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2/14/2010

hipatia, heroína del conocimiento y ahora del cine

Hace unos minutos terminó la entrega de los premios Goya en España. Ágora, la película de Alejandro Amenábar sobre la vida de la filósofa, matemática y astrónoma Hipatia se quedó con 7 goyas, uno menos que la gran triunfadora de la noche, el drama carcelario Celda 211. Ágora es una superproducción en inglés que recrea la Alejandría del siglo V, con la británica Rachel Weisz como Hipatia.

En principio desconfío de estas superproducciones "de época", porque gastan millones en recrear con CGI la antigua Roma o Jerusalén pero imprimen en sus héroes la corrección y los valores de nuestros tiempos. Así, el protagonista de Kingdom of Heaven (Ridley Scott, 2005) ejercía un liderazgo y una tolerancia deseados por el mundo post-industrial de aspiraciones democráticas, no por los cruzados, mientras que los espartanos de 300 (Zack Snyder, 2007) parecían más la línea ofensiva de un equipo de futbol americano, comandada por el quarterback Leónidas. Con todo y esa miopía histórica se pueden hacer films valiosos, pero anula los motivos para ambientar las películas en la antigüedad.

Ahora bien, ese mismo afán de dotar a los héroes del pasado de los valores contemporáneos podría jugar a favor de una biopic sobre Hipatia, una figura atípica en su época. En un lugar y tiempos predominantemente masculinos dirigía la escuela neoplatónica de Alejandría y cultivaba las ciencias, en la ciudad más cosmopolita y sabia del orbe (eso era una Ciudad del Conocimiento). Entre sus alumnos estuvo Orestes, el prefecto de esa región. Entre sus enemigos, el obispo Cirilo de Alejandría, a quien se culpa de inflamar los ánimos de la turba cristiana que la mató por ver en ella un bastión del paganismo.

Tampoco, como en otras biografías fílmicas, es inconveniente que se haya contratado a una belleza como Rachel Weisz para encarnarla. Según las crónicas de la época esta sabia era además guapa, y así ha sido representada en retratos imaginarios como los que hicieron Rafael Sanzio y Charles William Mitchell.

A Hipatia se le trata como una heroína del saber desde la Ilustración, pero en las décadas recientes su memoria ha sido preservada especialmente por el movimiento feminista y, en la cultura popular, por la dramática descripción de su vida que hizo Carl Sagan en su serie Cosmos. Sagan la presenta a ella y a la Biblioteca de Alejandría como símbolos de la lucha entre el saber y la ignorancia violenta.

9/18/2009

alisita, la niña de los rosenbaum

A propósito de dos nuevas biografías, Jonathan Chait publicó en The New Republic un perfil de Ayn Rand ("Wealthcare", 14 de septiembre de 2009) y la influencia de sus ideas en la derecha estadounidense, particularmente en teoría económica. La nota es extensa y clara, pero lo que más me llamó la atención fue esta anécdota de la infancia de Alisa Rosenbaum (aka Ayn Rand).

Anne C. Heller, in her skillful life of Rand, traces the roots of Rand's philosophy to an even earlier age. Around the age of five, Alissa Rosenbaum's mother instructed her to put away some of her toys for a year. She offered up her favorite possessions, thinking of the joy that she would feel when she got them back after a long wait. When the year had passed, she asked her mother for the toys, only to be told she had given them away to an orphanage. Heller remarks that "this may have been Rand's first encounter with injustice masquerading as what she would later acidly call ‘altruism.’ " (The anti-government activist Grover Norquist has told a similar story from childhood, in which his father would steal bites of his ice cream cone, labelling each bite "sales tax" or "income tax." The psychological link between a certain form of childhood deprivation and extreme libertarianism awaits serious study.)


Si no es real, es un mito que explica bastante bien el modo en que Rand y su gente veían al mundo. También me recuerda cada historia sobre padres que han querido dar a sus niños tempranas lecciones sobre la injusticia del mundo. Michael Ende contaba que un conocido suyo le quitaba la silla a su niño, para que cayera y se golpeara, supuestamente para enseñarlo a "no confiar ni en su propio padre". Resultado: para la adolescencia el chico ya estaba internado en la casa de la risa.

9/14/2009

el ser público total

Las notas del profesor Gideon en La caja negra (Amos Oz).

185. Henri Bergson dice: No es verdad que la fe mueva montañas. Por el contrario, la escencia de la fe es la habilidad de no notar nunca nada más, ni siquiera las montañas. Una especie de pantalla hermética, absolutamente a prueba de hechos.

186a. Proporcionalmente a la pérdida de autoestima, de su razón de ser, así se magnifica, exalta, glorifica y santifica la justificación de su religión, su gente, su raza, el ideal al que se ha aferrado o el movimiento al que ha prometido lealtad.

187. Un hombre se ocupa de sus asuntos privados en tanto en cuanto tenga asuntos y tenga privacidad. En ausencia de éstos, se vuelve febrilmente a los asuntos de otras personas. Para enderezarlas. Castigarlas. Entre el fanático altruista y el fanático asesino hay desde luego una diferencia de grado moral, pero no una diferencia de especie. Homicidio y autosacrificio son simplemente dos caras de la misma moneda. Dominación y benevolencia, agresión y devoción, represión y autorrepresión, salvar las almas de aquellos que son diferentes a ti y aniquilarlos: éstas no son parejas de opuestos sino meras expresiones diferentes de la vacuidad y carencia de valor del hombre. "Su insuficiencia para sí mismo", según la frase de Pascal.

191. "Sacrificar la vida privada en el altar de los sagados ideales" no es más que un desesperado aferrarse a ideales cuando la vida privada ha muerto.

200. En otras palabras: con la muerte del alma el cadáver andante se convierte en ser público total.

201. "La santidad del deber" es un convulsivo aferrarse a cualquier tabla de salvación que flote cerca. La naturaleza de la tabla de salvación carece de importancia.

295. Y una vez más, Pascal: Todos los azotes del mundo derivan del hecho de que no somos capaces de permanecer tranquilamente en una habitación. Nuestra futilidad viene y nos destruye.

1/10/2008

no es lo mismo enfrentar a godzilla que enfrentar a un tsunami

1. En una ocasión anterior, entre otras cosas, mencionamos la falta de cohesión que puede padecer una sociedad ante ciertas adversidades. Cité a Russell: en tiempos de guerra la cohesión es espontánea e inevitable, nadie puede darse el lujo de odiar a su vecino. Sin embargo, vemos que ante catástrofes naturales no surge necesariamente ese sentimiento de unidad generalizado, y no falta quien se dedique al saqueo y el pillaje.

2. En un conflicto (armado, deportivo, vecinal) cada uno desea, naturalmente, la victoria de los suyos: su país, su equipo, su familia. Ahora bien, esos a quienes consideramos “los nuestros” pueden formar grupos de muy distinto tamaño y tipo, esa idea de pertenencia es bastante maleable.

Un ejemplo deportivo. Cada vez que el América visita Monterrey, los aficionados locales desean la ruina de los americanistas. Pero cuando esos mismos americanistas representan a México en la Selección Nacional (la expresión “el equipo de todos” no es gratuita) los fanáticos regiomontanos, como los de todo el país, desean que anoten en la portería contraria, la del extraño enemigo que osa profanar con sus tachones nuestra cancha. Así, un mismo jugador que en una situación es tenido por enemigo, y como tal se le desea lo peor, en otra puede ser el héroe de los nuestros, porque entre una y otra ocasión se ha ampliado esa noción de “los nuestros”.

No tenemos en esos casos un juicio definitivo sobre un individuo, cambiamos de parecer según si consideramos que éste nos representa o no. Vemos a esos “nuestros” como una extensión, una prótesis de nosotros mismos, de tal modo que algo de sus logros recaiga sobre nuestra persona. Se les ofrece apoyo, pero en el fondo se trata de un asunto de supremacía personal, una postura egoísta. ¿Despreciable? No. Permite cierta cohesión social, temporal pero en constante renovación. Favorece el progreso. Pero no por esas ventajas debemos olvidar que se trata de un asunto de supervivencia, apenas maquillado de civilización.

3. ¿Hay esperanza de que esa noción de “los nuestros” se amplíe a grupos cada vez más y más grandes? No, tiene límites. Es una moral cerrada que necesita de adversarios y víctimas, nunca podría incluir a todo ser humano dentro de un mismo grupo.

Tomemos por ejemplo la opinión del mexicano promedio con respecto a la migración a los Estados Unidos. Se considera una ofensa que se levante el muro fronterizo, y también los métodos que la border patrol practica con nuestros compatriotas. Pero cuando un centroamericano camino de los EU es identificado como ilegal en México, se le detiene y se le deporta expeditamente, tal como harían los estadounidenses, y nadie encuentra nada anormal en que así sea.

4. En palabras de Henri Bergson:

El instinto social que hemos encontrado en el fondo de una obligación social tiende siempre –siendo el instinto relativamente inmutable- a una sociedad cerrada, por vasta que sea… Pero en sí mismo no tiene en cuenta a la humanidad. Es que entre la nación, por grande que sea, y la humanidad, hay toda la distancia de lo definido a lo indefinido, de lo cerrado a lo abierto. Se suele decir que el aprendizaje de las virtudes cívicas se hace en la familia, y que del mismo modo el amor a la patria prepara para amar al género humano. Según esto nuestra simpatía se haría más extensa por un progreso continuo, aumentaría sin sufrir variación, y acabaría por abarcar a la humanidad entera… Partiendo del hecho de que los tres grupos a que podemos ligarnos comprenden un número creciente de personas, se llega por ello a la conclusión de que estas ampliaciones sucesivas del objeto amado corresponden simplemente a una dilatación progresiva del sentimiento… Pero entre la sociedad en que vivimos y la humanidad en general hay, lo repetimos, el mismo contraste entre lo cerrado y lo abierto; la diferencia entre los dos objetos es de naturaleza y no simplemente de grado… ¿Cómo no ver que la cohesión social es debida en gran parte a la necesidad que tiene la sociedad de defenderse contra otras, y a la de que se ame en primer lugar a los hombres con quienes se vive, contra todos los demás hombres. (tomado de Las dos fuentes de la moral y de la religión)


5. Por eso es más sencillo conseguir esa cohesión social cuando hay un enemigo a la vista. Y entre más atemorizador se presente al enemigo, o más antiguo sea el odio que se le tiene, mejor funcionará la lucha contra él como elemento unificador de un grupo. Pero esa moral hace corto circuito al enfrentarse a un fenómeno natural. Si la amenaza es una fuerza ciega de la naturaleza a la que no se puede “vencer”, sólo protegerse y sobrevivir, ¿a quién se le da prioridad? ¿Cada quien para sí mismo, o cada quién para el grupo? Como decíamos al principio y la semana anterior, aquí la respuesta no es tan uniforme como en los conflictos armados, y aparecen la rapiña y el acaparamiento.

6. No hace mucho veía por televisión El día después de mañana, película donde el calentamiento global ocupa el lugar de Godzilla y los extraterrestres, las amenazas que se cernían sobre la humanidad en las anteriores películas de Roland Emmerich. “¿Cómo puede terminar una película de Emmerich sin monstruos? ¿Contra quién van a pelear los gringos aquí?”, preguntó un amigo. Efectivamente, el film tiene un final deslucido: sigue a un pequeño grupo de personajes salvando su pellejo, simboliza una hecatombe con un par de ancianos que románticamente son cubiertos por la nieve e interrumpe su anécdota a sabiendas de que el desastre no termina ahí. No parece un final, no con los parámetros de Hollywood que pretende seguir.

No es cosa de culpar a Hollywood por nuestra miopía estética o moral. Al contrario: los filmes con villanos reventones funcionan porque desde antiguo hemos tenido una respuesta más emotiva y uniforme ante ellos que ante amenazas impersonales. Y, como apuntábamos la semana anterior, así nos ocurre tanto en los conflictos representados como en los reales. Y, faltaba más, es motivo para pintar los conflictos reales con los colores de la representación.

7. La Guerra Fría del siglo pasado era explicable por el temor mutuo a desencadenar un conflicto que sería devastador para ambos bloques y para el resto del mundo. Pero su larga duración sólo es explicable por lo útil que resultaba para los dos bandos a la hora de pacificar a sus respectivos pueblos. Estadounidenses y soviéticos tenían una población numerosa y variopinta, en un caso por la constante inmigración y en el otro por haber aglutinado bajo una misma bandera varias naciones. La posibilidad de un monstruo extranjero dispuesto a acabar con su modo de vida resultaba eficiente, unía por el temor y el odio lo que no podía unirse cultural o económicamente.

Sin ir tan lejos, los votantes de nuestras últimas elecciones presidenciales no estaban muy al tanto de los programas de cada candidato. El impulso que les mandaba a las urnas era detener a la “ultra-derecha” o al “peligro para México”. Es una representación, dramatizada, y funciona.

8. En tiempos menos gazmoños estos motores para cohesionar grandes masas eran reconocidos abiertamente. Y con buena pluma:
Sin esta violencia en los comportamientos, común a hombres y mujeres, sin un aditamento de fanatismo e intolerancia, no hay entusiasmo ni eficacia. Apuntamos por encima del blanco para dar en el blanco. Cada acto contiene algo de exageración y falsedad en sí mismo.
Emerson, Nature (1881).
De ningún modo Emerson desconocía los peligros del fanatismo, pero no estaba retratando una utopía, sino el modo en que efectivamente se conduce el mundo. El inconveniente, para los creadores de monstruos que espantan multitudes, es que aunque trabajen con representaciones, la gente exige que la solución se ocurra en el mundo real, no el simbólico. Si no, véase cómo la caza, humillación y muerte de Saddam Hussein, por espectacular que fuera, no cambió en nada la apreciación que se tenía de la invasión a Iraq dentro y fuera de EU. Y el inconveniente de los que son gobernados por creadores de monstruos es que cada vez que esa imagen falla, prestamente se fabrican otras nuevas.

10/12/2006

el libro de la memoria (2)

"Dos caras son parecidas -escribe Pascal-, y aunque ninguna de las dos sea graciosa por sí misma, su similitud nos hace reír". Las caras riman a los ojos, así como las palabras riman al oído. Para llevar estas conclusiones un poco más lejos, A. cree que es posible que los hechos de la vida también rimen. Un joven alquila una habitación en París y luego descubre que su padre había estado escondido en aquella habitación durante la guerra. Si estos dos hechos tuvieran que considerarse por separado, habría poco que decir con respecto a cualquiera de ellos; pero la rima que crean al ser relacionados modifica la realidad de ambos.

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Estas conexiones son muy comunes en los trabajos literarios (para volver a aquella idea) pero uno tiende a no verlas en el mundo, pues el mundo es demasiado grande, y la vida de uno demasiado pequeña. Es sólo en esos raros momentos en que uno cree vislumbrar una rima en la vida, cuando la mente puede saltar fuera de sí misma y servir como puente para cosas que están más allá del tiempo y del espacio, más allá de la vista y de la memoria.

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"El pasado se oculta -escribe Proust-, fuera de los dominios y del alcance de nuestra inteligencia, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca".

Paul Auster, "El libro de la memoria".