1. Hacia las diez de la noche, un Ruta 17 Auditorio devolvía al Sr. Sagaz a su madriguera. El tipo medio leía una revista, medio dormía, medio veía lo que había en torno suyo. Entonces, cuando el camión aceleraba sobre la avenida Morones Prieto, notó algo en el coche que ocupaba el carril de al lado. Era Frau Brenda en el asiento trasero.
El Sr. Sagaz se puso a manotear y a hacer caras. Ya no recuerda si realmente gritó, o si todo se hizo con ademanes y esos movimientos labiales de cuando uno simula gritar pero en realidad no sale ni un susurro, como cuando tenemos ganas de cantar pero estamos en una oficina, o como hacemos al "hablar" con alguien a través de un cristal.
Unos labios dijeron "VOY AL BARRIO, AL BARRIO"
La respuesta, desde el Ruta 17: "YO A CASA, A CA-SA"
Desde el coche: "NO SEAS..." (aquí inserte esa seña que en el resto del Occidente civilizado significa "OK", pero que en nuestras tierras es señal de "culo").
De nuevo desde el 17: "TENGO SUEEEÑO".
Abajo: "CU-LO, CU-LO, CULOOO", repitiéndose durante todo el trayecto, hasta Morones y Cuauhtémoc.
10/13/2006
10/12/2006
el libro de la memoria (2)
"Dos caras son parecidas -escribe Pascal-, y aunque ninguna de las dos sea graciosa por sí misma, su similitud nos hace reír". Las caras riman a los ojos, así como las palabras riman al oído. Para llevar estas conclusiones un poco más lejos, A. cree que es posible que los hechos de la vida también rimen. Un joven alquila una habitación en París y luego descubre que su padre había estado escondido en aquella habitación durante la guerra. Si estos dos hechos tuvieran que considerarse por separado, habría poco que decir con respecto a cualquiera de ellos; pero la rima que crean al ser relacionados modifica la realidad de ambos.
...
Estas conexiones son muy comunes en los trabajos literarios (para volver a aquella idea) pero uno tiende a no verlas en el mundo, pues el mundo es demasiado grande, y la vida de uno demasiado pequeña. Es sólo en esos raros momentos en que uno cree vislumbrar una rima en la vida, cuando la mente puede saltar fuera de sí misma y servir como puente para cosas que están más allá del tiempo y del espacio, más allá de la vista y de la memoria.
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"El pasado se oculta -escribe Proust-, fuera de los dominios y del alcance de nuestra inteligencia, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca".
Paul Auster, "El libro de la memoria".
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Estas conexiones son muy comunes en los trabajos literarios (para volver a aquella idea) pero uno tiende a no verlas en el mundo, pues el mundo es demasiado grande, y la vida de uno demasiado pequeña. Es sólo en esos raros momentos en que uno cree vislumbrar una rima en la vida, cuando la mente puede saltar fuera de sí misma y servir como puente para cosas que están más allá del tiempo y del espacio, más allá de la vista y de la memoria.
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"El pasado se oculta -escribe Proust-, fuera de los dominios y del alcance de nuestra inteligencia, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca".
Paul Auster, "El libro de la memoria".
10/11/2006
el libro de la memoria
Pensó que tal vez estuviera dando vueltas alrededor de los círculos del infierno, que la ciudad podría haber sido diseñada como modelo de ese otro mundo subterráneo, un modelo basado en una representación clásica de aquel lugar. Luego recordó que algunos especialistas del siglo dieciséis (por ejemplo, Cosme Roselli en su Thesaurus Artificiosae Memoriae, Venecia, 1579) habían usado diagramas del infierno para representar los sistemas de la memoria. Y entonces advirtió que si Amsterdam era el infierno y el infierno era la memoria, tal vez tuviera sentido que se perdiera.
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A veces caminamos por la ciudad y nos parece que no vamos a ninguna parte, que buscamos una forma de matar el tiempo y que sólo nuestra fatiga nos dirá dónde y cuándo detenernos. Pero así como un paso lleva inevitablemente a otro, un pensamiento sigue al anterior, y en el caso de que engendre más de uno (digamos dos o tres, equivalentes en todas sus consecuencias), será necesario no sólo seguir al primero hasta su conclusión, sino volver atrás, a la posición inicial, para seguir el hilo del segundo hasta su conclusión, y así sucesivamente. De este modo, si intentamos formar una imagen de este proceso en nuestras mentes, comienza a dibujarse una red de caminos, como en la representación del aparato circulatorio (corazón, arterias, venas, capilares) o como en un mapa (por ejemplo, una guía de calles, preferentemente de una ciudad grande o incluso de carreteras, como los mapas de las gasolineras con rutas que se extienden, se bifurcan y serpentean a lo largo del territorio). Lo que en realidad hacemos cuando caminamos por la ciudad es pensar de tal modo que nuestros pensamientos dibujan un trayecto, compuesto ni más ni menos que por los pasos que hemos seguido.
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Si un novelista hubiera usado pequeños incidentes como éstos (las teclas rotas de un piano o el accidente de la llave en el día de bodas) el lector se vería obligado a reparar en ello, a suponer que el novelista intentaba dejar algo claro sobre sus personajes o sobre el mundo. Uno podría hablar de significados simbólicos, de subtexto o simplemente de artificios formales (pues siempre que una cosa sucede más de una vez, aunque sea casual, surge un patrón, comienza a emerger una forma). En un trabajo de ficción, se da por sentado que hay una mente consciente detrás de las palabras de una página; pero ante los acontecimientos del así llamado mundo real, nadie supone nada. La historia inventada está formada por entero de significados, mientras que la historia de los hechos reales carece de cualquier significación más allá de sí misma... Y luego, una vez acabada la lectura, con la última página leída y el libro cerrado, comenzarían las interpretaciones psicológicas, históricas, sociológicas, estructurales, filológicas, religiosas, sexuales, filosóficas; por sí solas o en diversas combinaciones, dependiendo de las inclinaciones de cada uno. A pesar de que es posible interpretar la vida real por medio de cualquiera de estos signos (después de todo la gente acude a sacerdotes y psicólogos e incluso a veces intenta comprender su vida en términos históricos), no produce el mismo efecto. Falta algo: el esplendor, la idea global, la ilusión de la verdad metafísica.
Paul Auster, "El libro de la memoria".
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A veces caminamos por la ciudad y nos parece que no vamos a ninguna parte, que buscamos una forma de matar el tiempo y que sólo nuestra fatiga nos dirá dónde y cuándo detenernos. Pero así como un paso lleva inevitablemente a otro, un pensamiento sigue al anterior, y en el caso de que engendre más de uno (digamos dos o tres, equivalentes en todas sus consecuencias), será necesario no sólo seguir al primero hasta su conclusión, sino volver atrás, a la posición inicial, para seguir el hilo del segundo hasta su conclusión, y así sucesivamente. De este modo, si intentamos formar una imagen de este proceso en nuestras mentes, comienza a dibujarse una red de caminos, como en la representación del aparato circulatorio (corazón, arterias, venas, capilares) o como en un mapa (por ejemplo, una guía de calles, preferentemente de una ciudad grande o incluso de carreteras, como los mapas de las gasolineras con rutas que se extienden, se bifurcan y serpentean a lo largo del territorio). Lo que en realidad hacemos cuando caminamos por la ciudad es pensar de tal modo que nuestros pensamientos dibujan un trayecto, compuesto ni más ni menos que por los pasos que hemos seguido.
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Si un novelista hubiera usado pequeños incidentes como éstos (las teclas rotas de un piano o el accidente de la llave en el día de bodas) el lector se vería obligado a reparar en ello, a suponer que el novelista intentaba dejar algo claro sobre sus personajes o sobre el mundo. Uno podría hablar de significados simbólicos, de subtexto o simplemente de artificios formales (pues siempre que una cosa sucede más de una vez, aunque sea casual, surge un patrón, comienza a emerger una forma). En un trabajo de ficción, se da por sentado que hay una mente consciente detrás de las palabras de una página; pero ante los acontecimientos del así llamado mundo real, nadie supone nada. La historia inventada está formada por entero de significados, mientras que la historia de los hechos reales carece de cualquier significación más allá de sí misma... Y luego, una vez acabada la lectura, con la última página leída y el libro cerrado, comenzarían las interpretaciones psicológicas, históricas, sociológicas, estructurales, filológicas, religiosas, sexuales, filosóficas; por sí solas o en diversas combinaciones, dependiendo de las inclinaciones de cada uno. A pesar de que es posible interpretar la vida real por medio de cualquiera de estos signos (después de todo la gente acude a sacerdotes y psicólogos e incluso a veces intenta comprender su vida en términos históricos), no produce el mismo efecto. Falta algo: el esplendor, la idea global, la ilusión de la verdad metafísica.
Paul Auster, "El libro de la memoria".
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