (1752)

7/10/2007

alphaville

La primera vez que el Sagaz vio una escena de Alphaville debió ser en 1986 u 87. Una madrugada. La estaban pasando por Imevisión, su madre se había quedado despierta viéndola. Cuando el pequeño Sagaz preguntó qué era aquello, su madre respondió "una policiaca, pero extraña, casi no hablan y la cámara se mueve raro".

Diez años después, el adolescente Sagaz fue con el Sr. Sensato a rentar Alphaville en el Blockbuster de la Avenida Leones. Tardaron como tres horas en verla completa, pues la TV que el Sensato tenía en su madriguera se iba oscureciendo poco a poco, hasta que la pantalla quedaba completamente negra. Cuando eso ocurría había que apagar la videocasetera, golpear el televisor, apagarlo, encenderlo y continuar con la función.

Ahora, diez años más tarde, la película se exhibe en el cineclub del Gargantúa. El Sagaz no podrá estar ahí para guiarlos, así que si van a verla y notan que hay problemas, tomen el proyector, apáguenlo, denle de golpes y enciéndanlo de nuevo. Así funciona esa película.

7/09/2007

tortugas

Las tortugas mascota son una tradición en la familia de Luisa. El sábado me contó que en casa de su hermana hay una veintena de tortugas arrastrándose por el patio y por los túneles que corren bajo el patio. Una de ésas tiene 35 años. En casa de Luisa hay dos. Una, la viva, pasa el día acostada junto a las macetas; otra, la muerta, lleva un año en el congelador y algún día será enterrada en una maceta, cuando su dueña encuentre una de su agrado.

Las tortugas llegaron a la familia a comienzos de los setenta. Comenzaron con una sola, que se extravió. La madre de Luisa juntó a los niños de la cuadra y ofreció una recompensa de un peso para quien encontrara y trajera de regreso a la perdida. De no se sabe dónde, cada niño consiguió una tortuga, la presentó y cobró su recompensa. Así comenzó el criadero de quelonios.