Quédate con nosotros -pidió la voz de la figura que estaba al fondo de la habitación-. Nosotros te escucharemos, jugaremos contigo y nos reiremos todos juntos. Tu otra madre construirá mundos enteros para que los explores, y los desmontará de noche, cuando los hayas recorrido.
En la miríada de influencias que alimentan la obra de Neil Gaiman (Portchester, 1960) sobresalen algunos de los textos canónicos de Occidente y Oriente: su mundo feérico es el de Shakespeare, su exotismo el de Las mil y una noches, y algunos de los más conspicuos moradores de su tierra del sueño provienen de las páginas de la Biblia. Sin embargo, cuando se ocupa de temas marcadamente siniestros, Gaiman no recurre al Gran Relato Gótico decimonónico, sino a cuentos infantiles de la tradición oral de su país, como los recopilados en The Penguin Book of British Folktales. De ese volumen proviene la historia de los niños alados narrada en el número 62 de The Sandman, y también "Pear Drum", cuento que sirve de modelo a su primera novela infantil, Coraline, que el pasado 17 de abril recibió el premio Nebula en la categoría de novela breve, luego de recibir el Hugo en la misma categoría y el Bram Stoker al mejor trabajo para lectores jóvenes.
Cuando se supo que su siguiente libro, tras el éxito de American Gods (premios Hugo, Nebula y Bram Stoker de novela), sería una pieza de literatura infantil no pocos acusaron a Gaiman de estar abordando el Expreso Hogwarts, sospechoso vehículo en el que hoy día viajan lo mismo Clive Barker que Isabel Allende. Pero los temores se disiparon pronto: desde las primeras páginas de Coraline es notorio que no sólo no se trata de un acto oportunista, sino que es una consecuencia lógica de los intereses de Gaiman. La Coraline del título es una chica que, como los personajes de American Gods, debe enfrentar el lado gris del culto al trabajo: aunque tiene a sus padres todo el tiempo en casa, éstos pasan todo el día frente a la computadora y rara vez le prestan atención.
Como escape a su insatisfacción se le ofrece un pasadizo que conduce a una casa idéntica a la suya, donde habitan unos padres muy parecidos a los suyos, pero con botones en lugar de ojos. En ese mundo paralelo, que tiene el tamaño de la casa y apenas unos metros más, la altivez de los gatos y la excentricidad de los ancianos cobran sentido, la comida sabe mejor y la ropa es más vistosa. La aventura de Coraline consistirá en develar los peligros de ese otro mundo y encontrar el camino de regreso a casa. La prosa es sencilla, la acción se desarrolla con rapidez y cada capítulo viene precedido de una ilustración de Dave McKean, que para la ocasión estrena trazos simples, con poco juego de sombras y sin recurrir al collage.
Además de su relación con los cuentos populares británicos, Coraline se inscribe en la tradición de aventuras fantásticas emprendidas por niños insatisfechos, como la Alicia de Carroll, el Bastian de Ende o la Chihiro de Miyazaki (cuya Princesa Mononoke fue adaptada al inglés por Gaiman). Desgraciadamente, donde esas fantasías presentan mundos en los que rigen la ambigüedad, la amoralidad o códigos de conducta nunca del todo descifrados, Gaiman cae, hacia el último tercio del libro, en un planteamiento maniqueo que resulta poco elegante para este tipo de narración.
Además, la buena acogida que tiene la obra de Ende desde los ochenta y la reciente celebridad de J.K. Rowling nos hablan de que incluso los más jóvenes gustan de un poco de incertidumbre e intriga en sus lecturas. Siendo Gaiman uno de nuestros favoritos pesa decirlo, pero parece que ha caído en la trampa de subestimar a los primeros lectores, ésos que por derecho natural debería considerar más cercanos a su obra.
Es muy probable que Coraline sea la última obra de Gaiman antes de su transformación en fenómeno de masas: la adaptación cinematográfica la está realizando Henry Selick, el animador de The Nightmare Before Christmas, y cada vez se habla más seriamente de llevar al cine Death: The High Cost of Living. Para los que estén interesados en leer "Pear Drum", la versión de este cuento firmada por Lucy Clifford (con el título "La nueva madre") está incluida en la antología El gran libro del terror (Martínez Roca, 1990).
Neil Gaiman, Coraline (Salamandra, 2003).
Apareció en Sonitus Noctis No. 2 (Junio 2004)
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