7/23/2005

alfredo

Estaba a punto de salir del trabajo. Llovía, el huracán llegaba esa noche. Mamandrila llamó desde casa de la abuela: "ven, aquí está Alfredo, se regresa en dos días a Culiacán".

Alfredo es el menor de mis tíos. Mamá le dice Mani, así que de niño yo también lo llamaba Mani. Se supone que cuando yo era niño él era muy joven, aunque yo lo veía como un adulto, pero que hacía cosas más interesantes que la mayoría de los adultos. Dejé de verlo cuando mis papás me llevaron a Tampico, época en la que él se fue al DF, a hacer prácticas en el hospital La Raza. Pero todavía lo encontraba en vacaciones, cuando los dos veníamos a Monterrey. En la Semana Santa de 1987 me llamó antes de abordar el autobus, para decirme que con él traía La historia interminable. El tipo tenía que colgar y yo estaba terco en que me explicara cómo estaba eso de los dos colores de tinta, y cómo era el Auryn de la portada. "Ya no pongas gorro, al rato llego y te lo voy a dejar". Y así fue. La primera vez que leí Crónicas marcianas también fue con un libro suyo.

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No lo veía desde el verano de 1993, cuando mi familia acababa de mudarse de Guadalajara a Monterrey. Entonces yo no le notaba el acento sinaloense a su esposa (tía Armida) y su hija era una bebé que bailaba la danza malaya (que consistía en que Alfredo la agitara de un lado a otro, provocando que la güerca se muriera de risa; era malaya porque "malhaya la hora en que me la enseñaron"). Alfredo se dejaba caer en Monterrey cada dos años, pero por alguna razón yo siempre me enteraba tarde, o llegaba a casa cuando él acababa de irse.

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Me pasmó que antes no notara que mi tía dice "mushasho" y "plebe". Y mi prima Mónica ya va en segundo de secundaria, le gustan las películas de Shyamalan y los libros de Harry Potter. Es la clase de persona que uno esperaría que criara Alfredo: un amor con patas la plebe.

Tía Armida hizo tacos tuxpeños para cenar, sin saber que es una de las cosas que más recuerdo de ellos: cuando vivían en Tecomán (Colima, relativamente cerca de Guadalajara) Alfredo dijo "con mi Amá tenía cada domingo barbacoa y monitos (se refería a las tiras cómicas de El Norte), a falta de eso, aquí los domingos no faltan los tacos tuxpeños".

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Como a las nueve de la noche, fumando en el patio de la abuela.

—Entonces los vendían en cualquier Sanborn's, hasta en los supermercados. Terror 1, Terror 2 y así como hasta el 12. Había uno que me gustaba mucho, tenía de subtítulo "Se vende magia", de puros mensos que compraban cosas mágicas que luego no podían controlar.

—No estaba en la serie Terror, también era de Roca, pero de la serie de bolsillo.

—¿Te acuerdas de ése?

—Sí, lo dejaste cuando fuiste de visita a la casa de Guadalajara.

—Ahí venía uno que me gustaba mucho, de un tipo que venía huyendo y da con una librería en la que...

—Que en alguna página de alguno de los montones de libros está escrito el mejor momento de tu vida. La gente busca con morbo, pero es bien peligroso porque puede ser algo que ya ha ocurrido (con lo que se dan cuenta que el resto de su vida será de bajón). La librería estaba abierta de madrugada, cerca de una carretera en Monterey, California.

—¡Sí, ese cuento!

—Tampoco puedo recordar el título, ni el autor. Y el libro se quedó en Xalapa.

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Cerca de las tres de la mañana, hablando de radio.

—Su programa era de madrugada, la raza decía "ya va a empezar el tipo que platica con las personas". Porque eso hacía, sólo platicaba, mejor dicho escuchaba, porque nunca daba juicios, sólo decía "pues es una manera de verlo" o "es un buen punto el tuyo". Y siempre hay mucha gente desvelada con ganas de ser escuchada.

—¿Lo pasaban en el DF?

—Lo escuchaba cuando vivía en el DF, pero el fulano transmitía desde Guadalajara. Una vez le llamo un tipo para decirle "te hablo porque me paso diez, quince días, sin hablar con nadie". "Bueno, de seguro que a veces tienes que decir buenos días o me trae la cuenta", dijo el locutor. "Claro, pero eso no es hablar". Y es cierto, eso es una operación de supervivencia, como sacarle filo a una lanza para cazar mamuts, una herramienta, pero no hablar. En realidad nos pasamos días sin hablar con nadie.

—Been there.

—Sí, así estaba yo también cuando vivía allá, cuando escuché el programa. No esta mal si te gusta. La soledad es muy sabrosa, si realmente quieres estar así. Una noche tu abuelo hizo lo que nunca: abrió una botella de tequila y le dijo a sus hijos, yo en la bola, que había que echarse un tequilita y platicar a gusto. Lo que era raro, ya ves que el abuelo era bastante seco. Total, que él se paso su trago como si fuera agua, mientras nosotros lo sorbíamos haciendo gestos. Cuando nos vio la abuela Modesta dijo "no me enojo porque tomen, me enojo porque se toman algo que no les gusta". Pues eso, no es que te quedes solo, sino que hayas escogido estar así.

1 comentario:

Oriam Aocho dijo...

Chido tu relato. Recuerdo que ya me habías hablado de él, an alguna ocasión.