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9/02/2004

alberto chimal - éstos son los días

Todo medio de transporte, al menos según la definición tradicional del término -explicó el señor Schiavoni-, requiere de algún elemento de control: debe ir por cierta ruta hacia un destino determinado. ¿Se da cuenta de qué restrictiva, qué pragmática, en el peor sentido, es semejante idea? ¿Dónde quedan el azar, el misterio, la excitación de lo nuevo...? El doctor Luciano comprendió que aquella limitación insensata era un signo de la decadencia de la cultura mundial.

Uno de los peligros de los subgéneros literarios es que agrupan autores de capacidades muy distintas bajo una misma etiqueta, sólo por compartir algunos temas o influencias. Una primera inmersión en la fantasía, CF y terror mexicanos puede dejar en el lector una mala impresión, con personajes bidimensionales que parecen sacados de un juego de rol y una recreación de los tópicos más gastados. Pero vale la pena ahondar un poco más y descubrir, en medio de tanta paja, autores tan interesantes como José Luis Zárate, Adriana Díaz Enciso y Alberto Chimal, de quien nos ocupamos en esta ocasión.

Chimal (Toluca, 1970) es un cazador de rarezas, o mejor dicho, un cazador de esas rarezas que merecen ser conocidas por un público mayor. Desde su columna Mundo raro en Excelsior, su página web y, más recientemente, la revista 24 por segundo, nos ha acercado al cine de los hermanos Quay, el cómic de Suehiro Maruo y los cuentos de Jean Ray, entre muchas otras cosas. Lamentablemente, él mismo sigue siendo una rareza, pues aunque ha conseguido publicar su nuevo libro en una editorial de amplia distribución y cuenta con varios reconocimientos a nivel nacional, muchos lectores con intereses cercanos a los suyos no se han dado la oportunidad de conocerlo.

Las minificciones de Gente del mundo (Tierra Adentro, 1998) y los cuentos de aire exótico de El país de los hablistas (Libros del umbral, 2001) son muy recomendables, pero en el primero todavía pesa la sombra de Las ciudades invisibles de Calvino, mientras que el segundo se mueve en uno de los terrenos habituales del género, la invención de cosmogonías y leyendas de pueblos imaginarios. Su colección de cuentos Éstos son los días es su trabajo más personal y mejor logrado, lo que lo convierte en el libro indicado para iniciarse en la obra de Chimal.

Es en "Shanté" donde se hace más notoria la evolución del autor. Este relato, acerca de la proyección por medios artificiales de estados latentes de la personalidad, ya había recibido buenas críticas en su versión original, recogida en el homenaje a Philip K. Dick El hombre en las dos puertas (Lectorum, 2002), pero con la revisión y ampliación a que ha sido sometido deja de ser sólo interesante para convertirse en un cuento modelo. Gira en torno a una premisa fantástica (o de ciencia ficción blanda, si se quiere ser estricto), pero ésta tarda en mostrarse, propiciando una atractiva incertidumbre en el lector, y una vez revelada los personajes tienen actitudes y diálogos veraces, propios de individuos comunes frente a una situación que los rebasa. El escenario posee la irrealidad de la duermevela, pero los seres que se mueven en él están vivos y lo proclaman con sus dudas, temores y decisiones. Un cuento sin desperdicio, con el final desplazado a un futuro cercano, abierto y conclusivo al mismo tiempo.

La parte medular del libro son las "Camas de Horacio Kustos", historias de un viajero que, en lugar de registrar la geografía y monumentos de cada tierra, se demora en las peculiaridades de las camas de los hoteles que visita. Una es émulo de la estatua sensible de Condillac (uno de los seres imaginarios comentados por Borges), otra aloja a un microscópico Duodécimo Reich, y una más funciona como cámara de teletransportación con destinos desconocidos.

También merecen una mención especial la sencilla crueldad de "Álbum", la ucronía en tono humorístico "Se ha perdido una niña" (incluida en Los mejores cuentos mexicanos 2001, de la editorial Joaquín Mortiz) y "Los personajes", donde un escritor ya establecido es acosado por los protagonistas de los libros que nunca terminó, pertenecientes a su "período de realismo histórico sociopolítico", "período de plagios desesperados" o al "período de sátira amarga".

Como en Calvino o Bradbury, la inclinación de Chimal por lo fantástico no se debe a la seguridad que da un género bien delimitado, sino a un interés por escapar al lugar común. Clasificaciones aparte, ya era una de las cartas fuertes de su generación, pero con este título consigue una voz propia y nuevos logros formales.

Alberto Chimal, Éstos son los días (Era, 2004)

Publicado en Sonitus Noctis No. 5 (Septiembre 2004)

9/01/2004

slowdive - catch the breeze

De los alguna vez adeptos al shoegaze, Neil Halstead y Rachel Goswell son los que se han mantenido más ocupados, gracias a su reencarnación como Mojave 3, y en su momento Slowdive recibió suficiente atención y fueron calificados como uno de los punteros de la nueva música. Pero actualmente se habla más y es más fácil conseguir discos de My Bloody Valentine y Cocteau Twins, los otros miembros de la trinidad de las guitarras con eco y las voces susurrantes, por eso resulta imprescindible Catch the Breeze, antología en disco doble que hace una revisión de la breve pero rica discografía de uno de los grupos clave del pasado fin de siglo.

Fueron tan solo tres discos, Just For a Day (1991), Souvlaki (el mejor para muchos de sus seguidores, publicado en 1993) y Pygmalion (1995), más un puñado de sencillos recogidos en Blue Day (1992). De ellos el que aquí tiene menos representación es el primer álbum, con sólo tres canciones, pero hay que recordar que Catch the Breeze es una recopilación realizada sin supervisión del grupo (lo cual también explica la espantosa portada), que no recuperará los derechos sobre sus composiciones hasta dentro de unos meses, situación que no parece incomodar a Rachel considerando las declaraciones que ha hecho. Ellos mismos deben ser conscientes de que en los últimos años la única forma de conseguir algunas canciones de Slowdive, como su versión de "Golden Hair" de Syd Barrett (grabada en una Peel Session de 1991), era descargándolas de la red. Aún así, es de esperar que una vez en posesión de los derechos la banda publique una caja más documentada y con mejor diseño.

El disco arranca con su primer sencillo, "Slowdive", advirtiendo que desde sus inicios adolescentes ya dominaban el sonido que los identificaría. La mayoría de los temas son cantados por Neil, pero tenemos la voz de Rachel en tracks como "Sing", "Souvlaki Space Station" (producidos por Brian Eno) y "Machine Gun". También comparecen aquí el "Some Velvet Morning" de Lee Hazlewood (antes grabado por Lydia Lunch), una extensa "Rutti" que anticipa la acústica morosa de John Parish y "When The Sun Hits", más conocida ahora por el cóver de The Gathering (donde los murmullos de Neil son cambiados por la potente voz de Anneke Van Giersbergen). La canción que da título al recopilatorio es la mejor simbiosis posible entre Cocteau Twins y My Bloody Valentine, mientras que "Alison" es una pequeña incursión en el indie pop. Mención aparte merecen la enorme "Spanish Air" y aquella "Blue Skied an' Clear" que sirviera de epílogo a The Doom Generation (Araki, 1994).

Formados cuando el shoegaze estaba siendo opacado por un dream pop más accesible, Slowdive fueron archivados junto a bandas menores como Lush y Curve. Esta antología nos recuerda que en esa generación, la que descubrió que podía hacer ambient con guitarras, era arduo conseguir canciones que fueran tan sobrecogedoras como etéreas, y que Slowdive eran de los pocos que sabían hacerlo. Su herencia ha sido recogida por grupos de los más diversos tipos: desde el mencionado cóver de The Gathering hasta la electrónica minimal de Lali Puna, Styrofoam y múm, quienes les rindieron homenaje con el disco Blue Skied an' Clear (Morr, 2002). Tomando en cuenta que con Mojave 3 se desplazaron hacia los terrenos de Cowboy Junkies y Nick Drake, y que el disco grabado en solitario por Rachel, Waves Are Universal (4AD, 2004), no llenó las expectativas, debemos resignarnos a que ella y Neil no volverán a grabar nada que suene a Slowdive.

Slowdive - Catch the Breeze (Sanctuary, 2004)

Apareció en Sonitus Noctis No. 8 (Febrero 2004)

philip glass ensemble


Auditorio Luis Elizondo , Monterrey. 23 de marzo de 2004.

Lo mejor de cada mundo. Técnica de conservatorio con la versatilidad y atrevimiento de un conjunto de música popular. Composiciones que requieren un tremendo entendimiento entre los músicos interpretadas por un ensamble que lleva tres décadas unido. Los avances tecnológicos de la música occidental (atención: el ingeniero de sonido es presentado como un miembro del ensamble) con la técnica compositiva y vitalidad de la música oriental, y no simples aderezos de world music como pretenden algunos críticos que rebajan a Glass a la categoría de un Peter Gabriel de cámara. Una retrospectiva de treinta años de carrera ejectuada con la seguridad y libertad que da saberse uno de los compositores más influyentes y detestados de los últimos tiempos. Philip Glass , el autor de la determinante Einstein on the Beach, de la famosa trilogía Qatsi y del nuevo score para el Dracula de Browning y Lugosi , estaba en Monterrey.

La velada, que comenzó con apenas diez minutos de retraso y se prolongó durante poco más de dos horas, se compuso de extractos de Music in Twelve Parts (1971–1974, compendio de las técnicas usadas por el compositor en su primer período), Einstein on the Beach (1976), Glassworks (1983), Koyaanisqatsi (1982), Powaqqatsi (1988), Low Symphony (1992, fuera de programa) y Akhnaten (1984), estas dos últimas compuestas originalmente para orquesta, aquí en arreglo para ensamble de teclados, percusiones, instrumentos de viento y soprano. Para esta ocasión la Sociedad Artística Tecnológico suspendió sus habituales presentaciones didácticas y fue el propio Glass , con la grave dicción de sus 67 años, quien presentó cada pieza.

El ensamble, cuya disposición sobre el escenario recuerda más un puente de mando que un conjunto de cámara, tiene sus principales puntos de apoyo en el teclado de Michael Riesman , también director, y la voz de Lisa Bielawa , utilizada en las composiciones de Glass como un instrumento más, creador de células rítmicas que combinadas con las de los otros instrumentos generan la melodía. El propio Glass se reserva un papel más modesto dentro del ensamble, aportando desde su teclado secciones rítmicas de menor complejidad que las de Riesman .

Es sabido que, independientemente de la educación musical que se tenga, el carácter repetitivo de las obras de Glass las hace exasperantes para muchos melómanos, lo cual no justifica la deserción de unos cincuenta integrantes del auditorio poco antes del intermedio: la decisión de acercarse o no a esta música debería haberse tomado antes de comprar el boleto, no en plena sala de concierto, ocupando lugares que podrían haber sido para otros con mayor interés en la obra de este músico nativo de Baltimore. Una más en la cuenta del conocedor público regiomontano.

A quienes permanecieron en el recinto les quedará el recuerdo de uno de los mejores conciertos de la temporada: vigor interpretativo, pleno dominio de los instrumentos e impecable coordinación al servicio de partituras mesméricas y envolventes.

Philip Glass , teclados. Michael Riesman , director y teclados. Lisa Bielawa , teclados y soprano. Eleanor Sandersky , teclados. Jon Gibson , flauta, saxofón soprano. Richard Peck , saxofón alto, saxofón tenor. Andrew Sterman , flauta, pícolo , clarinete bajo. Dan Dryden , mezcla de sonido. Músicos invitados: Mick Rossi y Frank Cassara , percusiones.


Apareció en Sonitus Noctis No. 1 (Abril 2004)

neil gaiman - coraline

Quédate con nosotros -pidió la voz de la figura que estaba al fondo de la habitación-. Nosotros te escucharemos, jugaremos contigo y nos reiremos todos juntos. Tu otra madre construirá mundos enteros para que los explores, y los desmontará de noche, cuando los hayas recorrido.

En la miríada de influencias que alimentan la obra de Neil Gaiman (Portchester, 1960) sobresalen algunos de los textos canónicos de Occidente y Oriente: su mundo feérico es el de Shakespeare, su exotismo el de Las mil y una noches, y algunos de los más conspicuos moradores de su tierra del sueño provienen de las páginas de la Biblia. Sin embargo, cuando se ocupa de temas marcadamente siniestros, Gaiman no recurre al Gran Relato Gótico decimonónico, sino a cuentos infantiles de la tradición oral de su país, como los recopilados en The Penguin Book of British Folktales. De ese volumen proviene la historia de los niños alados narrada en el número 62 de The Sandman, y también "Pear Drum", cuento que sirve de modelo a su primera novela infantil, Coraline, que el pasado 17 de abril recibió el premio Nebula en la categoría de novela breve, luego de recibir el Hugo en la misma categoría y el Bram Stoker al mejor trabajo para lectores jóvenes.

Cuando se supo que su siguiente libro, tras el éxito de American Gods (premios Hugo, Nebula y Bram Stoker de novela), sería una pieza de literatura infantil no pocos acusaron a Gaiman de estar abordando el Expreso Hogwarts, sospechoso vehículo en el que hoy día viajan lo mismo Clive Barker que Isabel Allende. Pero los temores se disiparon pronto: desde las primeras páginas de Coraline es notorio que no sólo no se trata de un acto oportunista, sino que es una consecuencia lógica de los intereses de Gaiman. La Coraline del título es una chica que, como los personajes de American Gods, debe enfrentar el lado gris del culto al trabajo: aunque tiene a sus padres todo el tiempo en casa, éstos pasan todo el día frente a la computadora y rara vez le prestan atención.

Como escape a su insatisfacción se le ofrece un pasadizo que conduce a una casa idéntica a la suya, donde habitan unos padres muy parecidos a los suyos, pero con botones en lugar de ojos. En ese mundo paralelo, que tiene el tamaño de la casa y apenas unos metros más, la altivez de los gatos y la excentricidad de los ancianos cobran sentido, la comida sabe mejor y la ropa es más vistosa. La aventura de Coraline consistirá en develar los peligros de ese otro mundo y encontrar el camino de regreso a casa. La prosa es sencilla, la acción se desarrolla con rapidez y cada capítulo viene precedido de una ilustración de Dave McKean, que para la ocasión estrena trazos simples, con poco juego de sombras y sin recurrir al collage.

Además de su relación con los cuentos populares británicos, Coraline se inscribe en la tradición de aventuras fantásticas emprendidas por niños insatisfechos, como la Alicia de Carroll, el Bastian de Ende o la Chihiro de Miyazaki (cuya Princesa Mononoke fue adaptada al inglés por Gaiman). Desgraciadamente, donde esas fantasías presentan mundos en los que rigen la ambigüedad, la amoralidad o códigos de conducta nunca del todo descifrados, Gaiman cae, hacia el último tercio del libro, en un planteamiento maniqueo que resulta poco elegante para este tipo de narración.

Además, la buena acogida que tiene la obra de Ende desde los ochenta y la reciente celebridad de J.K. Rowling nos hablan de que incluso los más jóvenes gustan de un poco de incertidumbre e intriga en sus lecturas. Siendo Gaiman uno de nuestros favoritos pesa decirlo, pero parece que ha caído en la trampa de subestimar a los primeros lectores, ésos que por derecho natural debería considerar más cercanos a su obra.

Es muy probable que Coraline sea la última obra de Gaiman antes de su transformación en fenómeno de masas: la adaptación cinematográfica la está realizando Henry Selick, el animador de The Nightmare Before Christmas, y cada vez se habla más seriamente de llevar al cine Death: The High Cost of Living. Para los que estén interesados en leer "Pear Drum", la versión de este cuento firmada por Lucy Clifford (con el título "La nueva madre") está incluida en la antología El gran libro del terror (Martínez Roca, 1990).

Neil Gaiman, Coraline (Salamandra, 2003).

Apareció en Sonitus Noctis No. 2 (Junio 2004)

the magnetic fields - i

Growing older is killing a child who laughed and smiled at anything.
Stephin Merritt

Para espanto de sus seguidores, Stephin Merritt empacó el teclado, el banjo y las campanitas para mudarse a Nonesuch, filial de Warner con fama de varadero para músicos que han dejado atrás sus días de mayor inquietud. Pero, por lo que podemos escuchar en este álbum, el primero de The Magnetic Fields en casi cinco años, el desenfado de Merritt no depende del dinero invertido en producción y distribución, sino que es algo que lleva injertado tan hondo que lo mismo podrían soltarle una orquesta completa, o la más aséptica de las producciones, y él se las arreglaría para seguir sonando engañosamente simplón. Además, para un nostálgico de la electrónica de los ochenta y el sonido Tin Pan Alley, terminar como compañero de sello de Laurie Anderson y Randy Newman debe sentirse como volver a casa.

Este i, compuesto por catorce canciones cuyos títulos comienzan con esa letra, reafirma el cambio de estilo anunciado en 69 Love Songs (Merge, 1999). Parece que Merritt planea reducir el revival new wave a los discos de Future Bible Heroes, pues aquí aparece únicamente en la adictiva "I Thougth You Were My Boyfriend", y ni siquiera ésta se salva del acompañamiento de cello. Pero aun metidos al pop de cámara esto sigue siendo The Magnetic Fields: una voz espantosa, que le viene de maravilla a esa melancolía sin inhibiciones con arreglos de juguetería, hablando sobre las oportunidades perdidas, los amores fallidos y el recuerdo como única salvación personal.

Las canciones están dispuestas a manera de trampa. Comienza con lo más ligero, para continuar con tracks divertidos como "I Wish I Had An Evil Twin" e "In An Operetta", y justo cuando el escucha está más desprevenido deja caer las descorazonadoras "Infinitely Late At Night", "Is This What They Used To Call Love" e "It's Only Time", siendo estas dos últimas de las canciones más bellas y tristes que el autor haya realizado. El rescate de "I Don't Believe You", sencillo de 1998, está de más en un disco que no necesitaba ningún guiño al pasado para ganar credibilidad.

A lo largo de su carrera, Merritt ha demostrado estar dispuesto a probar diversos registros y medios. Es el cerebro detrás de cuatro grupos, cada uno con una identidad propia (además de The Magnetic Fields tiene Future Bible Heroes, The 6ths y The Gothic Archies). Su música ha aparecido lo mismo en comedias románticas que en recopilaciones góticas, y últimamente presta sus composiciones para los audiolibros de Neil Gaiman y Lemony Snicket (pueden encontrar a este último con su nombre real, Daniel Handler, entre los participantes del 69 Love Songs). No debería sorprender que un individuo con semejante necesidad de atención decidiera cambiar de rumbo a estas alturas. Y mientras los resultados se mantengan al nivel de este disco, bienvenidos sean los nuevos Magnetic Fields.

The Magnefic Fields - i (Nonesuch, 2004).

Apareció en Sonitus Noctis No. 3 (Julio 2004).

la discografía de cranes

No es casual que Alison Shaw sea admiradora de Tom Waits. Quizá vea en el cantante del piano alcohólico un caso parecido al suyo. Ninguno de los dos es capaz de alcanzar registros vocales impresionantes, tampoco puede decirse que sus voces sean bellas en un sentido convencional, pero de algo pueden estar seguros: nadie en este planeta suena parecido a ellos, y tratar de imitarlos supondría un suicidio profesional para cualquiera.
 

La voz de Alison Shaw

La voz de Alison ha sido descrita como la de un fantasma infantil encerrado en el ático, la de una niña poseída o, más mundanamente, como Vanessa Paradis grabando para 4AD. A la peculiaridad de su voz se agregaba, en los inicios de su carrera, una pronunciación tan indescifrable como la de la primera Elizabeth Fraser.

Durante varios años los sitios web de sus fans interpretaron la letra de "Starblood" como "earth kiss, hear my prayer, my farewell", donde la canción decía simplemente "I'll kiss you with my starblood", como se supo al publicarse el cancionero 'Til the Stars Shine (1998).

Contar con esta voz como sello distintivo de Cranes puede crear la ilusión de que el grupo ha tenido una obra uniforme, cuando en realidad ha sufrido drásticos cambios de estilo con el paso de los años.

Self-Non-Self (1989)

Cranes es básicamente la creación de Jim y Alison Shaw, hermanos nativos de Portsmouth, Inglaterra, que pasaron la adolescencia escuchando a Joy Division, The Birthday Party, Einstürzende Neubauten y The Young Gods. A mediados de los ochenta, al regresar Alison del internado descubrió que su hermano había aprendido a tocar la guitarra y la batería, y que ambos tenían un serio interés en producir música propia. Ella aprendió a tocar el bajo y desarrolló un estilo vocal propio (si bien hasta la fecha se le dificulta cantar y tocar al mismo tiempo) y en 1986 editaron un casete titulado Fuse(Bite Back), ya con el nombre de Cranes, que hace referencia a la multitud de grúas que erizaban el horizonte de Portsmouth en esa década.

Self-Non-Self(Bite Back, 1989) fue su primer disco. Aunque la mayoría de sus seguidores coinciden en que es lo más oscuro que han grabado, lo cierto es que los Shaw tenían poca experiencia como autores de canciones y nada en él hacía suponer que dos años más tarde grabarían un gran álbum.

La instrumental "One From the Slum" recuerda la banda sonora de una película de acción serie b, y tracks como "Heaven or Bliss" y "Beach Mover" confunden la introspección con la desgana. Lo mejor de este mini LP es la rítmica "Focus Breathe", todavía bajo la influencia del goth rock de los ochenta.

Uno de los primeros en intuir las posibilidades del grupo fue John Peel, el legendario conductor de Radio 1, que los invitó a grabar una sesión en sus estudios el 9 de julio de 1989. A diferencia de The Cure y Siouxsie, los Shaw jamás han editado como disco esta Peel Session.

Luego de Self-Non-Self, ya con los guitarristas Mark Francombe y Matt Cope como parte del grupo y Jim refugiado tras la batería, Cranes firmó contrato con el sello Dedicated y grabaron tres EPs (Inescapable, Espero y Adoration) en lo que preparaban su primer disco de larga duración.
 

Wings of Joy (1991)

En Wings of Joy (Dedicated, 1991), el eco y los acordes ominosos de Self-Non-Self son reemplazados por piezas melódicas y envolventes, en las que tiene una mayor participación el piano.

Es difícil escoger una favorita en este disco, pero podemos mencionar que incluye uno de sus clásicos, "Beautiful Sadness", y "Starblood", que rompe con el tono del resto del álbum pero es otro de los grandes logros del grupo: batería fúnebre y densas capas de distorsión épica que nunca han podido recrear en concierto.

Fue este disco el que llamó la atención de Robert Smith y Simon Gallup, que tomaron a Cranes como acto abridor de la parte americana del Wish Tour, en el que Jim y Alison tuvieron su primer contacto con el público mexicano, abriendo el concierto de The Cure en Monterrey el 16 de junio de 1992. Desde entonces México ha sido una de sus plazas fuertes y han vuelto en casi todas sus giras de promoción.

Forever (1992)

Aunque siguen grabando buenos temas nunca han intentado recuperar el sonido de Wings of Joy.

A partir de Forever (Dedicated, 1992) la dicción de Alison se tornó menos críptica y fue posible comprender los principios líricos y estéticos de Cranes: son la belleza y el gozo (presentes, recordados o deseados), y no la angustia ni la desesperación, los que generan el tono melancólico de canciones como "Cloudless" y "Rainbows".

En contraste, "Jewel" y "Clear" suenan a éxito de college radio de los noventa y, como "Starblood" en el disco anterior, ahora es "Adrift" la que posee una elevación épica que no aparece en las demás canciones.

Ese mismo año Dedicated reeditó Self-Non-Self con dos tracks más que en la versión original.

Loved (1994)

Dos años más tarde llegó su disco más complaciente y de mayor impacto mediático (es un decir), Loved (Dedicated, 1994). Éste incluía remezclas de Flood (productor de Nine Inch Nails y Depeche Mode, entre otros) y el video de "Shining Road" llegó a tener cierta rotación en MTV.

"Rêverie" y "Lilies" son de las contadas canciones de su repertorio que consiguen que el público de sus conciertos cante a coro.

Menos ordinarias son "In the Night" y "Paris and Rome", que recuperan algo de la dulce tristeza de sus mejores composiciones.
 

Population 4 (1997)

A Loved siguió otro disco menor, Population 4 (Dedicated, 1997). Matt Cope dejó el grupo luego de la gira de 1995, y desde entonces Jim se ocupó de la guitarra principal, dejando la batería a Manu Ros, quien permaneció en Cranes sólo durante la promoción de este material. También fue en este disco donde Jim se estrenó como cantante, con "Stalk".

Population 4 es complaciente en un sentido diferente a Loved, pues es más suave, casi folk por momentos, como en "Tangled Up" y "Sweet Unknown", mientras que "Can't Get Free" y "Brazil" podrían haber sido firmadas por Tanya Donelly o Juliana Hatfield.

El ritmo sube en "Fourteen" y "To Be", pero en general se trata de un disco sin destellos de genio. Considerando que la promoción del material y la organización de la gira no fueron los adecuados, Cranes rompió relaciones con Dedicated, pero antes de su salida el sello editó como disco doble su EP Collection (1997).
 

Salida del sello Dedicated y creación de Dadaphonic

Esa ruptura significaría para Cranes un regreso al comienzo en todos los sentidos. Perdieron derechos sobre el material que habían grabado hasta ese momento y con ellos la posibilidad de reeditarlo, tampoco llegaron a un acuerdo satisfactorio con ningún otro sello. Los Shaw componían y grababan solos de nuevo, como en los primeros días del grupo, y además habían perdido interés por el estilo mostrado en Loved y Population 4.

La solución a sus problemas fue la creación de su propio sello, Dadaphonic, una espera de cuatro años y un nuevo estilo cargado hacia el pop etéreo, de inspiración cinemática y con algunos toques del sonido de Bristol.

Su interés por las bandas sonoras no era novedad, después de todo ya habían compuesto una para el cortometraje Scarborough Ahoy! (1994) y grabado un disco de música incidental para Las moscas de Sartre, titulado La Tragédie d'Oreste et Électre (Dedicated, 1996).
 

Future Songs (2001) y Particles and Waves (2004)

Su primera referencia en Dadaphonic fue el álbum Future Songs (2001), acompañados por el baterista John Callender y el guitarrista Paul Smith. Se trata de un regreso a las canciones interesantes, ahora de temática sentimental y con atmósferas hipnóticas, como "Submarine" y "Future Song".

También aparecen en ese disco un collage sonoro titulado "Eight" y un poco de pop acústico de buena factura. Repetirían este estilo en Particles and Waves (Dadaphonic, 2004), editado en Europa en mayo de este año y todavía pendiente de aparecer en América vía Instinct Records.

PD: Particles and Waves se editó en Estados Unidos en septiembre de 2005, en Manifesto Records, acompañado de un DVD con cuatro canciones, el primer registro oficial de Cranes en vivo. Este artículo apareció en Sonitus Noctis No. 4 (Agosto 2004)

8/26/2004

the tiger lillies/kronos quartet - the gorey end

En 1999 Martyn Jaques, cantante y compositor de The Tiger Lillies, recibió un paquete de Edward Gorey. En su interior había una piedra que, según las instrucciones que la acompañaban, se transformaría en una rana si era observada fijamente durante un buen tiempo. Con la piedra venía una pila de papeles: versos y diálogos, sin ilustraciones, la obra inédita de Gorey.

El autor de The Ghastlycrumb Tinies, el eslabón perdido entre Edward Lear y Tim Burton, estaba invitando a The Tiger Lillies a musicalizar sus textos. Esta asociación no tendría nada de raro (los espectáculos que monta Jaques están animados por el mismo humor mórbido que caracteriza la obra de Gorey), de no ser por el hecho de que ninguno de los dos sabía de la existencia del otro hasta ese año, cuando The Tiger Lillies dejaron las islas británicas para dar una gira por los Estados Unidos.

Al principio Jaques pensó usar esos textos en una pieza teatral, la cual sería dirigida por Terry Gilliam, pero ya se sabe lo que suele pasar con los proyectos donde participa Gilliam. Abortado ese plan, se decidió a grabar un disco que vería la luz tres años después, con trece canciones (¿cuántas si no?) en las que modifica un poco los originales y cuenta con el acompañamiento del Kronos Quartet.

The Gorey End suena a cabaret, decadencia y circo, una especie de Pascal Comelade saturado de helio: al piano, batería y bajo se añaden un serrucho cantante, instrumentos de juguete, ukelele, acordeón, ladridos y una voz, absurdamente aguda, que recita versos acerca de una niña destrozada por los perros, una bailarina que se ahorca con las cintas de sus zapatillas y una sustancia fatal llamada QRV. La música puede ser festiva ("Besotted Mother" y "Hertha Strubb"), triste ("Learned Pig" y "Hipdeep Family") o desvergonzadamente dramática ("Dreadful Domesticity"), pero siempre prevalece el aire de bufonada cruel. La participación del Kronos Quartet es meramente testimonial, pues sólo tienen partes relevantes en "Weeping Chandelier" y "Jesus on the Windshield".

Éste es un disco para escuchar con el cuadernillo en la mano. La mezcla es vistosa, pero el ritmo carnavalesco y las voces teatrales pierden su novedad pasadas las primeras canciones, y es entonces cuando se hace más notorio que el motivo original del álbum fueron las letras. Lo cual no es nada despreciable, pues este Gorey de los últimos años es tan bueno como el de las célebres antologías Amphigorey (1972) y Amphigorey Too (1975).

Edward St. John Gorey murió el 15 de abril del año 2000, unos días antes de la fecha en que se reuniría con The Tiger Lillies para escuchar por primera vez las canciones.


The Tiger Lillies/Kronos Quartet - The Gorey End (EMI, 2003)

Apareció en Sonitus Noctis No. 4 (Agosto, 2004)

mirabilis - pleiades

Es paradójico que un grupo llamado This Ascension entre en un período de estancamiento tan prolongado. No dejan de presentarse en pequeños clubes, y los devotos de Projekt siguen considerándolos uno de los actos distintivos del sello, pero ya han pasado cinco años desde su último disco, Sever, y en él ya se notaban síntomas de desgastamiento. Además, nunca tuvieron muchas esperanzas de abandonar las ligas menores del darkwave: en parte por la inmensa sombra que Black Tape For A Blue Girl tiende sobre todos sus protegidos, en parte por su sonido, que los recién llegados a la escena oscura deben encontrar anacrónico, lo cual es una lástima porque Dru Allen es una de las mejores voces del género en América.

Para entretener la espera, a comienzos del 2000 Dru sugirió a Summer Bowman, de The Machine in the Garden, conociendo que ambas tenían formación musical clásica y habían participado en coros, crear un proyecto vocal dirigido tanto a la escena como al público ajeno a ésta, en el cual pudieran adaptar a una sensibilidad contemporánea algunas de sus canciones tradicionales y versos favoritos. Así fue como nació Mirabilis.

Muchas cosas han cambiado desde la concepción Mirabilis hasta este 2004, en el que han conseguido editar Pleiades, su primer álbum. En un principio planeaban grabar a capella (como puede notarse en el EP que publicaron el año pasado con Fossil Dungeon), pero en el producto final se han colado percusiones, piano y programación. Hacen bien en definirse como una banda de sonido etéreo y neo clásico, en lugar de folk, pues se toman muchas libertades al adaptar las canciones tradicionales y, lo más interesante, son las composiciones originales de corte etéreo las que lucen más en Pleiades.

Aunque sigan afirmando que su modelo son Miranda Sex Garden, la estrategia de colaboraciones (Regeana Morris de The Changelings, Katy Belle de Matson Belle y la desconocida Rebecca Colleen Miller), y piezas como "In the Dark" y la impresionante "Hide Away", sugieren que cada vez que se distancien del cancionero tradicional estarán apuntando a This Mortal Coil. En una entrevista reciente, Dru afirmó que en futuras grabaciones podrían hacer arreglos a standards de jazz y alguna canción pop, así que la comparación no es tan arriesgada.

Parte de Pleiades ya había sido escuchada antes: "Riu Riu Chiu", villancico español del siglo XV, formaba parte de la recopilación navideña Excelsis (Projekt Records, 2001), mientras que "Tears" (anónimo del s. XVII), "Weep, O Mine Eyes" (John Bennet, s. XVII) y "An Epitaph" (Stephen Hawker, s. XVI) aparecían en el EP de Fossil Dungeon. Entre las nuevas grabaciones despuntan "O Virga ac Diadema" de Hildegard von Bingen, ésta sí a capella, la canción tradicional británica "Scarborough Fair" y "Nox Nivosa", del autor masónico Walter Leslie Wilmshurst. Dru y Summer no lo dicen, quizá por respeto a sus grupos de origen, con los que piensan seguir trabajando, pero Pleiades es, por mucho, el mejor trabajo de sus carreras.

Mirabilis - Pleiades (Middle Pillar, 2004)

Apareció en Sonitus Noctis No. 4 (Agosto 2004)