Czech this out! En Tinker... George Smiley y sus pocos aliados buscan a un agente doble que lleva años en el servicio secreto británico. Ocurre en los setenta, en plena Guerra Fría, y las sospechas comienzan luego de que uno de los espías británicos, Prideaux, es capturado en un bosque de Checoslovaquia. En la película los soviéticos atrapan a Prideaux en Hungría, no Checoslovaquia, y este cambio dice mucho de lo que ha pasado en la industria fílmica de esa parte del mundo.
Luego de la filmación de Misión Imposible en 1996, los estudios Barrandov hicieron de República Checa uno de los países favoritos para filmar. Para comienzos del milenio el resto de Europa estaba en competencia por arrebatarle ese lugar, y la competencia la ganaron los estudios Korda de Hungría en 2004, cuando el país ofreció un reembolso del 20% a todos los que hicieran películas en su territorio. Diez años después hay más países ofreciendo reembolsos parecidos pero Hungría sigue de ganona.
Al margen de esta competencia, el director Alfredson tuvo un episodio cinematográfico como el de Jorge Ibargüengoitia: en Budapest descubrió una plaza comercial abandonada y se empeñó en utilizarla. Así, lo que era un operativo militar en un bosque se convirtió en una plática incómoda en un café de Budapest.
También la aventura de otro de los espías, Ricki Tarr, ha cambiado de locaciones. En la novela ocurre en Hong Kong y en la serie pasa en Portugal. El tipo se lo pasa muy bien entre noches de fado, copas de porto y calles angostas buenas para ligarse a una espía soviética. En la película se cambia Lisboa por Estambul y aunque los involucrados no lo cuentan así, parece que hay algo de guerrilla filmmaking ahí: tomas desde carreteras, puertos y un ferry, Estambul como un horizonte.
Un aire doméstico. La novela comienza con Prideaux dando clases en una escuela en el campo. Smiley es chaparro, gordo y parsimonioso. El Hotel Islay que escoge como base de operaciones parece un bed & breakfast. Una de las claves entre los del servicio secreto es poner o quitar botellas de leche en la entrada de una casa. Detalles así dan un aire de domesticidad a la historia de le Carré.
Algo de eso se pierde en la serie y mucho de eso se pierde en la película. Alec Guinness y Gary Oldman saben dar a Smiley esa combinación de apariencia inocua y mente implacable, pero ninguno de los dos es bajito y gordo. El Hotel Islay de la película parece una bodega. En general, los personajes de la película habitan un mundo más ominoso, cuando el original consistía en días húmedos y melancólicos en los que había que salvar instituciones occidentales a empujones, porque ni los espías creían en esas instituciones ni sus superiores ayudaban en la labor.
That '70s Show. Para el cine los setenta suenan a hard rock, soul y disco, como si muchas otras cosas no hubieran ocurrido. Una de las escenas borradas del film mostraba a Oldman preparándose un huevo mientras sonaba rock en la radio. Algo no cuajaba con Smiley escuchando rock. Para las escenas finales el director quiso música que el personaje pudiera tener en su casa: Julio Iglesias cantando La mer. Queda de maravilla. Antes, en la fiesta navideña de los espías suena el cantante country Charlie Rich. La serie también ganó puntos con la música pero en un sentido muy distinto. Esos créditos finales deben haber dejado el corazón hecho bolita y muchas ansias por ver el siguiente episodio.
Los setenta también fueron la edad de oro del administrador (ahora se rinde culto al CEO-propietario que es solitario y ocurrente). Esto aparece satirizado en la novela: la expulsión de Control (el jefe) y Smiley guarda las formas de una restructuración administrativa, la adopción de algo llamado lateralidad. Tomando en cuenta todo el tiempo que tenían disponible en la serie, esta expulsión ocurre muy rápido. En la película recurren a un cambio de imagen: la nueva administración echa a las señoras colmilludas que apoyaban a los espías y contrata una tropa de muchachas rubias.
La espía que me tomó por una agencia de viajes. La adaptación debe condensar de algún modo el original. No hay un único modo de hacer esta condensación, pero la vida familiar y afectiva de los protagonistas es de lo primero que se simplifica, que se estereotipa. Se conserva una variante si está ligada a otras partes de la trama, por lo demás se asume que todo personaje tiene una familia nuclear, o aspira a ella y asume sus valores.
En la película Tarr identifica a una pareja de espías rusos. También descubre que el espia ruso maltrata a su mujer y que ella tiene información valiosa para los británicos. Tarr se enamora de ella y desea salvarla (de su pareja, del socialismo, de todo). En la novela la situación es más nebulosa. A Tarr le gusta la mujer pero quiere llevarla a Londres porque reclutar desertores es parte de su trabajo. Además, la información que ella tiene lo hará quedar bien en el Circus (el apodo del MI6 en la obra de le Carré). Y ya estaba planeando llevar a su amante turca a Londres, ahora podría tener a su amante turca y su amante rusa en la misma ciudad y estar bien colocado en el Circus. Ése era su plan.
En la serie se dedica mucho del último episodio a la reconciliación de Smiley con Ann, la esposa que le pone el cuerno y lo abandona periódicamente. En la película no vemos a Ann, pero sí a Smiley emocionado cuando ella vuelve. De nuevo, las cosas son más nebulosas en la novela. Ann pertenece a la aristocracia, es del círculo del primer ministro. A Smiley lo echaron del Circus y nadie ahí quiere escuchar sus hipótesis. Sólo puede seguir investigando porque el ministro y sus allegados todavía creen en él, porque es de la familia.
Una parte de estos personajes fue ignorada o estandarizada. Para que recibieran la licencia de héroe hubo que moderar los planes de Tarr y atenuar el nepotismo en la carrera de Smiley. Como si sus acciones valieran menos al mostrar esas partes de sus vidas. Estas exigencias no escritas son comunes. Por ejemplo, Frank Darabont admite que omitió el affair entre los protagonistas de The Mist para que el público empatizara con ellos. A Noah Baumbach le critican que en su cine toda familia tiene algo antipático, y apenas encontró algo de comprensión cuando un espectador comentó que eso no era un error, porque "¡la gente es así!" No es que el cine deba hacer votos de realismo, es sólo que aburren los personajes con vidas familiares y afectivas maquiladas a destajo.
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