10/28/2006

hay que comprarle su león

Cuando un esquimal tiene una acusación que hacer contra otro, le reta a una porfía de tambor o de cantos. La tribu o el clan se reúne en fiesta, muy bien vestidos todos y con el mejor humor. Los contendientes se espetan canciones burlescas con acompañamiento de tambor, achacándose sus respectivas fechorías. No se hace diferencia alguna entre inclupación fundada, sátira que provoca risa y pura calumnia. Un cantante mencionaba, por ejemplo, a todos los hombres que en una época de hambre fueron comidos por la mujer y suegra del contrario, lo que impresionó de tal modo a la concurrencia, que prorrumpió en llanto. Este disparo de canciones se acompaña de torturas y golpes: se le resopla al otro directamente en la cara, se le golpea con la frente, se le cierra la boca, se le ata a la estaca de la tienda, y todo esto el culpable lo tiene que aguantar, tranquilamente y hasta con una sonrisa burlona. Los espectadores cantan el estribillo de la canción, aplauden y encorajinan a las partes. Otros se sientan y duermen. Durante las pausas, las partes contendientes se tratan como buenos amigos... Lo más importante es que esta costumbre, en las tribus que la practican, ocupa el lugar de la decisión judicial. Estas tribus no conocen, fuera de estas luchas, otro tipo de decisión judicial.
J. Huizinga, Homo Ludens: el juego y la cultura.
cfr. Las coplas de Infante y Negrete en Dos tipos de cuidado (1953).



10/25/2006

denise mina - hellblazer

Parece que no puedo tomar nada sólo por lo que es. Debe ser, parecer, llegar en el momento indicado y asociado con la persona indicada. El New York Times es uno de los periódicos más respetados del orbe, pero sólo comencé a leerlo (en línea) luego de Corazón tan blanco, donde el narrador hace unas descripciones deliciosas del pranganérrimo placer de pasarse un domingo encerrado en casa leyendo el Times de cabo a rabo, con todos sus suplementos.


Denise Mina y Paddy Meehan


Por leer el Times por culpa de Marías encontré, el pasado mes de julio, una reseña de The Dead Hour, la última novela de Denise Mina, una escritora de thrillers de la que nunca había oído hablar hasta ese día. Como se acostumbra en su gremio, Mina tiene un personaje que protagoniza varias de sus novelas y seguirá haciéndolo, hasta que la pluma aguante.

En su caso se trata de Paddy Meehan, una joven irlandesa que se gana la vida como reportera en la Escocia de los ochenta. Y bueno, sí, ahí se entera de cosas truculentas, y sí, hay asesinatos con bastante morbo, pero lo que parece más sabroso es el modo en que afronta los casos Paddy. No es Mike Hammer pero tampoco el Padre Brown, y lo más seguro es que pueda actuar como los dos en un mismo día. Para todo hay un buen pretexto, el asunto es seguir viva y no perder el empleo.


Hellblazer: The Red Right Hand


Desde la infancia, cuando compraba religiosamente cada martes mi número del Asombroso Hombre Araña, no había vuelto a seguir un cómic con regularidad. Ni siquiera The Sandman, del que nunca llegué a tener una sola serie completa. Las recopilaciones no valen, hablo de acudir a un local cada mes para adquirir un número esperado con ansias de fan. O de alguien que no es fan, pero de todos modos padece accesos de obsesión/compulsión y puede pretender que tienen un objetivo.

Ahora tengo una tienda de comics atravesada en mi camino a casa, y ni siquiera un professional procastinator como su servidor desaprovecharía esta oportunidad. Por el momento ya estoy enganchado con Fell, y, lo que nunca hubiera esperado, con Hellblazer. La razón: hace un mes Hellblazer inició una nueva serie, titulada "The Red Right Hand" (como la canción de Cave; imprescindible el cóver de Giant Sand), escrita por, miren por dónde, Denise Mina.


Hellblazer: Empathy is the Enemy


Esta resultó ser la segunda serie que Mina hace para el personaje de Vertigo. La anterior se titulaba "Empathy is the Enemy", y está directamente enlazada a la historia de "The Red Right Hand".

El asunto va así: un brujo mafufo construye un "motor de empatía", un trebejo que elimina toda barrera entre una conciencia y otra, lo quieran o no las personas ubicadas en la periferia del aparato (que hasta el momento ya ha jodido a todo Glasgow). En terminos bergsonianos, lo que el motor hace es aturdir al "órgano de atención a la vida" y permitir que el todo de cada quién se arrejunte con el todo de los otros. Como ocurría entre los soldaditos de uno de los cuentos de Trurl y Clapaucio , o también con los soldaditos de Forever Peace, de Joe Haldeman (algo así como una versión ñoña y extendidísima del cuento de Lem). Y creo que por ahí iba también el procedimiento que en Evangelion llamaban "la instrumentación", pero nunca tuve la paciencia de anacoreta necesaria para reventarme Evangelion completa.

Sólo que a los escoceses de Hellblazer no les va tan bien como a los soldaditos: en lugar de despertar un entendimiento total, el motor los capacita para recibir, de golpe, los recuerdos más pinches de sus semejantes. La gente comienza a matarse en las calles, Glasgow se reduce a ruinas y queda prácticamente deshabitado. Sólo permanece viva la verdadera basura (como John Constantine) que desde antes tenía una opinión muy poco favorable de sus vecinos.

10/23/2006

gitanita

De niño temía a las gitanas. No como se teme a un ratero o a los maestros, les temía como si fueran criaturas sobrenaturales. Cuando mi madre contaba de lo que eran capaces se me figuraba que con solo verlas, o estar en su perímetro, el dinero que llevaba en mi bolsillo desaparecería y se materializaría de nuevo entre las mútiples prendas de la gitana.

Le conté esto a Velia la semana pasada, y ella correspondió contándome su única experiencia con una gitana. La mujer le pidió 20 pesos por leerle la mano, Velia respondió que no tenía un quinto. La gitana dijo "lo que quieras darme" y Velia le entregó cinco pesos. Examinó su mano, le hizo augurios banales y al final le propuso un hechizo: si rompes todos los billetes que llevas contigo, aquí, en medio de esta plaza, no te tocará ningún mal de los que te amenazan.

Claro que Velia la mandó por un tubo. Justo anoche encontré una explicación para la conducta de esa gitana. Es una forma del potlach, el derroche ritual:

... describe R. Maunier, según información de un periódico egipcio aparecido hace unos años: Dos gitanos egipcios tuvieron una pelea. Para decidirla acordaron que, en presencia de la tribu reunida solemnemente, cada uno mataría sus propias ovejas y luego quemaría sus billetes de banco. Por fin, uno de ellos, viendo que iba a perder, vendió sus seis asnos para asegurarse la victoria derrochando el precio de la venta. Cuando llegó a casa para recoger los asnos, su mujer se resistió, por lo que él la apuñaló.

J. Huizinga, Homo Ludens: el juego y la cultura.