10/11/2006

el libro de la memoria

Pensó que tal vez estuviera dando vueltas alrededor de los círculos del infierno, que la ciudad podría haber sido diseñada como modelo de ese otro mundo subterráneo, un modelo basado en una representación clásica de aquel lugar. Luego recordó que algunos especialistas del siglo dieciséis (por ejemplo, Cosme Roselli en su Thesaurus Artificiosae Memoriae, Venecia, 1579) habían usado diagramas del infierno para representar los sistemas de la memoria. Y entonces advirtió que si Amsterdam era el infierno y el infierno era la memoria, tal vez tuviera sentido que se perdiera.

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A veces caminamos por la ciudad y nos parece que no vamos a ninguna parte, que buscamos una forma de matar el tiempo y que sólo nuestra fatiga nos dirá dónde y cuándo detenernos. Pero así como un paso lleva inevitablemente a otro, un pensamiento sigue al anterior, y en el caso de que engendre más de uno (digamos dos o tres, equivalentes en todas sus consecuencias), será necesario no sólo seguir al primero hasta su conclusión, sino volver atrás, a la posición inicial, para seguir el hilo del segundo hasta su conclusión, y así sucesivamente. De este modo, si intentamos formar una imagen de este proceso en nuestras mentes, comienza a dibujarse una red de caminos, como en la representación del aparato circulatorio (corazón, arterias, venas, capilares) o como en un mapa (por ejemplo, una guía de calles, preferentemente de una ciudad grande o incluso de carreteras, como los mapas de las gasolineras con rutas que se extienden, se bifurcan y serpentean a lo largo del territorio). Lo que en realidad hacemos cuando caminamos por la ciudad es pensar de tal modo que nuestros pensamientos dibujan un trayecto, compuesto ni más ni menos que por los pasos que hemos seguido.

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Si un novelista hubiera usado pequeños incidentes como éstos (las teclas rotas de un piano o el accidente de la llave en el día de bodas) el lector se vería obligado a reparar en ello, a suponer que el novelista intentaba dejar algo claro sobre sus personajes o sobre el mundo. Uno podría hablar de significados simbólicos, de subtexto o simplemente de artificios formales (pues siempre que una cosa sucede más de una vez, aunque sea casual, surge un patrón, comienza a emerger una forma). En un trabajo de ficción, se da por sentado que hay una mente consciente detrás de las palabras de una página; pero ante los acontecimientos del así llamado mundo real, nadie supone nada. La historia inventada está formada por entero de significados, mientras que la historia de los hechos reales carece de cualquier significación más allá de sí misma... Y luego, una vez acabada la lectura, con la última página leída y el libro cerrado, comenzarían las interpretaciones psicológicas, históricas, sociológicas, estructurales, filológicas, religiosas, sexuales, filosóficas; por sí solas o en diversas combinaciones, dependiendo de las inclinaciones de cada uno. A pesar de que es posible interpretar la vida real por medio de cualquiera de estos signos (después de todo la gente acude a sacerdotes y psicólogos e incluso a veces intenta comprender su vida en términos históricos), no produce el mismo efecto. Falta algo: el esplendor, la idea global, la ilusión de la verdad metafísica.

Paul Auster, "El libro de la memoria".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero... si asumimos (por fe o porque tenemos que establecer un punto de partida, sea cual sea), si asumimos, digo, como una certeza que todo tiene una causa y un propósito (una "causa final", diría tu compadre el hilemorfo), entonces la vida real, la vida vida, se llena también de sentido y significado, de una idea global, de espesor metafísico, etc., etc., y los vericuetos del azar con sus inusitados efectos se tornan las huellas de una mano invisible que a su debido tiempo jala las palancas y aprieta las tuercas del andamiaje vital. Justamente como si la vida fuera también una novela, pero con tantos capítulos y escrita en un lenguaje tan oscuro que hay que esforzarse mucho para poder leerle aunque sea un pedacito.

Esa manía de Dios por las metáforas...

Por cierto (yo de oportuno) estuvo muy chido el relato de Lobo Antunes.

Nicolás Díaz dijo...

El día que vuelva a usar el messenger entraré con ese nickname, "tu compadre el hilemorfo".

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Y todo confirma que se debe ver a esos hechos como huellas de algo más. No pongo en duda los mapas, pero te consta que soy malísimo para leerlos. Ya me has visto tratando de usar la Guía Roji.