9/02/2004

alberto chimal - éstos son los días

Todo medio de transporte, al menos según la definición tradicional del término -explicó el señor Schiavoni-, requiere de algún elemento de control: debe ir por cierta ruta hacia un destino determinado. ¿Se da cuenta de qué restrictiva, qué pragmática, en el peor sentido, es semejante idea? ¿Dónde quedan el azar, el misterio, la excitación de lo nuevo...? El doctor Luciano comprendió que aquella limitación insensata era un signo de la decadencia de la cultura mundial.

Uno de los peligros de los subgéneros literarios es que agrupan autores de capacidades muy distintas bajo una misma etiqueta, sólo por compartir algunos temas o influencias. Una primera inmersión en la fantasía, CF y terror mexicanos puede dejar en el lector una mala impresión, con personajes bidimensionales que parecen sacados de un juego de rol y una recreación de los tópicos más gastados. Pero vale la pena ahondar un poco más y descubrir, en medio de tanta paja, autores tan interesantes como José Luis Zárate, Adriana Díaz Enciso y Alberto Chimal, de quien nos ocupamos en esta ocasión.

Chimal (Toluca, 1970) es un cazador de rarezas, o mejor dicho, un cazador de esas rarezas que merecen ser conocidas por un público mayor. Desde su columna Mundo raro en Excelsior, su página web y, más recientemente, la revista 24 por segundo, nos ha acercado al cine de los hermanos Quay, el cómic de Suehiro Maruo y los cuentos de Jean Ray, entre muchas otras cosas. Lamentablemente, él mismo sigue siendo una rareza, pues aunque ha conseguido publicar su nuevo libro en una editorial de amplia distribución y cuenta con varios reconocimientos a nivel nacional, muchos lectores con intereses cercanos a los suyos no se han dado la oportunidad de conocerlo.

Las minificciones de Gente del mundo (Tierra Adentro, 1998) y los cuentos de aire exótico de El país de los hablistas (Libros del umbral, 2001) son muy recomendables, pero en el primero todavía pesa la sombra de Las ciudades invisibles de Calvino, mientras que el segundo se mueve en uno de los terrenos habituales del género, la invención de cosmogonías y leyendas de pueblos imaginarios. Su colección de cuentos Éstos son los días es su trabajo más personal y mejor logrado, lo que lo convierte en el libro indicado para iniciarse en la obra de Chimal.

Es en "Shanté" donde se hace más notoria la evolución del autor. Este relato, acerca de la proyección por medios artificiales de estados latentes de la personalidad, ya había recibido buenas críticas en su versión original, recogida en el homenaje a Philip K. Dick El hombre en las dos puertas (Lectorum, 2002), pero con la revisión y ampliación a que ha sido sometido deja de ser sólo interesante para convertirse en un cuento modelo. Gira en torno a una premisa fantástica (o de ciencia ficción blanda, si se quiere ser estricto), pero ésta tarda en mostrarse, propiciando una atractiva incertidumbre en el lector, y una vez revelada los personajes tienen actitudes y diálogos veraces, propios de individuos comunes frente a una situación que los rebasa. El escenario posee la irrealidad de la duermevela, pero los seres que se mueven en él están vivos y lo proclaman con sus dudas, temores y decisiones. Un cuento sin desperdicio, con el final desplazado a un futuro cercano, abierto y conclusivo al mismo tiempo.

La parte medular del libro son las "Camas de Horacio Kustos", historias de un viajero que, en lugar de registrar la geografía y monumentos de cada tierra, se demora en las peculiaridades de las camas de los hoteles que visita. Una es émulo de la estatua sensible de Condillac (uno de los seres imaginarios comentados por Borges), otra aloja a un microscópico Duodécimo Reich, y una más funciona como cámara de teletransportación con destinos desconocidos.

También merecen una mención especial la sencilla crueldad de "Álbum", la ucronía en tono humorístico "Se ha perdido una niña" (incluida en Los mejores cuentos mexicanos 2001, de la editorial Joaquín Mortiz) y "Los personajes", donde un escritor ya establecido es acosado por los protagonistas de los libros que nunca terminó, pertenecientes a su "período de realismo histórico sociopolítico", "período de plagios desesperados" o al "período de sátira amarga".

Como en Calvino o Bradbury, la inclinación de Chimal por lo fantástico no se debe a la seguridad que da un género bien delimitado, sino a un interés por escapar al lugar común. Clasificaciones aparte, ya era una de las cartas fuertes de su generación, pero con este título consigue una voz propia y nuevos logros formales.

Alberto Chimal, Éstos son los días (Era, 2004)

Publicado en Sonitus Noctis No. 5 (Septiembre 2004)

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