Hace unos minutos terminó la entrega de los premios Goya en España.
Ágora, la película de Alejandro Amenábar sobre la vida de la filósofa, matemática y astrónoma
Hipatia se quedó con 7 goyas, uno menos que la gran triunfadora de la noche, el drama carcelario
Celda 211.
Ágora es una superproducción en inglés que recrea la Alejandría del siglo V, con la británica Rachel Weisz como Hipatia.
En principio desconfío de estas superproducciones "de época", porque gastan millones en recrear con CGI la antigua Roma o Jerusalén pero imprimen en sus héroes la corrección y los valores de nuestros tiempos. Así, el protagonista de
Kingdom of Heaven (Ridley Scott, 2005) ejercía un liderazgo y una tolerancia deseados por el mundo post-industrial de aspiraciones democráticas, no por los cruzados, mientras que los espartanos de
300 (Zack Snyder, 2007) parecían más la línea ofensiva de un equipo de futbol americano, comandada por el quarterback Leónidas. Con todo y esa miopía histórica se pueden hacer films valiosos, pero anula los motivos para ambientar las películas en la antigüedad.
Ahora bien, ese mismo afán de dotar a los héroes del pasado de los valores contemporáneos podría jugar a favor de una biopic sobre Hipatia, una figura atípica en su época. En un lugar y tiempos predominantemente masculinos dirigía la escuela neoplatónica de Alejandría y cultivaba las ciencias, en la ciudad más cosmopolita y sabia del orbe (eso
sí era una Ciudad del Conocimiento). Entre sus alumnos estuvo Orestes, el prefecto de esa región. Entre sus enemigos, el obispo Cirilo de Alejandría, a quien se culpa de inflamar los ánimos de la turba cristiana que la mató por ver en ella un bastión del paganismo.
Tampoco, como en otras biografías fílmicas, es inconveniente que se haya contratado a una belleza como Rachel Weisz para encarnarla. Según las crónicas de la época esta sabia era además guapa, y así ha sido representada en retratos imaginarios como los que hicieron Rafael Sanzio y Charles William Mitchell.
A Hipatia se le trata como una heroína del saber desde la Ilustración, pero en las décadas recientes su memoria ha sido preservada especialmente por el movimiento feminista y, en la cultura popular, por la dramática descripción de su vida que hizo Carl Sagan en su serie
Cosmos. Sagan la presenta a ella y a la Biblioteca de Alejandría como símbolos de la lucha entre el saber y la ignorancia violenta.