A fines de los noventa una calle de la colonia Girasoles tenía la más alta concentración de estudiantes de filosofía en toda el área metropolitana de Monterrey. Esta densidad de estudiantes de filosofía por kilómetro cuadrado es común cuando se trata de colonias cercanas a una Ciudad Universitaria, pero la colonia Girasoles ni siquiera está en el mismo municipio que la Ciudad Universitaria. Esta densidad de estudiantes de filosofía por kilómetro cuadrado también es común cuando se trata de compañeros de escuela compartiendo una casa, pero tampoco era el caso, éstos no se conocían bien ni se conocieron mejor después. Sólo se veían en la escuela y se saludaban, luego se topaban en su cuadra y se saludaban. Eran sólo dos. Una chica a la que llamaremos Maris y yo. Dos de los ¿25? estudiantes que tenía la carrera entonces.
Volví a ver a Maris hace dos meses en un Oxxo del centro de la ciudad. Buscamos cosas en el congelador del Oxxo al mismo tiempo, luego hice fila detrás de ella. No me reconoció. Hace dos semanas descubrí que me la había topado porque está viviendo en el mismo edificio que yo. Ella no me reconoce y yo no tengo nada que decirle. Si esto fuera una de Shyamalan hubiéramos coincidido porque algo que aprendimos en la escuela nos servirá para proteger a una náyade de los lobos arbóreos. Como no es una de Shyamalan es perfectamente inútil que seamos vecinos de nuevo. Además, el maestro promedio de esa escuela hubiera dicho que los problemas de las náyades los causa el neoliberalismo y que no tiene caso combatir a los lobos arbóreos. Y de todos modos Maris no me reconoce y no tengo nada que decirle.
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