En esta oleada de animación cuadro por cuadro y animación digital en tercera dimensión, El secreto de Kells tiene una imagen y un sonido propios, ligados al lugar y tiempo en que ocurre. El huérfano Brendan vive en un monasterio irlandés del siglo IX, donde los monjes se debaten entre dos preocupaciones: protegerse de los saqueos vikingos e ilustrar sus manuscritos, especialmente el Libro de Kells (es decir El Evangelario de San Columba, que existe realmente y se conserva en el Trinity College).
Así, el estilo de la animación carece deliberadamente de perspectiva, de profundidad, a semejanza de las ilustraciones del Libro de Kells. Y Bruno Coulais (autor de la música en Microcosmos, Los coristas y Coraline) compuso para la ocasión un score con instrumentos tradicionales de Irlanda, tocados por el grupo Kila.
Lo estilizado de los personajes y escenarios a veces juega en contra de la historia. Como cuando Brendan busca una lente legendaria y enfrenta a la serpiente Crom Cruach para conseguirla (desoyendo los consejos de su protectora, el hada Aisling), el momento tiene más de viaje a los ochenta para jugar Centipide en el Atari que de rito de paso. De todos modos, el conjunto se sostiene, y la película tampoco es nada ingenua: el protagonista sabe que rescatar el libro y continuar ilustrándolo no va a detener ningún saqueo.
La recomiendo tanto como los títulos arriba mencionados, pero las que realmente no se deben perder son las ausentes de la premiación, Mary and Maxy y Ponyo on the Cliff.
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