7/12/2006

peso, forma y recuerdo

Ayer recuperé un recuerdo que estaba en serio peligro de desaparecer.

Algunos juguetes de infancia tienen un espacio asegurado en la memoria, ya sea porque todavía los conservo (son los menos) o porque me acompañaron durante más tiempo del que recomendarían los psicólogos infantiles. En esta última categoría entrarían Cambu, un pequeño "camburo" de plástico verde, y Roboto, que alguna vez fue un robot de cuerda de manufactura oriental, el cual tuve a bien destripar y rellenar de plastilina (también verde) y fue con esa triste apariencia con la que me acompañó durante años. Esos dos viajaban siempre en la bolsa de mamá: si la película era aburrida, o tenía que pasar mucho tiempo solo, se los pedía y me tiraba de panza en cualquier lado a jugar a quién-sabe-qué con ellos.

Pero no todos eran propiamente juguetes. Y algunos habían llegado mucho antes de que yo naciera. Entre ésos estaba un monóculo para joyero, que al parecer había pertenecido a un pretendiente de mi abuela paterna. También una barra imantada, envuelta en un plástico que alguna vez había sido transparente. Y algo en lo que no había pensado en mucho tiempo, hasta que leí estas líneas de Lobo Antunes:


Las tardes de lluvia son siempre así: una melancolía vaga, añoranzas ni yo mismo sé de qué, mi vida que parece acabar en la ventana y, más allá de la ventana, en la tristeza de los árboles que de repente se me antojan humanos. Personas que conocí o no existen, una a una frente a mí, haciendo señas. Ganas de un gato. Ganas de escuchar la Patética en la radio. De un patio con sol, un estanque, patitos.

De tocar los pesos de la balanza de la cocina que ya no existen, todos idénticos, cada vez más pequeños, metidos en los huecos, también cada vez más pequeños, de una caja de madera. Los pesos tenían un chirimbolo para tirar de ellos y uno o dos faltaban.



Precisamente eso, un rectángulo de madera, con huecos para meter los pesos de la balanza. Alguien se lo había dado a Papá, cuando iba a entrar a la facultad o cuando se graduó. Su valor era más simbólico que práctico, en los setenta ya todos los químicos usaban básculas electrónicas. Eventualmente Papá compró en un bazar una balanza con platillos, de las clásicas, como la que trae la Justicia ciega en las alegorías. Durante unos días estuvo instalada en mi cuarto, allá en Tampico, hasta que mamá decidió que el fiel era muy puntiagudo y que yo podía sacarme un ojo con él, así que adiós balanza.

La pesa que más me gustaba era la menor, que apenas era una laminita, como el borde de un broche Baco, con un pequeño saliente para poder tomarla. No pregunten cuál era el encanto de esas pesas, ni cómo jugaba con ellas. A veces bastaba con verlas, saber que existían objetos tan lindos y que estaban cerca. Otras veces era por su tacto: al tocar esos objetos pensaba en algo más. Por ejemplo, tocar la parte interna de un clip, sin voltear a verlo, me hacía pensar en unos globos enormes que vendían en la Plaza del Globito, y en cómo una vez, por irlos viendo, choqué con un poste. Ni entonces ni ahora podría decir cuál era la conexión entre ambos objetos, pero ésta existía. Las pesas, a diferencia del clip, no remitían a una sola cosa, sino que eran un catálogo completo (y cambiante) de otros objetos y situaciones.

Al margen de lo que me hizo recordar, debo decirles que ese texto de Lobo Antunes, titulado El tamaño del mundo (venía en el Babelia del sábado pasado), es hermoso. Como todo lo que han publicado ahí de él, pero mucho menos sórdido que sus recuerdos de la guerra y del psiquiátrico.


Pd. Escucho el I Could Live in Hope de Low. Siempre que los críticos quieren explicar los inicios de la banda hablan de Codeine, pero ahora escuché detrás de algunas canciones ecos del Seventeen Seconds de The Cure. Cuando revisé la lista de tracks encontré que esas canciones tenían los curescos títulos de "Lullaby" y "Cut".

7/11/2006

syd barret (1946 - 2006)

Pink Floyd co-founder Syd Barrett dies.

LONDON (Reuters) - Syd Barrett, a founding member of Pink Floyd, has died aged 60, a source close to the band said on Tuesday. "I have had it from David (Gilmour) that it was confirmed by the family," said the source, who did not want to be named. "It happened on Friday".

Guitarist David Gilmour joined Pink Floyd in 1968, three years after it was formed and shortly before Barrett left the band. Barrett, a singer, songwriter and guitarist, had lived the life of a recluse for the last 30 years. He had been suffering from diabetes, although it was not immediately clear what caused his death... He was born in Cambridge, England, as Roger Keith Barrett, and acquired the nickname "Syd" when he was 15 years old.


En 1999 impuse un veto a Pink Floyd. No hubo más Pink Floyd para mí en los siguientes años, con la excepción del Piper at the Gates of Dawn y, después, The Madcap Laughs de Syd Barrett, que son harina de otro costal. Y parte del afecto que le tomé a Edward Ka-Spel viene de ver en él una especie de Syd Barret más amistoso (y productivo). Syd murió el pasado viernes, siete de julio, y el mundo no lo supo hasta cuatro días después. Y por lo que dice la nota, nos hemos enterado casi por casualidad. Quizá lo que a Barrett le hubiera gustado es que lo supiéramos un año, diez años después, cuando alguien hubiera llegado a su casa con la ingenua intención de entrevistarlo y le respondieran "¿Syd? Pues sólo que quiera hablar con las cenizas, muchacho".

7/10/2006

la frase de la semana

Entonces, ¿es mota para gatos?

Jorge, barman del Gargas, al ver la reacción de un enorme gato atigrado ante un toque de catnip.

ségo

El ambiente es cálido. El público se ha colocado sobre la pista, con las sillas formando un círculo en cuyo centro está ella, micrófono en mano, vestida con uno de sus clásicos trajes de chaqueta blancos, con zapatos de tacón bastante alto. Las gradas también rebosan. De pronto, un joven se levanta y le dice: “No sé si es correcto lo que voy a decirle, pero es usted incluso más bella en la realidad que en los medios”. Silencio. Sin inmutarse y mirándole directamente a los ojos, ella le responde: “Pues usted tampoco está nada mal”. El País semanal, 9 de julio de 2006.

La coqueta en cuestión es Ségolène Royal, muy probablemente la próxima presidenta de Francia.

7/05/2006

las ofertas artificiales

Hace poco despoticaba aquí sobre la ley de apoyo a la lectura. El Señor Oportuno me envió un artículo de Grabriel Zaid, titulado "Confusiones sobre el mercado del libro" (viene en el número de este mes de Letras Libres), donde explica como funcionan las "ofertas" de las librerías favorecidas por los editores:

La mecánica, muy simplificada, es la siguiente. Supongamos un libro con precio fijo que el editor vende al librero en 65, para que lo venda al público en 100. Cuando no hay precio fijo, el mismo libro se anuncia al público en 120 y se vende a los libreros en 78 (con el mismo descuento del 35%), pero a los favoritos en 60 (con un descuento del 50%). Éstos pueden entonces venderlo a 100, que parece una gran rebaja (sobre el precio de lista de 120), aunque son los mismos 100 que se hubieran pagado con el precio fijo. Pero los demás libreros ya no pueden venderlo a 100, porque no pueden sostenerse con un descuento del 22% en vez del 35%. Tienen que vender más caro, para sacar sus gastos. Ahí está el secreto de las “grandes rebajas”. No se trata de que los favoritos vendan más barato, sino de que los otros vendan más caro. El editor fija los precios de lista (120 en vez de 100) sobre los cuales se hacen las supuestas rebajas (de 120 a 100) y fija los precios al mayoreo (78 y 60), para que sólo sus favoritos puedan hacer las supuestas rebajas.

Que el precio no sea fijo favorece a los favoritos. Venden al mismo precio (100), pero compran más barato (60, en vez de 65). Y no sólo venden con un margen mayor, sino que venden mucho más, lo cual aumenta su rentabilidad. También su poder. Polarizando la concentración del mercado, ganan poder de compra y de venta... Teóricamente, el Estado pudiera vigilar constantemente a cada editor, para evitar las prácticas discriminatorias; o atender las denuncias presentadas por las librerías discriminadas. Pero sería molesto y complicadísimo transparentar los precios del editor al librero. En cambio, los precios al público, a diferencia de los precios al librero, son transparentes. Es más sencillo eliminar la “práctica monopólica relativa” fijando los precios al público, como lo están haciendo muchos países, algunos de los cuales exigen que se imprima el precio en cada ejemplar.


Así las cosas, lo que debemos vigilar es que, tras la aplicación de la ley, los precios unificados se parezcan a los que actualmente tienen Gandhi o El Sótano como ofertas (que son los precios reales de los libros).

Al margen de eso, recordemos que la ley beneficiará a los actuales lectores, pero poco o nada tiene que ver con la promoción de la lectura, aunque la lleve en su nombre. La otra situación a vigilar es cómo se adapta al mercado mexicano: leyes de ese tipo se aplican en España y Alemania, donde hay una librería por cada 8 mil habitantes, mientras que en México hay una por cada 80 mil.