Hacia las 19:15 horas vi una paloma bajar ¿de un poste? para posarse en el hombro de una mujer. A una cuadra de distancia parecía más probable que se tratara de un ornitóptero muy bien diseñado.
Cuando una mujer con carriola se detuvo para tomar fotografías quedó claro que no era un ornitóptero. Seguí caminando, las alcancé y las rebasé, rumbo al puesto de tacos de la esquina siguiente.
Definitivamente, era una paloma. Poco después la de la paloma llegó a platicar con la taquera. La presencia de la paloma se explicó con un "lleva dos cuadras conmigo y se deja tomar fotos", así que la fotografiamos. Ellas siguieron platicando sobre un departamento que, lástima, todavía no estaba en renta.
2/25/2018
1/30/2018
dejar la ocasión
Ese día, Geeta Dayal preguntó si alguien tenía opiniones para los artículos que preparaba. Era 24 de enero y era a propósito de la muerte de Mark E. Smith. Leyendo el tweet sabía que quería esperar varios días para leer los artículos. Que quizá no los leería.
Lo mismo había pasado cuando murió Don Buchla. Ella buscó entrevistables y horas después The Guardian sacó la nota con varios errores que la autora nunca habría cometido. Algunos de los entrevistables se reportaron cuando la nota ya estaba en línea y hubo que agregar sus palabras después.
¿Por qué sigue habiendo prisa en estos casos?
Autoras como Dayal tienen toda una carrera con sus temas. Los entrevistados tenían toda una carrera usando las máquinas de Buchla, también opinando ocasionalmente sobre las máquinas y su inventor. Lo que pudiera decirse se había dicho antes y con más calma. Lo único nuevo era que Don Buchla había dejado de vivir.
La prisa del obituario existe desde que hay obituarios. Por algo se hacían bosquejos de obituarios de la gente muy conocida o de los que, en opinión de las redacciones de los diarios, ya andaban viviendo tiempos extras. Se hacían esos bosquejos con todo y el riesgo de publicarlos prematuramente, cosa que también pasa desde que hay obituarios.
En otros momentos esos periódicos o revistas se habían ocupado del muerto, pero el día de la muerte esas páginas antiguas estaban en el cajón del autor, en la cochera de algún hoarder o en la colección de recortes del fanático. En cualquiera de esas hemerotecas alternativas, pero no en la edición del día, así que había que contar de nuevo las hazañas del muerto.
Cuando ocurre en The Guardian o Billboard entiendo que es inercia. En medios nativos digitales, como The Quietus, la práctica va perdiendo fuerza. Se anuncia la muerte en la sección de noticias, en pocas líneas, y se guía al lector hacia lo que han escrito antes sobre el muerto. Otro tanto hace Rockdelux, que de nativos digitales no tienen nada pero siempre habían sido prácticos al respecto, con la concisa sección “Fuera de juego” en la versión impresa, y haciendo repasos de año cuando realmente ha terminado el año.
Falta ver si en tiempos próximos seguiremos teniendo cualquier forma de obituario. Ver si no era una forma propia de los tiempos de carestía de información. Si con toda la vida del sujeto divulgada sería mejor no agregar nada el día que muere (y quizá sí un año después o quizá no, nunca). Si nos siguen haciendo gracia esas vidas peculiares o si decidimos colectivamente que se trataba de unos insufribles y sólo queremos conservar sus obras. Ver si sigue habiendo obras.
Dudo más sobre el rumbo que tomarán estas cosas por otra muerte reciente, la de la escritora Ursula K. Le Guin. The Paris Review pidió unas palabras al respecto a Neil Gaiman y lo que Gaiman entregó es una versión apagada de lo que ya había dicho frente a Le Guin en la entrega del National Book Award. Bastaba poner vínculos a las discusiones, entrevistas y pláticas para recordarla. Se llevan vidas bastante públicas y los registros suelen quedar al alcance de la mano. La nota sentida/biográfica se siente rara ahora.
Por otro lado, queremos seguir leyendo a Geeta Dayal y a un puñado de sus colegas, que necesitan pagos por artículo para seguir escribiendo (y viviendo). Quizá sólo es cosa de que les encarguen artículos a fondo, planeados y con tiempo, en vida de los articulados. Y no sólo notas fúnebres. Ya dejar la ocasión.
Lo mismo había pasado cuando murió Don Buchla. Ella buscó entrevistables y horas después The Guardian sacó la nota con varios errores que la autora nunca habría cometido. Algunos de los entrevistables se reportaron cuando la nota ya estaba en línea y hubo que agregar sus palabras después.
¿Por qué sigue habiendo prisa en estos casos?
Autoras como Dayal tienen toda una carrera con sus temas. Los entrevistados tenían toda una carrera usando las máquinas de Buchla, también opinando ocasionalmente sobre las máquinas y su inventor. Lo que pudiera decirse se había dicho antes y con más calma. Lo único nuevo era que Don Buchla había dejado de vivir.
La prisa del obituario existe desde que hay obituarios. Por algo se hacían bosquejos de obituarios de la gente muy conocida o de los que, en opinión de las redacciones de los diarios, ya andaban viviendo tiempos extras. Se hacían esos bosquejos con todo y el riesgo de publicarlos prematuramente, cosa que también pasa desde que hay obituarios.
En otros momentos esos periódicos o revistas se habían ocupado del muerto, pero el día de la muerte esas páginas antiguas estaban en el cajón del autor, en la cochera de algún hoarder o en la colección de recortes del fanático. En cualquiera de esas hemerotecas alternativas, pero no en la edición del día, así que había que contar de nuevo las hazañas del muerto.
Cuando ocurre en The Guardian o Billboard entiendo que es inercia. En medios nativos digitales, como The Quietus, la práctica va perdiendo fuerza. Se anuncia la muerte en la sección de noticias, en pocas líneas, y se guía al lector hacia lo que han escrito antes sobre el muerto. Otro tanto hace Rockdelux, que de nativos digitales no tienen nada pero siempre habían sido prácticos al respecto, con la concisa sección “Fuera de juego” en la versión impresa, y haciendo repasos de año cuando realmente ha terminado el año.
Falta ver si en tiempos próximos seguiremos teniendo cualquier forma de obituario. Ver si no era una forma propia de los tiempos de carestía de información. Si con toda la vida del sujeto divulgada sería mejor no agregar nada el día que muere (y quizá sí un año después o quizá no, nunca). Si nos siguen haciendo gracia esas vidas peculiares o si decidimos colectivamente que se trataba de unos insufribles y sólo queremos conservar sus obras. Ver si sigue habiendo obras.
Dudo más sobre el rumbo que tomarán estas cosas por otra muerte reciente, la de la escritora Ursula K. Le Guin. The Paris Review pidió unas palabras al respecto a Neil Gaiman y lo que Gaiman entregó es una versión apagada de lo que ya había dicho frente a Le Guin en la entrega del National Book Award. Bastaba poner vínculos a las discusiones, entrevistas y pláticas para recordarla. Se llevan vidas bastante públicas y los registros suelen quedar al alcance de la mano. La nota sentida/biográfica se siente rara ahora.
Por otro lado, queremos seguir leyendo a Geeta Dayal y a un puñado de sus colegas, que necesitan pagos por artículo para seguir escribiendo (y viviendo). Quizá sólo es cosa de que les encarguen artículos a fondo, planeados y con tiempo, en vida de los articulados. Y no sólo notas fúnebres. Ya dejar la ocasión.
1/19/2018
a todo detroit le llega su tunguska
El meteorito de Detroit me recordó la tarde que supe de la explosión de Tunguska. Sé que era de tarde porque recuerdo la luz en mi cuarto.
Lo leí en Chispa, una revista de divulgación científica para niños. Lo pusieron primero como cuento y luego como nota. Cuando terminé de leerlo pensé que todo debía ser cuento, que si eso hubiera pasado se mencionaría mucho.
Me tomó una segunda o tercera lectura convencerme de que no era sólo cuento. Muchas cosas que vi por esos años tenían ese tipo de irrealidad. Como la noche que mamá y yo estábamos viendo el cielo y pasaron aves grandes brillando con luz de luna.
Hasta el año pasado supe que eso es una imagen tan común que es una línea de "My Favorite Things". Conocía la tonada y lo que dice sobre bigotes de gato, pero no lo de "wild geese that fly with the moon on their wings".
Esa ignorancia me confirma que nunca he visto The Sound of Music. La que sí vi fue The Tale of the Princess Kaguya: la aparición de los selenitas me recordó la sensación de ver las aves brillando con luz de luna.
1/16/2018
esquina de zaragoza y madero
En los años setenta David Hoffman fotografió desalojos en edificios de Whitechapel. En una de las fotografías agregó frases a una fachada: houses are empty while homelessness grows. Me recuerda la esquina de Madero y Zaragoza en Monterrey, con su hotel clausurado e indigentes durmiendo en la escalinata. Ya estaba así en 2004, cuando llegué al centro de la ciudad.
El eje es Juárez y Aramberri, pero Madero y Zaragoza debió ser la esquina importante por mucho tiempo. Antes de que las tiendas se movieran del borde norte del primer cuadro al borde sur, Madero era la calle del paseo dominical. Zaragoza llevaba y lleva al palacio de gobierno; era y es el camino de marchas y peregrinaciones.
El eje es Juárez y Aramberri, pero Madero y Zaragoza debió ser la esquina importante por mucho tiempo. Antes de que las tiendas se movieran del borde norte del primer cuadro al borde sur, Madero era la calle del paseo dominical. Zaragoza llevaba y lleva al palacio de gobierno; era y es el camino de marchas y peregrinaciones.
Lo visto por Hoffman es un momento que toma siglos y no termina. Whitechapel siempre estuvo en penuria. Lo de Madero y Zaragoza era una postal del futuro. Ahora el resto del centro se parece a esa esquina, pero tampoco es la imagen más común. La primavera pasada recorrí el centro calle por calle: la arquitectura típica regional es el baldío cercado.
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