7/10/2007

alphaville

La primera vez que el Sagaz vio una escena de Alphaville debió ser en 1986 u 87. Una madrugada. La estaban pasando por Imevisión, su madre se había quedado despierta viéndola. Cuando el pequeño Sagaz preguntó qué era aquello, su madre respondió "una policiaca, pero extraña, casi no hablan y la cámara se mueve raro".

Diez años después, el adolescente Sagaz fue con el Sr. Sensato a rentar Alphaville en el Blockbuster de la Avenida Leones. Tardaron como tres horas en verla completa, pues la TV que el Sensato tenía en su madriguera se iba oscureciendo poco a poco, hasta que la pantalla quedaba completamente negra. Cuando eso ocurría había que apagar la videocasetera, golpear el televisor, apagarlo, encenderlo y continuar con la función.

Ahora, diez años más tarde, la película se exhibe en el cineclub del Gargantúa. El Sagaz no podrá estar ahí para guiarlos, así que si van a verla y notan que hay problemas, tomen el proyector, apáguenlo, denle de golpes y enciéndanlo de nuevo. Así funciona esa película.

7/09/2007

tortugas

Las tortugas mascota son una tradición en la familia de Luisa. El sábado me contó que en casa de su hermana hay una veintena de tortugas arrastrándose por el patio y por los túneles que corren bajo el patio. Una de ésas tiene 35 años. En casa de Luisa hay dos. Una, la viva, pasa el día acostada junto a las macetas; otra, la muerta, lleva un año en el congelador y algún día será enterrada en una maceta, cuando su dueña encuentre una de su agrado.

Las tortugas llegaron a la familia a comienzos de los setenta. Comenzaron con una sola, que se extravió. La madre de Luisa juntó a los niños de la cuadra y ofreció una recompensa de un peso para quien encontrara y trajera de regreso a la perdida. De no se sabe dónde, cada niño consiguió una tortuga, la presentó y cobró su recompensa. Así comenzó el criadero de quelonios.

7/06/2007

el ataque del trífido

Caminando anoche por Zaragoza, el Sr. Sagaz sintió de pronto que un leve jalón, proveniente de no se sabía dónde, intentaba detener su avance. Al mismo tiempo vio como una rama de árbol, cobrando vida, se acercarba por atrás a su cabeza. Era un movimiento calculado, seguro, como si el árbol tuviera pleno control de sus extremidades y pudiera atrapar objetos con ellas. Unos segundos después la acción arbórea tuvo explicación: la capucha de la sudadera que usaba el Sagaz contaba con un cordón, para ajustar su tamaño, y un extremo de ese cordón se había quedado prendido de la rama. Al igual que ayer, nuestro amistoso vecino volteó a ambos lados de la calle para comprobar quién había presenciado la pendejada que le acababa de ocurrir (no había nadie). Retiró el cordón, lo guardó en la mochila y siguió su camino. Por cierto, su pierna ya está mejor.

7/02/2007

poncho


Aquí va una canción de Laetitia Sadier dedicada a Poncho, que gustaba de ella. Además de Laetitia teníamos otras cosas en común: las revistas Ciencia y Desarrollo de los ochenta, una relación ambivalente con Xalapa, los grupos de Thrill Jockey, la barra del Gargantúa y varios amigos. Alfonso tocaba en Los Lichis, le interesaban las pelis de CF y las lecturas metafísicas. Se nos adelantó. Queda por acá bastante gente que lo extrañará.