Mostrando las entradas con la etiqueta seleccion. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta seleccion. Mostrar todas las entradas

6/13/2018

leonor acevedo e hijo traducen a woolf

Las traducciones de Orlando y Un cuarto propio atribuidas a Borges las hicieron Leonor Acevedo y su hijo, Jorge Luis Borges. Sabemos que en una Leonor tradujo y Jorge Luis editó y que en la otra intercambiaron tareas, pero no queda claro qué pasó en qué libro.

Por muchos años pensé que las referencias al Orlando "traducido por Borges" eran producto de una confusión. Según recordaba de la edición que yo había leído (Edhasa, 1986), él era el autor del prólogo, pero no se acreditaba a ningún traductor.

La confusión no era de los lectores: las demás ediciones suelen llevar un "traducción de Jorge Luis Borges" en la portada, oficialmente él es el traductor. Repasando entrevistas sabemos que esas traducciones fueron una colaboración con su madre.

di Giovanni: How many translations of Faulkner, Virginia Woolf, and other american writers—
Borges: Virginia Woolf is hardly an American writer.
di Giovanni: —and other writers in English were done by Leonor Acevedo de Borges?
Borges: Yes, she did the translations, but I signed them!
di Giovanni: Did you really do them, or did your mother help you with them? Or did she do them and you polish them?
Borges: No, I think the truth—and I owe you the truth—is that I did some of them and that she polished them.

Conversación con Norman Thomas di Giovanni en 1971. Jorge Luis Borges: Conversations. The University Press of Mississippi.



FERRARI. That’s right. You’ve translated A Room of One’s Own too, I gather, which is also by Virginia Woolf.
BORGES. Yes, but now, since it’s just the two of us here, I’m going to let you into a secret—that it was really my mother who translated that book. I edited the translation a little, in the same way that she edited my translation of Orlando. The truth is that we worked together.

Conversación con Osvaldo Ferrari en 1985. Jorge Luis Borges: Conversations Vol. 2, Seagull Books.



Sabato: Pero a propósito, Borges, recuerdo algo que me llamó la atención hace un tiempo en su traducción del Orlando, de Virginia Woolf…
Borges: (Melancólico) Bueno, la hizo mi madre… yo la ayudé.
Sabato: Pero está su nombre.

Diálogos Borges-Sabato. Emecé. Buenos Aires, 1976.

12/15/2017

al rescate de los discos de pasta, acetato y vinilo

La música que estuvo olvidada en desvanes tiene ahora más público que nunca. Estos son tres proyectos dedicados a hacer sonar esa música grabada en pasta, acetato y vinilo.

The Great 78 Project

El público de programas como el español Melodías Pizarras (Radio 3) o el mexicano Amor Perdido (Radio Red) ha sabido que algunas de las casi centenarias canciones que tocan son estrenos, pues no habían sonado antes en radio. Considerando que esos discos eran frágiles y morían un poco en cada reproducción, podemos decir que esas canciones vetustas son más escuchadas ahora que en su tiempo. También que están contados los días para rescatarlas, antes de que toda esa cera con sonido se vuelva polvo, y antes de que desaparezcan las herramientas para escucharla. Según George Blood, quien digitaliza miles de discos de 78 revoluciones en su estudio, para algunas de las agujas de gramófono ya sólo queda un proveedor en todo el mundo.

La tarea más ambiciosa de George Blood se llama The Great 78 Project y ha sido comisionada por The Internet Archive. Pepenando en colecciones particulares, bibliotecas y estaciones de radio consiguieron 250 mil de estos discos (cada uno con una canción por cara), de los cuales han digitalizado más de 25 mil. El conteo avanza cada hora y pueden seguirlo al momento en Twitter. En su destino final, The Internet Archive, las canciones están organizadas por número de reproducciones, es un hit parade decidido por una generación bisnieta de la que hizo las canciones. Ahí podemos ver que la más escuchada es “The Happy Monster”, de Chubby Jackson y su orquesta. La siguen de cerca versiones de “You Are my Sunshine”, “House of the Rising Sun” y algo llamado “I Want A Hippopotamus For Christmas”. Así describen este proyecto:

Queremos resaltar las decisiones tomadas por coleccionistas a lo largo de décadas, y desarrollar colecciones de consulta, con artistas y géneros poco difundidos. La digitalización hará que estas rarezas estén a disposición de investigadores en un formato que puede ser manipulado y estudiado sin dañar a los objetos. Conservamos el crepitar y las imperfecciones, prominentes en muchos casos, e incluimos archivos hechos con diferentes tamaños y formas de aguja para permitir diferentes tipos de análisis.

Uno de los ejemplos que usa The Internet Archive para explicar la importancia del proyecto es la carrera de Aileen Stanley. Esta cantante vendió 25 millones de discos en los años veinte pero sólo unas pocas de esas canciones se habían rescatado digitalmente, dando una idea de con qué facilidad hasta un registro con copias abundantes puede perderse.

El archivo insiste en cómo el proyecto ayudaría a investigadores. Considerando la edad de estas grabaciones también pueden verlo como una plétora de samples para usar legalmente en nueva música.

Si no han visitado recientemente The Internet Archive, aprovechen para ver el estado actual de su servicio Open Library. Ha dejado de tener únicamente libros del dominio público para convertirse en una verdadera biblioteca global, con títulos recientes en préstamo sin ninguna restricción de nacionalidad o motivos.
 

Death Is Not The End

Tenía al Christmas EP de Low como el álbum navideño más triste, hasta que conocí las recopilaciones de Death Is Not The End.

Este sello despidió el fatídico 2016 con The World Is Going Wrong, una antología que tiene en la portada un pino navideño en llamas. La hoja de prensa la describe como “el regalo perfecto para el amigo insondablemente deprimido por el estado de la humanidad”. No era la primera vez: el año anterior lo cerraron publicando Death May Be Your Christmas Gift.

El nombre del sello proviene de una canción del Down In The Groove, uno de los álbumes peor recibidos de Bob Dylan, y es quizá la única de sus canciones que es más recordada con otro intérprete: Nick Cave, en Murder Ballads*.

Este nombre ya adelanta varias cosas. Alude a algo ya ocurrido pero que pervive, lleva un dejo de espiritualidad y, ya que también nos remite a ese álbum de Cave, tiene algo de vida a trasmano. Después de todo, en su catálogo está la música de prisioneros recuperada por Harry Oster y Alan Lomax.

El principal interés de DINTE es la música que ya era antigua cuando fue registrada por musicólogos y folcloristas, como las grabaciones que Frederic Ramsey hizo del blues de Horace Sprott, las de R. Gordon Wasson con María Sabina, o la antología de cueca que Violeta Parra hizo en 1959.

DINTE es una labor del londinense Luke Owen y existe desde el verano de 2014. Publica principalmente en caset, si bien todo el catálogo puede escucharse en Bandcamp y cuenta con un programa de radio mensual.

En una entrevista con Ransom Note, Owen explicó que su interés no es el de un audiófilo, que prefiere las imperfecciones de una grabación de campo o el crepitar de la pizarra. No todo lo que ha sacado DINTE es del continente Americano o de otra generación. Desde 2016 publica a una banda nueva, East of the Valley Blues, que son unos gemelos de Toronto bajo la influencia de John Fahey, y también tiene dos antologías de Ored Recordings, sello ruso dedicado a la música tradicional del Cáucaso. Pareciera que la única regla es no publicar nada de su tierra, Inglaterra. Por lo pronto yo estoy esperando su antología navideña de 2017. A como estuvo el año espero algo igual de devastador que The World Is Going Wrong.

Magic Transistor

Hemos hablado aquí de varias estrategias para difundir música. Trátese de estaciones de radio sin etiquetas o de arqueologías sonoras monumentales, una constante es ese espíritu de “todo al mismo tiempo”. Los diferentes pasados y territorios coincidiendo en un punto en el que pierden sentido, por igual, las ideas de novedad y nostalgia.

Son modos de presentar música diametralmente opuestos a las recomendaciones automatizadas. En lugar de “más de lo que te gusta” es “más de todo, incluyendo eso de lo que no tenías idea”. Varios de los ejemplos comentados se prestan a inmersiones de horas y días. Una aproximación para gente con prisa es Magic Transistor. Su sitio tiene cuatro estaciones que no dejan de soltar música todo el día, pero esta música no está dividida en programas.

Cada canción ha pasado por un filtro humano, el de Ben Ruhe y sus colaboradores. La función de estos filtros es encontrar canciones interesantes y no los arredra el género musical, la fecha de grabación o la popularidad de la canción.

Eso último puede entenderse como una preferencia por las curiosidades, pero lo cumplen en todo sentido: no te extrañe encontrar una canción popular en medio de un cóver desmadrado y cosas sacadas de debajo de las piedras.

El pasado de Ben Ruhe está en las artes plásticas y el diseño gráfico. Preparaba este tipo de selecciones para trabajar o para hacerlas sonar en galerías. De ahí se convirtieron en playlists de YouTube, para terminar tomando la forma de Magic Transistor en 2011.

Este sitio es un misterio a la vista de todo mundo. Cada tanto se le dedican artículos (como está ocurriendo aquí) pero por alguna razón no termina de convertirse en un favorito de cientos de miles. Rara que es la gente, pues.

Es muy buena opción para ponerse a trabajar, también para dejar de fondo en una reunión o un establecimiento. O para dejarla a la mano de niños y estudiantes. Una buena introducción a lo que el mundo estuvo haciendo en el siglo pasado.

Según la descripción del sitio, sus intereses son los “artefactos de excepcional importancia cultural; organizar y diseminar música interesante… usando grabaciones clásicas y raras, también digitalizando discos de vinil descatalogados, manteniendo altos estándares de calidad de audio”. Sus colaboradores están en Nueva York, San Francisco y Londres, pero nunca sobran selectores así que invitan a cualquiera a colaborar.

*Una actividad excelente para borracheras solitarias es improvisarle estrofas a esta canción. Cántese como si uno tuviera la dentadura (y los hábitos) de Shane MacGowan.

7/05/2016

un carnero suelto en las estancias de la memoria

El libro The Art of Memory, escrito por Frances Yates, puede verse como una historia del "método de los lugares", el arte de la memoria artificial que se cultivó desde la antigua Grecia hasta el Renacimiento (y que ahora aparece ocasionalmente como atajo argumental en best-sellers y series).

Por otro lado, The Art of Memory también puede verse como la historia de un par de apócrifos mal traducidos y los paseos de un carnero inmortal, con varias personas muy atentas a los testículos de este carnero.

Frances Yates explica el arte de la memoria

El arte de la memoria artificial consiste en imaginar o recordar una serie de estancias, colocando personajes pintorescos y objetos simbólicos en esas estancias, de modo que estos personajes y objetos nos ayuden a recordar, a voluntad y en orden, una amplia cantidad de datos. En lugar de poner estos datos en una historia o acompañarlos con una tonada para recordarlos, se les daba un lugar y se retenía en la memoria ese lugar.

Durante la edad media, explica Yates, las principales fuentes para estudiar este arte de la memoria eran los libros llamados la Primera y Segunda Retóricas de Tulio.

Tulio explicaba en la Primera Retórica que la memoria era parte de la virtud prudencia y en la Segunda Retórica explicaba el método de los lugares. Así, pensar en lugares imaginarios con objetos y seres imaginarios se tomó por una práctica piadosa.

El problema es que estos dos libros no eran del mismo autor y no había tal Tulio. La Primera Retórica era en realidad "De inventione", que sí, había sido escrita por un Tulio: Marco Tulio Cicerón. La Segunda Retórica es un texto llamado Ad Herennium cuyo autor se desconoce.

Ad Herennium y los testículos del carnero

Uno de los ejemplos clásicos de Ad Herennium consiste en recordar los elementos de una demanda legal con la imagen de un hombre cargando varios objetos. Entre ellos, los testículos de un carnero, pues en latín hay proximidad entre las palabras testículos y testigo y así se recordaría que el crimen tuvo testigos. En cuanto a por qué un carnero, Yates especula que se trata de una alusión al aries del zodiaco.

En los manuales de la edad media en esta escena se agregó a un médico, por un error de traducción. La frase "medico testiculos arietinos tenentem" significa que estos testículos están colgando del "digitus medicinalis", el cuarto dedo de la mano, pero los lectores escolásticos entendieron que había un médico sosteniendo los testículos de carnero.

Alberto Magno acabó de enredar el ejemplo en su De memoria et reminiscentia. De algún modo entendió que los lugares imaginados, que según las viejas reglas de este arte debían ser lugares tranquilos, además debían estar en penumbra. Y para no complicarse con quién sostenía los testículos, decidió que en ese ejemplo habría un carnero completo:

Si queremos recordar una demanda legal, podemos imaginar un carnero, con grandes cuernos y testículos, acercándose en la oscuridad. Los cuernos nos recordarán a nuestros adversarios y los testículos la presencia de testigos.
En este punto, Frances Yates decide que ya se ha ido demasiado lejos con lo del carnero.

¡Qué susto le da a uno este carnero! ¿Cómo se las arregló para escapar de la imagen de la demanda legal para correr peligrosamente por ahí en la oscuridad? ¿Y cómo la regla de imaginar lugares no muy oscuros ni muy iluminados se ha mezclado con la de imaginar lugares tranquilos, provocando esta mística oscuridad y retiro?

Y de ese modo unos testículos imaginados en el siglo I antes de Cristo se convirtieron en un carnero completo apareciéndose en las tinieblas a los estudiosos.

5/11/2016

claros en el bosque

1. Gisborne y Mowgli

Gisborne es un guardabosques enviado por el imperio británico al centro de la India. Es un personaje de Rudyard Kipling, del cuento “En el rukh”. En ese cuento también aparece por primera vez Mowgli, que luego se convertiría en el personaje más conocido de Kipling. Mowgli fue criado por lobos y aunque puede acercarse a los modos humanos, éstos no son originarios o especiales para él. Gisborne es el último bastión del imperio, de Occidente y del resto de la humanidad en esa selva. No son pares. Mowgli no es un embajador de la selva: está por encima de esas distinciones. Tiene una esencia dual o está muy por encima de toda distinción esencialista. Convive con Gisborne como podría hacerlo con cualquier otro animal. Gisborne necesita de ritos y amuletos para no perecer. Para invocar a la civilización. Sus amuletos son la pipa y el uniforme. Su rito es sentarse a la mesa a la hora que corresponde. “Para conservar el respeto de sí”.
¡No hagas ruido!, gritó Gisborne, y se dispuso a escuchar como un hombre habituado a la quietud del rukh. Había sido su costumbre, para conservar el respeto de sí en este aislamiento, vestirse para la cena cada noche, y la tiesa y blanca pechera crujía con su respiración hasta que él se movía de lado. Entonces el tabaco de una apestosa pipa comenzaba a ronronear y él tiró la pipa. Ahora todo callaba en el rukh, salvo la brisa nocturna.
Los amuletos y los ritos son para que los humanos no pierdan la cabeza ante el hervidero de vida de selvas y bosques. Luego lo que hay ahí, lo que sabe vivir ahí, es otra cosa. Los humanos han dicho que en los bosques está Pan. Y las hadas. Las pequeñas divinidades de los arbustos y las grandes divinidades hechas de un bosque entero.

Mowgli no es diferente en las otras historias, pero en ésas el lector está en el mundo de Mowgli. "En el rukh" ocurre en la frontera de la selva y el imperio (aunque el imperio crea que ya asimiló a la selva). "Este Mowgli es una poco probable mezcla del buen salvaje, del nativo respetuoso del mandato británico y de una deidad escapada de la mitología griega", dijo J.I.M. Stewart en 1966 sobre "En el rukh". Lo de deidad escapada de la mitología griega es un rodeo. Los atributos de Mowgli en este cuento son específicamente los de Pan.

Hubo el sonido de una flauta en el rukh, como si fuera la canción de algún dios vagabundo de los bosques, y, cuando se acercaron más, un murmullo de voces. El camino llegaba a un claro semicircular, cercado en parte por hierbas altas y en parte por árboles. En el centro estaba Mowgli, sentado en un tronco caído y de espalda a los recién llegados, con su brazo alrededor del cuello de la hija de Abdul Gafur. Nuevamente llevaba una corona de flores y tocaba una tosca flauta de bambú. Con la música de la flauta bailaban cuatro grandes lobos, solemnemente, alzados sobre sus patas traseras.

La elección de palabras con respecto a Gisborne es engañosa. "Para conservar el respeto de sí en este aislamiento". To preserve his self-respect in his isolation. Podría referirse simplemente a no estar desaliñado, o desnudo, o sucio todo el tiempo, salvo los ocasionales días de inspección. O algo mucho más severo y difícil de describir. Pues el vestirse para la cena o no vestirse para la cena es un medio para mantenerse a flote. No un respeto a la tradición, la milicia o la etiqueta, sino usar esa tradición para apuntalar su cordura.

Aquellos a quienes las circunstancias condenan por un tiempo a la soledad y no encuentran en sí mismos los recursos de una profunda vida interior, saben lo que cuesta "abandonarse", es decir, no fijar el yo individual en el nivel prescrito por el yo social. Tendrán, pues, cuidado de mantener éste, para que no se relaje en nada su severidad con respecto al otro. Si es necesario, buscarán un punto de apoyo material y artificial. Recuérdese al guarda forestal de que habla Kipling, solo en su casita en medio de una selva de la India. Todas las tardes se viste de negro para cenar, "a fin de no perder, en su aislamiento, el respeto de sí mismo".
Henri Bergson, Las dos fuentes de la moral y la religión

Mowgli engaña y no engaña a Gisborne. El engaño consiste en presentar su relación con la selva como una conexión misteriosa. Y no hay engaño porque la conexión existe: el chico fue criado por lobos, sus hermanos son lobos. Quizá sea mejor dejar la idea de una conexión misteriosa, porque un natural "es que en mi familia todos son lobos" no es menos raro.
Los monstruos como el "hombre elefante" y el "muchacho lobo" aterrorizan y fascinan porque violan nuestras fronteras conceptuales, y ciertas criaturas nos hacen hormiguear la piel porque se deslizan entre categorías intermedias: los reptiles "viscosos" que nadan en el mar y se arrastran en la tierra, los roedores "asquerosos" que viven en las casas, pero que no son animales domésticos. Insultamos a alguien llamándolo rata y no ardilla. "Ardilla" puede ser un término afectuoso, como Helmer llama a Nora en Casa de muñecas. Sin embargo, las ardillas son animales roedores, tan peligrosos y portadores de enfermedades como las ratas. Parecen menos amenazadores porque pertenecen sin ambigüedad al campo. Son los animales intermedios, los que no son peces ni aves, los que tienen poderes especiales, y por ello un valor ritual: como el casuario en los cultos secretos de Nueva Guinea y los gatos en los brebajes de las brujas en Occidente. El pelo, la raspadura de uñas y las heces también se usan en las pociones mágicas porque representan las ambiguas zonas fronterizas del cuerpo, donde el organismo se derrama sobre el mundo material circundante. Todas las fronteras son peligrosas. Si quedan desprotegidas, pueden ser violadas, nuestras categorías pueden destruirse y nuestro mundo disolverse en el caos.
Robert Darnton, Los filósofos podan el árbol del conocimiento.


2. El muro, Marlen Haushofer

El cuento "En el rukh" sólo trata de paso los ritos de Gisborne. Kipling los describe para dar contexto a otra historia. Otras historias sobre personajes en situaciones similares usan esos ritos como plot device. Hay una novela del siglo veinte, El muro, escrita por Marlen Haushofer, que es exclusivamente sobre esas prácticas. La narradora despierta en un mundo en el que no queda nadie más, aislada en un pedazo de bosque por un muro invisible. No se hace ilusiones sobre el futuro o sobre lo que le sucede a una persona en soledad total.

No he abandonado ciertos hábitos. Me lavo a diario, cepillo mis dientes, hago la colada y mantengo la casa limpia. No sé por qué hago eso, es como si me obligara una compulsión interna. Quizá temo que, si no lo hiciera así, dejaría gradualmente de ser un ser humano, y pronto andaría arrastrándome por ahí, sucia y apestosa, haciendo sonidos incomprensibles. No temo convertirme en un animal. Eso no sería tan malo, pero un ser humano es incapaz de convertirse en sólo un animal; se hunde más allá, en el abismo. No quiero que esto me pase. Es a lo que más temo últimamente, y por ese temor escribo mi reporte. Cuando lo termine lo esconderé bien y lo olvidaré. No quiero que esa cosa rara en la que podría convertirme lo encuentre. Debo hacer todo lo posible para evitar la transformación, pero no soy tan tonta para creer que eso que ha pasado a tantos antes no podría pasarme a mí.

Si la narradora de El muro tuviera a dónde regresar, sus ritos (escribir el diario, cuidar de los animales, etc.) harían las veces de un bote salvavidas, no de una nueva casa. Pero esto no es una contingencia, es la forma que tendrá la vida de ahí en adelante, sin testigos y sin más pasado que el recordado. Tras aceptar eso, la narradora descubre que la más disminuida no es su vida actual, sino la que llevaba antes, cuando recibía ideas que no retenía ni comprendía, cuando imitaba a otros y se dejaba llevar.
Me alejé de mí misma todo lo posible, y me di cuenta de que esta situación no podía mantenerse si quería seguir viva. A veces pienso que nunca podría entender del todo lo que me pasó en el Alm; Entonces descubrí que todo lo que había pensado y hecho hasta entonces, o casi todo, había sido una pobre imitación. Había copiado los pensamientos y los actos de otras personas. Las horas en la banca junto a la casa eran reales para mí, una experiencia propia, pero no completa. Mis pensamientos adelantaban a mis ojos y distorsionaban la imagen real.
***
Los cuentos de hadas seguían claros en mi memoria, pero había olvidado casi todo lo demás. Como de todos modos sabía poco, conservé pocos conocimientos. Los nombres seguían en mi cabeza, y ya no sabía cuándo había vivido la gente que nombraban (que los había llevado). Sólo aprendía para presentar exámenes, y después los diccionarios me daban una sensación de seguridad. Ahora, sin esa ayuda, mi memoria era un embrollo. A veces recordaba líneas de poemas; no sabía quién los había escrito, y me entraba un deseo obsesivo de ir a la biblioteca más cercana y sacar algunos libros.

Digamos que sí, que todas las desgracias provienen de no saber permanecer en reposo en una habitación. Por otro lado, a menos que uno estuviera en ese aislamiento ideal, el de la narradora en El muro, se nos pide coartada o excusa para estar en cualquier otra parte que no sea esa habitación. Coartadas: aquí trabajo, aquí veo a mis amigos, estoy en tránsito del sitio A al sitio B, vine a acampar, vine de vacaciones, ando de compras. Traten de explicar su estadía en un bosque con "quería estar en un bosque".

Los animales pueden estar en el bosque sin coartada. Pan puede estar en el bosque sin coartada. Lo demás, necesitará camuflarse con el bosque. O con Pan. O con los animales. Con el bosque si más no queda.
Las ortigas detrás del establo seguirán creciendo aunque las extermine cientos de veces, y van a sobrevivirme. Tienen mucho más tiempo que yo. Un día dejaré de existir, y nadie podará el prado, los matorrales lo invadirán y luego los bosques llegarán hasta el muro y recobrarán la tierra que el hombre les había robado. A veces mis pensamientos se vuelven confusos, como si el bosque hubiera echado raíces en mí, y está pensando sus pensamientos viejos, eternos, con mi cerebro. Y el bosque no quiere que los seres humanos regresen.


3. Juana de Arco

En las historias (cuentos, leyendas, películas) hay un modo de justificar una estancia en mitad del bosque. Así como el imperio tiene sus vigilantes (como Gisborne) y tiene a estos vigilantes a cargo de una zona de paso (caseta, checkpoint), también el bosque tiene sus zonas de paso. Suelen ser circulares, ya sea porque los árboles no crecen en una parte y permiten un claro, o porque hongos o arbustos han formado el círculo, como el llamado fairy ring. Y si el bosque no ha tenido la providencia de preparar un claro, puede hacerse un circulo provisional, con gente girando: una ronda.
—Cosas como "Ring Around the Rosie", también son llamadas juego por los niños, por los maestros de los niños y por algunos científicos sociales que estudian a los niños. Pero estarás de acuerdo conmigo en que "Ring Around the Rosie" sólo es un baile con acompañamiento vocal, o una canción coreografiada. Tiene de juego lo mismo que El lago de los cisnes tiene de juego.
—Estamos de acuerdo, Saltamontes, en que "Ring Around the Rosie" y cosas parecidas no son juegos, sino que son lo que llamaría actividades con guion, es decir, actividades cuya ejecución está prescrita, como en la actuación teatral y la ceremonia ritual.
Bernard Suits, The Grasshopper.

Algunas polémicas de la Edad Media eran de burocracia liminar. Acusadores y acusados daban por sentado que la ronda (especialmente en torno a un árbol) y visitar un claro en el bosque eran juegos en frontera. Pijamada en la caseta de paso. Los juicios no ponían eso en duda: la discusión era sobre qué frontera cruzaba el juego. Todo el mundo sabe que si vas al árbol de las hadas, pasan cosas. El asunto era averiguar si ese día lo atendían las hadas o si lo tenían subarrendado. Vean cómo cayó Juana de Arco. Full disclosure: Johan Huizinga era fanático de Juana; en ese artículo se pasa páginas comentando el corte de cabello de la Doncella de Orleans.

El método seguido por los jueces de 1431 fue perfectamente científico, desde el punto de vista de la ciencia de su tiempo. En las obras de historia se les suele fustigar (como lo hace todavía Champion) por haber dado tanta importancia a aquellas inocentes diversiones infantiles de Juana en Domremy, cuando jugaba junto a la fuente y debajo de aquel árbol llamado el arbre des fées, en torno al cual se bailaba en corro ciñéndose las frentes con coronas. Pero las acusaciones de perfidia y de mala voluntad de que se les acusa, son injustas en este caso. Era éste, para ellos, un punto muy importante. Si lograba ponerse en claro a base de las declaraciones de Juana la existencia de un nexo entre sus "voces interiores" y las costumbres populares paganas asociadas a los árboles, podría darse punto menos que por probado el carácter diabólico de aquellas apariciones. De aquí las acuciosas preguntas de si Santa Catalina y Santa Margarita se le habían aparecido alguna vez debajo del árbol.
Johan Huizinga, "La santa de Bernard Shaw. El juicio de su tiempo". 

Para el siglo veinte la discusión era si Juana había tenido visiones canónicas o de fan fiction:

En otras palabras, ¿acaso la gente "vio" y "oyó" lo que esperaba ver y oír? Esta cuestión, u otra similar , surgió en un debate entre Andrew Lang y Anatole France con respecto a las visiones de Juana de Arco. France afirmaba que cuando Juana vio a San Miguel, vio al arcángel tradicional del arte religioso de su época, pero a mi entender Andrew Lang demostró que la imagen visionaria descrita por Juana no se parecía en lo más mínimo al concepto que se tenía de San Miguel en el siglo XV.
Arthur Machen, "El gran retorno".

Esa parte referente al árbol de las hadas, y lo demás del juicio, puede verse en la película de Robert Bresson, quien usó las actas para hacer su guion (él despreciaba la versión de Dryer por melodramática).

Hay un caso parecido en la película The Falling (Morley, 2014), donde varias jóvenes frecuentan un árbol en un claro del bosque, hacen rondas y se reúnen en una primitiva construcción circular. Se desata una epidemia de desmayos entre ellas y el resto de su escuela, y como ya no hay definiciones tan estrictas, fronteras tan bien definidas como en los tiempos de Juana de Arco, se hacen todo tipo de hipótesis. Alguien sugiere que la escuela está construida sobre Ley lines y otros dicen que se trata de una enfermedad psicogénica masiva. Entre más difusas se hacen las fronteras, más crece el claro. Estas imágenes no son raras de encontrar en el cine de fantasía o el cine realista con destellos de fantasía.


4. Un claro en el bosque

Permanecer en las tierras liminares implica una vigilancia permanente. Vigilarse a sí mismo, como Gisborne. Ser vigilada, como Juana. No está permitido permanecer ahí porque esos espacios disuelven las categorías que sostienen al mundo. Gisborne volverá al imperio y Juana será castigada. No pueden permanecer para siempre en los bosques.

En cambio, la mujer de El muro no se asume en una contingencia que terminará pronto al restablecerse el orden. Y aunque teme deslizarse hacia una forma de vida que ya no sería humana pero tampoco simplemente animal, no se engaña. Sabe que era la vida previa al muro la que estaba disminuida, hecha de imitación, sin actos morales (o estéticos o de cualquier tipo) verdaderamente propios. 

Tras el muro escribe un reporte para sí misma. No para el imperio, como Gisborne. No para los magistrados, como en un juicio. Su vida cercada es suficientemente amplia para no sentirla como prisión, siempre que se siga contando con el lenguaje propio. 

Leímos que estando aislados y sin acceso a una vida interior cuesta abandonarse. Laisser aller, dejar ir, dice el texto original. Este personaje de Haushofer está olvidando los cuentos, también los nombres, y no tiene acceso a una biblioteca. No importa, “de todos modos sabía poco”, y el reporte sirve como herramienta que preserva el lenguaje propio. Lo preserva en la mente, y sólo instrumentalmente en las páginas que escribe, en un presente continuo y atento, sin imitación. 

La contingencia se ha convertido en un momento continuo; la frontera se ha convertido definitivamente en un claro en el bosque, sin vigilantes. Su aislamiento no fue elegido, pero sus nuevas costumbres sí lo son, y son lo único que le impide hundirse. Y recordemos que “un ser humano es incapaz de convertirse en sólo un animal; se hunde más allá”. En esta soledad está teniendo sus primeros actos, de todo tipo, verdaderamente propios.  

3/15/2016

todo al mismo tiempo: música popular y acumulación de pasados

Retromanía y hauntology

Han pasado casi cinco años de la publicación de Retromania: Pop Culture's Addiction to Its Own Past (Retromanía: la adicción del pop a su propio pasado, en la traducción de Caja Negra Editora). En este libro el crítico Simon Reynolds repasa las diferentes formas en que la música pop recupera su pasado, como el coleccionismo, el revival, las giras de reunión y la curaduría.

En la conclusión, Reynolds define la situación actual del pop como una híper-estasis: una época muy activa pero sin innovación, que coincide con una generación de escuchas que ha dejado de creer en el Futuro con mayúscula (el de la primera ciencia ficción y el de los utopistas). El autor desconoce si esta híper-estasis terminará, pero de todos modos cierra el libro con un “todavía creo que el futuro está allá afuera”.

Retromania apareció en el momento exacto para convertirse en el libro de referencia obligada sobre el tema, algo parecido a lo que Awopbopaloobop Alopbamboom de Nik Cohn hizo en 1969 con la “edad de oro del rock”. El libro de Cohn explicaba, en un modo personalísimo, los orígenes de una música precisamente en el momento en que esa música vivía una revolución. El libro de Reynolds, también en un modo personal y por momentos hasta autobiográfico, explica, si no el fin, el impasse al que llegó el pop luego de varias revoluciones.

Hubo quien quiso ver Retromania como una arenga, un llamado a encontrar o celebrar una nueva originalidad. Simon Reynolds recuerda con gusto la llegada del post-punk, el hip hop y la cultura rave, pero su texto no es prescriptivo. Busca entender. También hubo quien replicó que la música actual era tan original como la de décadas anteriores. En esos casos parece que pasó desapercibido uno de los capítulos más interesantes del libro, donde se nos recuerda que la originalidad siempre ha sido tal contextualmente, y que la saturación actual llegó por la acumulación y disponibilidad simultánea de cada contexto previo.

Esta explicación aparece a propósito de un término muy de moda en el momento en que apareció el libro (y durante los cinco o seis años anteriores), la llamada hauntology music.

Es cierto que la hauntology surgió de las mismas bases culturales (tiempo pop cifrado, la atrofia de toda futuridad, de todo impulso de avance) que propició muchas de las cosas que he castigado en este libro. Por ejemplo, Jim Jupp, del sello Ghost Box, habla de un “eternalismo y ausencia de tiempo” que son importantes en su sello. En una entrevista de 2009 describió “el mundo de Ghost Box” como un lugar de “todo-al-mismo-tiempo, donde toda la cultura popular de 1958 a 1978 está de algún modo pasando al mismo tiempo”. Eso suena cercano al tipo de entropía ahistórica producida por el shuffle de un iPod, o por el archivo laberíntico de YouTube. (Retromania, p. 355)

Ese término fue aplicado a la música por primera vez por Mark Fisher, asociándolo con el sello inglés Ghost Box, y alude a un imaginario alimentado por series de televisión de los años sesenta y setenta, también por la radio institucional y una visión ambigua del Estado Benefactor, entre otras cosas. Esa descripción dada por Jim Jupp, sobre el lugar donde ocurre sincrónicamente el pop pasado, era en 2011 apropiada para una curiosidad como el sello Ghost Box, pero parece describir el resto del pop en 2016. Desde el sello más marginal hasta la cima de Billboard.

John Seabrook publicó apenas el octubre pasado su receta del pop actual, en el libro The Song Machine. Según lo comentaron en The Atlantic, la receta lleva “los acordes y texturas de ABBA; la estructura de canción de Denniz Pop; los coros del rock de estadios de los años ochenta; el R&B de los primeros noventa”. Entrevistado para ese libro, Jay Brown, del sello Roc Nation, dijo: “Ya no basta tener un gancho (en la canción)... ahora necesitas tener un gancho en el intro, otro en el ‘pre’, otro en el coro y otro en el puente”.

El problema es que la receta no sirve ni para las canciones más populares del año en que apareció The Song Machine. Traten de preparar con esa receta algo como “Hotline Bling” (del pasado verano) o “Love Yourself” (de este invierno). Si hay algún gancho en esas canciones es muy distinto a los de años anteriores. Avancen unas semanas, hasta febrero y marzo de 2016: en “Pillowtalk” y “Work” el ritmo y la textura se vuelven más importantes que la melodía. Ahí hay poco del éxito pop como lo entienden Max Martin y Dr. Luke: los primeros meses de 2016 se parecen más a Jimmy Tamborello o Richard D. James produciendo R&B. Y no hay cómo predecir a qué sonará el fin de año, pero muy probablemente será algo que nos parecerá familiar pero no inmediato.

Volvamos a 2011, a Simon Reynolds y el sello Ghost Box:
Jugando con la cultura heredada, la hauntology explora dos modos de, si no rechazar, al menos esquivar el “no futuro” representado por los mash-ups y lo retro. La primera estrategia implica la reescritura de la historia… La otra estrategia es honrar y revivir “el futuro dentro del pasado”... el blog 20jazzfunkgreats dice que “cuando el pasado suena más a futuro que el presente, el revival se torna progresista”. Julian House, del sello Ghost Box, habla de un “mirar atrás para ver hacia adelante”. Su juego de palabras no puede disfrazar el hecho de que se trata de una estrategia precaria y paradójica. (Retromania, p. 361)

Precaria y paradójica pero adaptable al resto del mundo ya que, desde una multitud de archivos y puntos de acceso, la cultura pop previa nos ocurre ahora toda al mismo tiempo.
 

David Bowie en los noventa

Durante casi todo el siglo veinte fue común conocer la copia o la parodia de algo mucho antes que el original. Atención a esta entrada en Me acuerdo de Perec:
Me acuerdo de que Caravan, de Duke Ellington, era una rareza discográfica y de que, durante muchos años, supe de su existencia sin haberla escuchado jamás.
Y lo que dice Jonathan Lethem en esta entrevista:
Era adolescente cuando reestrenaron estas películas de las que hablaba todo mundo pero no podías ver. Ahora ya no pasa, puedes ver lo que quieras. Las cosas solían tener esta distancia esotérica. Podías leer sobre Vértigo por diez años antes de poder ver algo de la película… La primera película que recuerdo haber visto es Yellow Submarine, y el primer programa de televisión que recuerdo haber visto es The Monkees. Lo que me llama la atención es que ambos son una cita o paráfrasis a los Beatles, pero no son los Beatles reales. Este proceso me fascina. Yellow Submarine es para mí un emblema de esta idea, que antes de los Beatles estaba la idea de los Beatles, el jeroglífico de los Beatles.
Si eso podía ocurrir con la banda más famosa del siglo, imaginen qué pasaba con los demás. De niños sabíamos que si en los programas cómicos o los dibujos animados alguien prendía fuego a su guitarra, era una parodia de Hendrix. Si alguien tenía patillas grandes, copete y capa, la parodia era de Elvis. Pero veíamos esto mucho antes de conocer ver a los verdaderos Hendrix o Elvis. Era como vivir entre los restos de una civilización destruida, encontrando lo que fuera más abundante entre los detritos, no necesariamente el original.

La situación cambió en los noventa, con el aumento de fuentes de información de uso general, pero no cambió gran cosa en la primera mitad de esa década. Recuerdo cuando una amiga nos puso el cassette en el que había grabado “la canción con la letra más genial”. Quería ayuda para identificarla pero ninguno de sus amigos conocíamos la canción. Era “Space Oddity” de Bowie. Conocíamos a Bowie, pero para nosotros era el rey de los goblins. El que cantaba “China Girl”. Si acaso lo conocíamos hasta “Ziggy Stardust”, por el cover de Bauhaus, pero no había modo de identificar “Space Oddity”.

Hay una situación similar, también con una canción de Bowie, en The Perks of Being a Wallflower, película de 2012 cuya acción ocurre en los primeros noventa. Los personajes encuentran “Heroes” en la radio mientras regresan de una fiesta y la adoptan como “su canción” sin saber qué canción es. Como Lethem, sabemos que esos tiempos de carestía de información se acabaron. Pero ocurre algo más en los últimos años: una asimilación simultánea de varios tiempos.

Luego de ver la película quise platicar que lo mismo nos había pasado a mis amigos y a mí con una canción de Bowie. Contarlo como “una de esas cosas vergonzosas de los noventa”. La sorpresa fue encontrar como reacción, varias veces, un “¿a poco esa película ocurre en los noventa?”

Repasando la película, encuentro que eso es bastante difuso. La mayoría de la música que suena es anterior al momento de la acción, cosas que sonaban en la college radio de los ochenta. El vestuario y el diseño de producción son más neutros que fechados. Cosas que podrían verse en cualquier momento de los últimos treinta años. Esa indeterminación habría resultado chocante en otra época. Ahora resulta irrelevante para ver la película. Lo único claramente fechado es ese incidente con la canción “Heroes”. Lo demás está en ese limbo de, como diría Jim Jupp, todo-al-mismo-tiempo.

En esa misma temporalidad difusa ocurre God Help the Girl (2014), el musical dirigido por Stuart Murdoch. La acción debe ocurrir en el presente, pues hay una escena en que la protagonista usa una aplicación de piano en un smartphone, pero hasta ahí llega la identificación con el presente. En una escena posterior, donde echa de menos a su amiga Cassie, no hay modo de que la tecnología la ayude a encontrarla y un perro tiene que ir a buscar a Cassie. La banda famosa del lugar, Wobbly-Legged Rat, parece contemporánea de The Strokes y The Libertines, mientras que la banda de los protagonistas (y mucho de su atuendo y entorno) parece algo de mediados de los sesenta. El medio de promoción deseado por los grupos, sonar en el programa de radio que estrena demos, es algo propio de los setenta y ochenta de John Peel. El personaje de Emily Browning da una maroma en un gimnasio, le aparece una camiseta del Meat is Murder y con eso cambia su actitud frente al mundo. No se supone que la película esté haciendo un juego de épocas o que tenga un enfrentamiento de varias subculturas. Simplemente ocurre en un mundo en que todo eso coexiste. El nuestro de estos últimos años.
 

Del BBC Radiophonic Workshop a Mutant Sounds

Tim Byron es un psicólogo e investigador australiano que además hace de crítico musical. Varias veces ha mencionado cómo lo escuchado casi sin querer en la infancia influye en el gusto y la producción musical futura. Aquí dos fragmentos suyos.
Algo recurrente… es el músico joven que toma migajas pop de su infancia y se apropia de esos sonidos para decir algo sobre su vida. El Born to Run de Springsteen, por ejemplo, está en buena parte hecho de pop de los primeros sesenta —The Ronettes, Roy Orbison y The Animals—que era rechazado por los adultos de entonces. (Troye) Sivan y Lorde siguen ese camino; hay catarsis para los fans al escuchar sonidos de su infancia… reconfigurados para decir algo emocionalmente significativo sobre sus vidas adolescentes en la abulia suburbana. (The Guardian)
Tengo 34 años, así que “Cherish”, de Madonna —lanzada como sencillo cuando yo tenía siete años— me llena de agradables recuerdos porque, más que muchas canciones, me lleva instantáneamente a mi infancia. Los punks veteranos seguramente sienten lo mismo por el pop de chicle de los últimos sesenta, como “Yummy Yummy Yummy” de The Ohio Express. (Musicfeeds)

Nótese que no habla de canciones dirigidas a niños, sino lo que sonaba en el ambiente durante esas infancias. En mi caso, eran los parques y tiendas con altavoces soltando “Self Control” y “Part Time Lover” a todo volumen. Había música pensada para niños pero ésa ocupaba ciertos espacios. No aparecía de un día para otro en altavoces, coches y casas por toda la ciudad. Por todas las ciudades.

En la década pasada, Ariel Pink explicaba su música como una consecuencia de haber tenido a MTV como niñera. Y James Ferraro iba más lejos:

Ferraro sugirió que todos esos sonidos de los ochenta se filtraron en la conciencia de los ahora veinteañeros cuando eran bebés amodorrados. Especuló que sus padres tocaban música en la sala de la casa y que esta música llegaba (a los bebés) amortiguada por las paredes. Como mito de origen, éste es bastante lindo. ¿Cómo saber? Igual que con el impacto del BBC Radiophonic Workshop en los futuros hauntologists, esto podría explicar el impacto emocional de la paleta sonora de los ochenta en estos músicos. Spencer Clark hablaba de la “memoradelia” producida por éxitos pop de los ochenta como una forma de viaje en el tiempo, mientras que Ferraro la comparó con “estar atrapado en el sueño de alguien más”. Pero, igual que con la hauntology, hay mucha referencia cultural en juego, principalmente de la televisión y el tipo de películas que se veían una y otra vez en la videocasetera. (Retromania p. 346).

Esa disponibilidad para todo tipo de sonidos era propia de la infancia: al llegar la adolescencia el individuo delimitaba su gusto. Al convertirse en adulto podía construir un refugio en el que únicamente sonaban viejas bandas favoritas. Esos refugios podían tomar la forma de una colección de discos, o de estaciones dirigidas exclusivamente a adultos, o de bandas tributo y giras de reunión, así como clubes y noches temáticas. El contemporáneo de Janis y Morrison podía pasarse el resto de su vida en un universo de bolsillo al que jamás llegaban los años posteriores a 1971.

Todavía en 2001 podía tacharse de peculiar al que escuchaba música anterior a su propia generación. Digo específicamente el 2001 porque así pasaba en un episodio de los X-Files de ese año. Un chico que controlaba a las abejas era además un solitario inadaptado, y se sabía que era un solitario inadaptado porque su músico favorito era Syd Barrett. Pero en 2001 estaban volviéndose porosas las generaciones en la música popular. Dos años antes ya había quiénes entraban a Napster buscando algo de Hole o de Bush, y si en el camino se les atravesaba la discografía de Black Sabbath, qué remedio, a descargarla también.

Después habría individuos de veinte años o menos que seguían blogs como A Closet of Curiosities o No Longer Forgotten Music. Ésos ya conocían los submundos de décadas anteriores mejor que sus padres o sus abuelos. No todo el mundo andaba metido en eso pero sí andaba ahí bastante gente que haría, criticaría o seleccionaría música en los años siguientes. Un ejemplo, de muchos. A fines de 2015 había reseñas del regreso de la oscura banda polaca Księżyc. No era que los melómanos los conocieran cuando la banda sacó su anterior álbum, veinte años antes. El mundo los conocía por un solo artículo, publicado en el blog Mutant Sounds en 2007.

Los blogs de descargas vivirían poco y llegaría la omnipresencia del streaming. Por diferentes caminos llegó la disponibilidad y acumulación de todo sonido pasado. Dije antes que esto cambiaba nuestra asimilación del pasado pero, parafraseando la famosa frase de William Gibson, el futuro sigue desigualmente repartido. Mientras escribo esto se dice que Desiigner (neoyorquino de 19 años) no tiene credibilidad porque copia el hip-hop de Atlanta. Se le acusa de haber aprendido de internet, no de la calle. En pleno año 2016. Mientras, en México, inicia la gira Rock en tu Idioma: Sinfónico, idea a la que sólo le falta agregar “On Ice“ para acabar de hacerla anacrónica. Para el alud final de todo-al-mismo-tiempo deberían diluirse por completo eso viejos tiempos, esas viejas ideas.

5/25/2015

las vacaciones de gojira

Viendo Godzilla (2014) pienso que podría verla decenas de veces, que me encanta, y también que a algunos personajes les sobra el nombre, o les sobran líneas, o su pasado, o que los personajes sobran del todo. Que quizá la humanidad entera está de sobra en la película.

Podrían ahorrarse el prólogo. De todos modos lo que pasó hace quince años lo cuentan tres veces. Primero lo ves. Luego lo discuten el señor Brody y su hijo. Luego se lo grita el señor Brody a la gente que lo quiere encerrar. Con lo pronto que muere el señor Brody y lo poco que sabemos de su hijo, bien podrían haber sido un solo personaje, promediando la edad de los dos actores. 

Como quitamos el prólogo ya no sale Juliette Binoche. Y lo que dicen y hacen Ken Watanabe y Sally Hawkins es intercambiable y fusionable. También hagamos que esos dos sean un solo personaje. Como el fleco de Hawkins es genial, no haremos promedio de Watanabe y Hawkins, se queda Hawkins. Y su fleco.

El soldado ya tiene un niño para salvar, el que se encuentra en el tren, y no tiene mucho qué decirle a su esposa. Así que el soldado ya no tiene hijo ni esposa. O quizá sí pero no vienen al caso así que no se ven. 

Lo mejor que hacen los soldados es tirarse de un avión mientras suena Ligeti. Tirarse de un avión mientras suena Ligeti es mejor que cualquier otra cosa que hagas con tu vida. Fuera de eso todo les sale mal a los soldados y luego tienen que deshacerlo. Así que sólo dejaremos soldados anónimos que se tiran de un avión y suena eso. 

O de plano quitarlos a todos. Despierta Godzilla y despiertan los MUTO y se van a San Francisco. Se la pasan en la playa, chupando radiación. De repente llega un humano a molestar (es Sally Hawkins, y su fleco) y lo espantan con un periódico. Dirige Lucrecia Martel. 

8/19/2014

dickon hinchliffe y jesús gardea

Ni habíamos escuchado los discos de Tindersticks y ya sabíamos que uno de sus títulos (El diablo en el ojo) venía de un libro de Jesús Gardea (tampoco habíamos leído a Gardea). Para toda la gente que está preparando su tesis sobre la influencia de la literatura chihuahuense en el pop de cámara británico de los noventa, recordemos aquí que era Dickon Hinchliffe el interesado en Gardea, por su tesis para la universidad, y que esta tesis está en línea: Histories of Luminous Motion: The Space, Language and Light of Jesus Gardea's Placeres.
... el tornavoz está suspendido entre el cielo y la tierra, y en este punto entre el cielo y la tierra, en un espacio no localizable para la geofísica, existe Placeres. No es un mundo esquizoide, no lo hizo una división o separación, es más un intermediario entre mundos, la conjunción de mundos percibidos convencionalmente como separados... Al hacer esto rompe los conceptos tradicionales de historia que crean un mundo pasado en base a lo cognitivo, lo intelectual. Placeres, por el contrario, reside entre mundos y tiempos, en psicosistemas imaginados. (p. 189)
Quizá no deberíamos intentar interpretar las voces de los textos de Gardea únicamente por medios lingüísticos. Quizá deberían ser "escuchadas" a través de diferentes medios, en un mayor campo de percepción que no puede ser asimilado en estructuras de lenguaje. (p. 201)
Imagino a sus sinodales. "Ya pásenlo, total, va para músico".

5/08/2014

macedonio fernández y la película invasión

El guion de Bioy Casares y Borges

Invasión es una película de 1968, escrita por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y el director Hugo Santiago Muchnick. Uno de los personajes lee en voz alta un libro:
—Uno de los presentes —dijo Morlock— es el asesino, lo supe en cuanto vi que la pipa de ámbar no estaba en su lugar. Además, el mastín no había ladrado.

Burton palideció. El Doctor Doyle sacó un pañuelo y limpió meticulosamente sus lentes. Morlock seguía jugando con la cucharita del té. Hecha su declaración, parecía ahora desentenderse. Al fin habló...

Cuando la lectura llega a ese punto otro escucha que los llaman y dice "está de Dios que no sabremos el final". Sabiendo que Borges está metido en esto asumiremos que el nombre Morlock alude a La máquina del tiempo, que Morlock y el Doctor Doyle son un trasunto de Holmes y Watson, y que el otro apellido se lo pidió prestado a Richard Francis Burton.

Invasión desapareció durante la dictadura argentina y fue rescatada a comienzos del milenio. La ciudad que en la película se llama Aquilea es una versión esencial de Buenos Aires, del mismo modo que el líder de la rebelión, un anciano de poncho y bigotes llamado Don Porfirio, es esencialmente Macedonio Fernández (1874-1952).

El documental de Ricardo Piglia

Hay dos sencillas introducciones a Macedonio. Está el documental (1995) de Ricardo Piglia que termina con la afirmación "el siglo próximo será macedoniano". También la antología preparada por Borges en 1961, que no pierde valor aunque ahora se estile decir que Borges hizo un mito de Macedonio, el de una figura socrática, más dialogal que literaria.

Macedonio no le daba el menor valor a la palabra escrita; al mudarse de alojamiento, no se llevaba los manuscritos de índole metafísica o literaria que se habían acumulado sobre la mesa y que llenaban los cajones y armarios. Mucho se perdió así, acaso irrevocablemente. Recuerdo haberle reprochado esa distracción; me dijo que suponer que podemos perder algo es una soberbia, ya que la mente humana es tan pobre que está condenada a encontrar, perder y redescubrir siempre las mismas cosas. (p. 15)

En 1897 el padre de Borges, Julio Molina y Vedia (luego autor de las obras utopistas La nueva Argentina y Hacia la vida intensa), Arturo Muscari y Macedonio Fernández planearon fundar una colonia anarquista en Paraguay que, en palabras de Borges, "duró lo que suelen durar esas utopías".

Ahí no terminaron sus aventuras en la fantasía política. Este hombre que se presentaba como el metafísico de su barrio y que en 1910 había trabajado como fiscal, en 1927 se dijo "es más fácil ser presidente que farmacéutico" y...

Durante un año o dos jugó con el vasto y vago proyecto de ser presidente de la República ... lo más necesario (nos repetía) era la difusión del nombre... convenía insinuarse en la imaginación de la gente de un modo más sutil y enigmático. Macedonio optó por aprovechar su curioso nombre de pila; mi hermana y algunas amigas suyas escribían el nombre de Macedonio en tiras de papel o en tarjetas, que cuidadosamente olvidaban en las confiterías, en los tranvías, en las veredas, en los zaguanes de las casas y en los cinematógrafos. (pp. 17-18)

El documental de Piglia nos cuenta otras estrategias macedonianas:

En una carta a su primo Marcelo del Mazo le habló de su "acción marginal política". Introducir al mundo cucharas que se disuelven, monedas pequeñas que son más pesadas que las grandes, etc. para luego resolver esos problemas. Crear un agujero negro, inquietud.

Frustrados estos planes, el autor y sus amigos, Borges incluído, decidieron escribirlos en una novela que se llamaría El hombre que será presidente. Luego Macedonio le dio largas al proyecto y no pasó del bosquejo.

Resulta significativo que, tantos años después, el Don Porfirio de Invasión ya no busque la presidencia, que le baste dirigir a la resistencia en contra de los hombres de gabardina, poseedores de máquinas mortales. Una resistencia fraguada en pláticas de café y con un asentamiento en la frontera. Macedoniana, pues.

3/03/2013

platón y el sofistipop

Platón tuvo serios conflictos en su carrera como crítico musical. Su editor en el semanario νμε sabía del desprecio que Platón había sentido por el punk. "Pretendieron falsamente que la música no tiene ningún tipo de corrección", había escrito en su reportaje sobre esa escena que "instauró en la plebe la ilegalidad respecto de la música" (Las leyes, 700d-e). Por ello el editor lo consideró el autor ideal (ejem) para ocuparse del sofistipop, que encontraba más cercano al modo dórico. Poco sabía este escriba del desprecio que el prefijo "sofisti" y el pop/rock británico en general (ver su opinión sobre The Cavern Club en La República 514a) inspiraban en el crítico de amplias espaldas.

Años antes el mentor de Platón había realizado un experimento: en medio de un festival hizo que le llevaran al roadie de una de las bandas y consiguió que éste tocara un riff perfecto sin tener experiencia anterior en la composición pop. Para Platón sólo ciertos cantautores hacían este tipo de introspección, mientras que la mayoría sólo tocaba para alterar el buen rumbo del Estado, postura que lo llevó a repudiar el single "Acracia en el Reino Unido", si bien puso el repudio en boca de su mentor: "¿No sé lo que quiero pero sé conseguirlo? Ya se vé que nadie hace el mal a sabiendas" (Gorgias 509e). También criticó al goth rock por preferir las sombras y al glam por vivir de las apariencias. Debemos recordar que este desprecio por el pop/rock británico no era común a todos los pensadores griegos: para Pitágoras el math rock nunca hubiera existido sin King Crimson, y Aristóteles estaba convencido de que la virtud sólo es asequible "when routine bites hard" (Substance 54e)

La mayoría de sus opiniones están en el diálogo llamado precisamente El sofistipop, pero lo cierto es que a este trabajo llegó con muy pocas expectativas. The Blue Nile le recordaban sus días de spring breaker en Egipto, pero no podía perdonar a The Dream Academy que usaran ese nombre sin haber formado parte de la Academia. "Living in a Box" de, bueno, Living in a Box, le recordaba dolorosamente a Diógenes, mientras que el nombre Curiosity Killed the Cat iba en contra de la mayéutica. Lo de Everything But the Girl ya lo entendía mejor, él mismo había respondido eso cuando sus amigos preguntaron qué podían llevar a una reunión. Y como Prefab Sprout aludía a algo que es en potencia y sólo al ensamblarse es en acto, lo consideraba más apropiado para Aristóteles (que por entonces sólo colaboraba en Popular Mechanics y Science).

En resumen, podemos decir que despreció esta manifestación del pop. Achacó su existencia al Demiurgo (A&R de grandes disqueras), que tomó un género musical ideal para hacer una infinidad de subgéneros que son seguidos por muchachos que ni se conocen a sí mismos, encerrados en un antro que creen bien underground, y por lo tanto no pueden conocer el pop inteligible (en este punto su crítica se dirige más al dream pop y la dicción de Liz Fraser). Así, aunque el sofistipop, el dream pop y los demás participan del pop inteligible (el de Topos Uranos, un abstruso sello de la Atlántida que sólo graba la música de Las Esferas y es adorado por los gafapastas de la Academia), son una duplicación innecesaria de una forma santa y buena y no merecen la atención de los sabios. Tras esta obra el autor decidió escribir únicamente sobre la Intelligent Dance Music y el metal órfico (una de las aficiones de su daimon).

9/26/2011

los nuevos resfriados


Desde ayer traigo uno de estos resfriados que se usan ahora. Yo también decía que prefería los de antes, que los nuevos son pura pose para gente que no sabe resfriarse ni conoce los resfriados clásicos, sólo les gusta decir que están resfriados. Pero ya me ven, aquí con uno de los nuevos resfriados.

Los resfriados clásicos duraban días y días. Tenías tiempo de conocerlos, familiarizarte con ellos para que formaran parte de tu vida emocional. Los de ahora son puro hype. Apenas siente alguno que le cosquillea la nariz y tiene que avisar por las redes sociales que le viene un resfriado. Es más lo que lo anuncian que lo que les dura.

Recuerdo los del 89. El que tuve en noviembre entró en las listas de tres fanzines diferentes. Ahora los chamacos ni saben qué es un fanzine. Mucho trending topic, mucho fav, pero nunca tuvieron en sus manos un ejemplar fotocopiado y engrapado de Flema! (el más punk) o de Cuerpo Cortado (el más arty).

Yo incluso tuve números de FLUxus (me los traía mi primo cuando iba a Houston). Ahí me enteraba de la escena internacional: la Movida de la Gripe Española, el New American Cough, el Nose Rock, etc. Así que ahora puedo tener uno de los resfriados nuevos, pero yo sí conozco sus raíces, de qué cepa proviene, cuáles son sus influenzas.

Resfriarse era un ritual. No era sólo estornudar y sonarse la nariz. El primer día te mostrabas indispuesto, te sentías un poco distinto a los demás. Al segundo día dudabas para salir, traías los ojos rojos y caminabas arrastrando los pies. Si alguien te preguntaba que cómo te sentías, le soltabas un "no podrías entenderlo, tienes que experimentarlo".

Dejabas de ir a la escuela. Sólo hablabas con otros tipos resfriados. Los que se juntaban afuera de la secu se creían muy duros por ponerle al Contac, pero los verdaderos gruexos tomaban Co-Tylenol. Todos los del barrio recordadmos al Nyquilo, un camarada que se quedó en el viaje por conducir bajo la influencia. No que ahora los hipsters se meten un Next y hasta pueden seguir trabajando en sus diseños y sus fotos.

Del mismo modo, los pañuelos decían mucho de ti. De tu personalidad, tu círculo. Con estoperoles para los heavy. Bordados los de los siniestros. Los punks pues no usaban, porque soltaban la flema y los mocos contra la banqueta. Hoy día se usan de todo tipo. Los pañuelos vintage de mercadito son considerados lo más. Nada como dejar los mocos donde hubo auténticos mocos de los años setenta u ochenta. Todavía tengo tiempo de ir al mercadito esta tarde, debería buscarme uno. Uno que haga juego con este resfriado de los nuevos. O hurgar en las cosas de la familia. Usar como vintage algo que usaste de joven debe ser algo más que lo más.

1/10/2008

no es lo mismo enfrentar a godzilla que enfrentar a un tsunami

1. En una ocasión anterior, entre otras cosas, mencionamos la falta de cohesión que puede padecer una sociedad ante ciertas adversidades. Cité a Russell: en tiempos de guerra la cohesión es espontánea e inevitable, nadie puede darse el lujo de odiar a su vecino. Sin embargo, vemos que ante catástrofes naturales no surge necesariamente ese sentimiento de unidad generalizado, y no falta quien se dedique al saqueo y el pillaje.

2. En un conflicto (armado, deportivo, vecinal) cada uno desea, naturalmente, la victoria de los suyos: su país, su equipo, su familia. Ahora bien, esos a quienes consideramos “los nuestros” pueden formar grupos de muy distinto tamaño y tipo, esa idea de pertenencia es bastante maleable.

Un ejemplo deportivo. Cada vez que el América visita Monterrey, los aficionados locales desean la ruina de los americanistas. Pero cuando esos mismos americanistas representan a México en la Selección Nacional (la expresión “el equipo de todos” no es gratuita) los fanáticos regiomontanos, como los de todo el país, desean que anoten en la portería contraria, la del extraño enemigo que osa profanar con sus tachones nuestra cancha. Así, un mismo jugador que en una situación es tenido por enemigo, y como tal se le desea lo peor, en otra puede ser el héroe de los nuestros, porque entre una y otra ocasión se ha ampliado esa noción de “los nuestros”.

No tenemos en esos casos un juicio definitivo sobre un individuo, cambiamos de parecer según si consideramos que éste nos representa o no. Vemos a esos “nuestros” como una extensión, una prótesis de nosotros mismos, de tal modo que algo de sus logros recaiga sobre nuestra persona. Se les ofrece apoyo, pero en el fondo se trata de un asunto de supremacía personal, una postura egoísta. ¿Despreciable? No. Permite cierta cohesión social, temporal pero en constante renovación. Favorece el progreso. Pero no por esas ventajas debemos olvidar que se trata de un asunto de supervivencia, apenas maquillado de civilización.

3. ¿Hay esperanza de que esa noción de “los nuestros” se amplíe a grupos cada vez más y más grandes? No, tiene límites. Es una moral cerrada que necesita de adversarios y víctimas, nunca podría incluir a todo ser humano dentro de un mismo grupo.

Tomemos por ejemplo la opinión del mexicano promedio con respecto a la migración a los Estados Unidos. Se considera una ofensa que se levante el muro fronterizo, y también los métodos que la border patrol practica con nuestros compatriotas. Pero cuando un centroamericano camino de los EU es identificado como ilegal en México, se le detiene y se le deporta expeditamente, tal como harían los estadounidenses, y nadie encuentra nada anormal en que así sea.

4. En palabras de Henri Bergson:

El instinto social que hemos encontrado en el fondo de una obligación social tiende siempre –siendo el instinto relativamente inmutable- a una sociedad cerrada, por vasta que sea… Pero en sí mismo no tiene en cuenta a la humanidad. Es que entre la nación, por grande que sea, y la humanidad, hay toda la distancia de lo definido a lo indefinido, de lo cerrado a lo abierto. Se suele decir que el aprendizaje de las virtudes cívicas se hace en la familia, y que del mismo modo el amor a la patria prepara para amar al género humano. Según esto nuestra simpatía se haría más extensa por un progreso continuo, aumentaría sin sufrir variación, y acabaría por abarcar a la humanidad entera… Partiendo del hecho de que los tres grupos a que podemos ligarnos comprenden un número creciente de personas, se llega por ello a la conclusión de que estas ampliaciones sucesivas del objeto amado corresponden simplemente a una dilatación progresiva del sentimiento… Pero entre la sociedad en que vivimos y la humanidad en general hay, lo repetimos, el mismo contraste entre lo cerrado y lo abierto; la diferencia entre los dos objetos es de naturaleza y no simplemente de grado… ¿Cómo no ver que la cohesión social es debida en gran parte a la necesidad que tiene la sociedad de defenderse contra otras, y a la de que se ame en primer lugar a los hombres con quienes se vive, contra todos los demás hombres. (tomado de Las dos fuentes de la moral y de la religión)


5. Por eso es más sencillo conseguir esa cohesión social cuando hay un enemigo a la vista. Y entre más atemorizador se presente al enemigo, o más antiguo sea el odio que se le tiene, mejor funcionará la lucha contra él como elemento unificador de un grupo. Pero esa moral hace corto circuito al enfrentarse a un fenómeno natural. Si la amenaza es una fuerza ciega de la naturaleza a la que no se puede “vencer”, sólo protegerse y sobrevivir, ¿a quién se le da prioridad? ¿Cada quien para sí mismo, o cada quién para el grupo? Como decíamos al principio y la semana anterior, aquí la respuesta no es tan uniforme como en los conflictos armados, y aparecen la rapiña y el acaparamiento.

6. No hace mucho veía por televisión El día después de mañana, película donde el calentamiento global ocupa el lugar de Godzilla y los extraterrestres, las amenazas que se cernían sobre la humanidad en las anteriores películas de Roland Emmerich. “¿Cómo puede terminar una película de Emmerich sin monstruos? ¿Contra quién van a pelear los gringos aquí?”, preguntó un amigo. Efectivamente, el film tiene un final deslucido: sigue a un pequeño grupo de personajes salvando su pellejo, simboliza una hecatombe con un par de ancianos que románticamente son cubiertos por la nieve e interrumpe su anécdota a sabiendas de que el desastre no termina ahí. No parece un final, no con los parámetros de Hollywood que pretende seguir.

No es cosa de culpar a Hollywood por nuestra miopía estética o moral. Al contrario: los filmes con villanos reventones funcionan porque desde antiguo hemos tenido una respuesta más emotiva y uniforme ante ellos que ante amenazas impersonales. Y, como apuntábamos la semana anterior, así nos ocurre tanto en los conflictos representados como en los reales. Y, faltaba más, es motivo para pintar los conflictos reales con los colores de la representación.

7. La Guerra Fría del siglo pasado era explicable por el temor mutuo a desencadenar un conflicto que sería devastador para ambos bloques y para el resto del mundo. Pero su larga duración sólo es explicable por lo útil que resultaba para los dos bandos a la hora de pacificar a sus respectivos pueblos. Estadounidenses y soviéticos tenían una población numerosa y variopinta, en un caso por la constante inmigración y en el otro por haber aglutinado bajo una misma bandera varias naciones. La posibilidad de un monstruo extranjero dispuesto a acabar con su modo de vida resultaba eficiente, unía por el temor y el odio lo que no podía unirse cultural o económicamente.

Sin ir tan lejos, los votantes de nuestras últimas elecciones presidenciales no estaban muy al tanto de los programas de cada candidato. El impulso que les mandaba a las urnas era detener a la “ultra-derecha” o al “peligro para México”. Es una representación, dramatizada, y funciona.

8. En tiempos menos gazmoños estos motores para cohesionar grandes masas eran reconocidos abiertamente. Y con buena pluma:
Sin esta violencia en los comportamientos, común a hombres y mujeres, sin un aditamento de fanatismo e intolerancia, no hay entusiasmo ni eficacia. Apuntamos por encima del blanco para dar en el blanco. Cada acto contiene algo de exageración y falsedad en sí mismo.
Emerson, Nature (1881).
De ningún modo Emerson desconocía los peligros del fanatismo, pero no estaba retratando una utopía, sino el modo en que efectivamente se conduce el mundo. El inconveniente, para los creadores de monstruos que espantan multitudes, es que aunque trabajen con representaciones, la gente exige que la solución se ocurra en el mundo real, no el simbólico. Si no, véase cómo la caza, humillación y muerte de Saddam Hussein, por espectacular que fuera, no cambió en nada la apreciación que se tenía de la invasión a Iraq dentro y fuera de EU. Y el inconveniente de los que son gobernados por creadores de monstruos es que cada vez que esa imagen falla, prestamente se fabrican otras nuevas.

6/23/2007

el libro como escaparate

Hace dos años, tras la petición de una madre de familia, una high school de Pennsylvania aceptó que sus libros fueran clasificados a la manera de las películas, para proteger a sus alumnos de contenidos considerados inapropiados. Todavía parece lejana la amenaza de los libros con la etiqueta “léase bajo la supervisión de un adulto,” pero hay otra práctica de la industria cinematográfica que está echando raíces en el medio editorial, y con mayor aceptación: la colocación de marcas comerciales dentro de una historia.

Anansi Boys y The Bulgari Connection

Neil Gaiman subastó en Ebay la oportunidad de bautizar un barco que aparecería en su novela Anansi Boys (la ganadora fue una línea de cruceros), pero ese dinero era para The Comic Book Legal Defense Fund. Durante el 2005 más autores (Chabon, Eggers, Palahniuk) siguieron el ejemplo de Gaiman para obtener fondos que permitieran la superviviencia del First Amendment Project. Hasta ahí la acción tiene sentido. En lugar de un escrito con apoyo moral a la institución o firmar una inútil carta de respaldo, los autores encontraron un medio de proveerle fondos.

La cuestión se hace más delicada cuando el autor obtiene un beneficio personal, y el texto se ve modificado (incluso en su título) para servir como plataforma publicitaria de un producto. El caso más sonado ha sido The Bulgari Connection (Harper Collins, 2001) de Fay Weldon. Originalmente se trataba de un libro para distribuir entre 750 clientes selectos de la joyería italiana Bulgari, un producto parecido a la serie de cortos The Hire, pagada por BMW para lucir sus coches.

Hasta ese momento The Bulgari Connection parecía una forma asfixiante de mecenazgo, pero se convirtió en publicidad a secas cuando, poco después, el libro salió a la venta para el público en general. Weldon asegura que está tan bien o mal escrito como el resto de su obra, la única diferencia son las referencias a Bulgari en ella, pero eso no evitó una lluvia de críticas por parte de sus colegas.

Cathy's Book y The Sweetest Taboo

Para cuando publicó The Bulgari Connection, la escritora ya tenía una carrera de varias décadas y gozaba de cierto reconocimiento entre sus contemporáneos, lo que la convierte en un caso atípico. Al parecer el área de mayor interés para el product placement literario serán los best sellers policiacos y la literatura juvenil. Un convenio sonado fue el que Sean Stewart tuvo con los cosméticos Cover Girl, el cual no implicaba ningún pago directo, pero sí la promoción de su novela Cathy's Book en el sitio Beinggirl.com, a cambio de mencionar los productos de Cover Girl en ella.

Cabe aclarar que las credenciales de Stewart en el medio editorial lo acreditan como todo un mercenario, y que este movimiento es una consecuencia natural de su trabajo previo. Antes la británica Carole Matthews consiguió un contrato similar con Ford para su libro The Sweetest Taboo (Avon Trade, 2004).

En general, la literatura juvenil reciente y los best sellers son más un asunto de marketing que literario: con el product placement en ellos sólo se está comprometiendo lo que ya estaba comprometido. Con o sin anuncios pagados, esos libros ya eran sólo una marca a la venta. En todo caso, habría que estar atentos a casos como el de Weldon.

Michael Chabon conoce ambos lados de la discusión

No fue poco el ruido que causó The Bulgari Connection. Llama la atención que uno de los críticos que la lapidaron en la primera plana del New York Times, junto a J. G. Ballard y Rick Moody, fue Michael Chabon, quien participaría cuatro años después en la subasta de nombres a beneficio de The First Amendment Project. Es decir, la discusión no está tanto en la práctica como en los beneficiarios de ésta, y en quién toma la iniciativa, el escritor o aquel que paga por incluir un nombre en la obra.

El primer impulso es sumarse a las críticas: es una negociación que merma la credibilidad del autor. Pero habiendo ya nombres importantes expresando su desaprobación, juguemos al abogado del diablo, sin aprobar la práctica, sólo cuestionando si estamos siendo ingenuos al considerarla novedosa.

El contexto original del product placement

Sería preferible que no se propagara el product placement en los libros. El mundo contemporáneo ya está suficientemente mercantilizado como para tener anuncios escondidos en la literatura. Pero no es la primera tentación ni la peor de su tipo. ¿Cómo vende un escritor su libertad de manera más peligrosa? ¿Aceptando una beca gubernamental, que le prohíbe morder la mano que lo alimenta, o haciendo que sus personajes fumen cierta marca de cigarros? ¿O venderse al gobierno es aceptable, pero hacerlo a la iniciativa privada es inconcebible?

Y recordando el contexto anterior del product placement, el cine: las marcas de los coches nunca me impidieron disfrutar una película de Michael Mann. Tampoco me pareció menos gracioso el programa de Frasier donde las bromas fueron acerca del transporte Segway comprado por Niles. Y Bret Easton Ellis está orgulloso de que su generación dejara de escribir “un costoso traje italiano” y dijera sencillamente “un Armani” una expresión cuyo contexto y significado tienen más peso para el lector. ¿Sería la obra diferente si el autor le esquilmara algunos billetes a Armani en el proceso?

Preferiríamos un mundo donde ninguna de estas estrategias se aplicara. Pero las críticas vertidas sobre The Bulgari Connection tienen tan poco que ver con la literatura como el cheque recibido por su autora. Llevo un par de horas buscando notas relacionadas en internet y no he encontrado una que hable de sus aciertos o defectos literarios. Como dijo un ex editor de Random House, con ese libro se abrió la caja de Pandora, pero conviene llamar a las cosas por su nombre.