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10/25/2009

we even use the same word

Mitsuko appeared with another pot of tea, and said something in Japanese. Chia found her ear-clip and put it on.
"You must have been exhausted," the ear-clip translated. Then Mitsuko said she was taking the day off from school, to be with Chia.
Chia decided to change the subject. "What's your brother like? How old is he?"
"Masahiko is seventeen," Mitsuko said. "He is a 'pathological-techno-fetishist-with-social-deficit'". This last all strung together like one word, indicating a concept that taxed the lexicon of the ear-clips. Chia wondered briefly if it would be worth running it trough her Sandbenders, whose translation functions updated automatically whenever she ported.
"A what?"
"Otaku," Mitsuko said carefully in Japanese. The translation burped its clumsy word string again.
"Oh," Chia said, "we have those. We even use the same word."

Idoru, William Gibson.

10/09/2009

towers growing at night

"It´s so strange. You know? Since the quake."
"But they've built it all back now. Haven't they?"
"Sure, but they did it all so fast, mostly with that nanotech, that just grows. Eddie got in there before the dust had settled. Told me you could see those towers growing at night. Rooms up top like a honeycomb, and walls just sealing themselves over, one after another. Said it was like watching a candle melt, but in reverse. That's too scary, doesn't make a sound."

William Gibson, Idoru.

5/21/2009

robots farfullando en la oscuridad

Tres momentos tomados de Milagros de vida, las memorias de JG Ballard. De cuando vendía enciclopedias casa por casa:

...un hombre que se entusiasmó tanto cuando se enteró de que trabajaba para una editorial que me empujó a su salón y me enseñó orgullosamente un piano con teclas de colores numeradas, el sistema "revolucionario" para enseñar música que quería que yo comercializara para él (a modo de prueba, silbó en dirección a la escalera y su afable hija de trece años bajó y se sentó delante del piano vertical con sus hojas de partitura anotadas como una barrita de caramelo, y a continuación empezó a tocar solemnemente el "Claro de luna"). Cuando oigo la melodía todavía veo las franjas de colores y noto un sabor dulce en los labios. (p. 141)


Sobre las space opera:

Casi todos los relatos transcurrían en un futuro muy lejano, en el marco de naves espaciales o planetas extraterrestres. Aquellas historias sobre planetas, en las que la mayoría de los personajes llevaban uniformes militares, no tardaron en aburrirme. Como precursoras de Star Trek, describían un universo colonizado por el imperio de Estados Unidos y convertido en un infierno de alegría y optimismo, un barrio residencial estadounidense de los cincuenta lleno de buenas intenciones y habitado por vendedoras de Avon con trajes espaciales. Sorprendentemente, todo ello resultó ser una acertada predicción. (p. 145)


Una llamada de su amigo Eduardo Paolozzi:

Una vez me llamó por teléfono desde Tokio, y apenas pude oírlo por encima del murmullo de voces japonesas de fondo. Me explicó que estaba cerca de una fila de máquinas expendedoras de cigarrillos con selectores de marcas que se accionaban por medio de la voz. Gritó por encima del estrépito: "es medianoche, no hay nadie. Las máquinas se averían y empiezan a hablar entre ellas". Ojalá Eduardo hubiera abordado todo aquello en su escultura; todavía puedo oír a los robots farfullando en la oscuridad, con sus "Por favor, vuelva a utilizar nuestros servicios" y "Gracias por su compra" sonando sin parar a lo largo de la noche. (p. 189)

4/24/2009

ballard y el sentido de la vida (si es que lo hay)

Alguna vez hablamos aquí sobre la biblioteca de Lucien, ese sitio al que van a parar los libros que fueron planeados o soñados pero que nunca llegaron a ser escritos. Esta mañana se anunció que Lucien tiene un volumen más para su colección, y se trata de uno con un título impagable, ideal para un libro que nunca existirá: “Conversaciones con mi médico (El sentido de la vida, si es que lo hay)”.

Iba a ser el último libro de JG Ballard, quien murió el pasado 19 de abril. El texto ya había sido discutido y planeado con sus editores, pero el cáncer que padecía le impidió seguir trabajando. Sólo eso queda, el título, un título magnífico.

Mark Dery afirma que hay párrafos de Ballard que develan la condición posmoderna mejor que todos los libros de Lyotard puestos en filita. Jonathan Lethem lo llamaba “el escritor de distopías para puristas”. Él mismo se definió en una entrevista como “un hombre de una simpleza serena y completa”.

No estaba siendo modesto ni sarcástico: los tres hijos que crió solo (luego de enviudar) y sus colegas lo recuerdan como un tipo amable y tranquilo que vivió casi medio siglo en la misma casa, viajando lo menos posible. Un modo de vida muy poco ballardiano, en el sentido en que los críticos literarios usan el adjetivo. O quizá sí, demasiado ballardiano: recuerden que en “Running Wild”, una de sus novelas cortas, la locura se desataba en un entorno de ésos, aséptico y apacible.


Ballard no dejó de hacer ciencia ficción, o nunca la hizo

En los diversos obituarios que se han hecho a lo largo de esta semana, suele presentársele como un autor que comenzó en la ciencia ficción pero eventualmente amplió sus ambiciones. Sin ser falsa, esa imagen me parece desenfocada.

Ya sea porque se encuentran en un campo para prisioneros, comparten un modo atípico de obtener placer (“Crash”), viven bajo la influencia de un mesías suburbano (“Compañía de sueños ilimitada”) o están aislados del mundo en un edén de lujos y saber (“Running Wild”), los personajes de Ballard suelen aparecer encapsulados, habitan una burbuja que suspende las normas habituales. A veces han sido forzados a ello, otras lo buscan aunque eso implique arriesgar sus vidas.

En todo caso no son muy diferentes de los exploradores y científicos de sus viejos cuentos de CF. No dejó de hacer CF, o nunca la hizo. En realidad, no debían importarle esa clase de distinciones, como tampoco le importaba trazar una frontera clara entre realidad y ficción: sus libros de memorias están novelados, sus novelas alimentadas con experiencias personales.

¿Alguien sabe cuándo editan por acá sus Cuentos Completos?

2/10/2009

la fundación de asimov al cine

Habrá una adaptación cinematográfica de "Fundación", la novela de Isaac Asimov. Eso lo sabíamos desde el año pasado, son las expectativas las que han cambiado mucho: originalmente tendría a los productores de "El Señor de los Anillos" (Bob Shaye y Michael Lynne) y sería dirigida por Alex Proyas, pero Columbia les ganó los derechos y la dejó en manos de Roland Emmerich.

Supongo que a Emmerich ("Independence Day", "Godzilla", etc.) sólo le contaron que la película era sobre el fin de la civilización y ya está alucinando secuencias de planetas explotando.

Dejando de lado la decepción que significa ver a Emmerich en el proyecto, lo más extraño es que hubiera varios estudios peleándose los derechos de "Fundación". Los libros de Asimov, y sobre todo la serie de las Fundaciones, tienen muy poco de lo que gusta a los estudios para hacer grandes películas veraniegas de CF.

De hecho, tienen poco de lo que gusta a cualquier guionista, sin importar el tamaño de su presupuesto, el género de la película o el público al que aspire.


Isaac Asimov es un autor de ideas y acciones

No es casual que, a pesar de la fama de este autor (fallecido en 1992) haya pocas adaptaciones de sus libros, y las pocas que hay (como "Yo Robot") tomen poco de los libros.

En el caso de Asimov estas alteraciones no son una traición, son casi una necesidad. En sus historias hay ideas (muchas muy interesantes) y acciones, pero los personajes que las piensan y realizan tienen pocos matices, y los escenarios que tales personajes habitan son descritos con gran economía de lenguaje. Para rematar, prácticamente no hay mujeres.

¿Cómo se adapta eso al cine? Pues inventando la mayor parte, porque el espectador necesita creerse los personajes y sus motivos, verlos dudar y fallar, interactuar con su entorno, no simplemente funcionar como instrumentos de la Historia en el mundo. Desde ya siento piedad por el guionista al que le dejen este paquetote.


Los casos de Enki Bilal y William Gibson

Hay todavía otro problema: que el público sienta demasiado déjà vu al verla. Cuando se estrenó "Immortel" (Enki Bilal, 2004) uno de los comentarios repetidos por críticos y espectadores fue que parecía una versión con humor negro de "El Quinto Elemento", cuando fue Luc Besson quien tomó préstamos del cómic de Enki Bilal.

De igual manera, si Chris Cunningham hubiera logrado su versión de "Neuromante", él y William Gibson habrían enfermado cuando el auditorio reconociera mucho de "Matrix" y "Swordfish" en ella (cuando el caso, de nuevo, es el contrario).

Con "Fundación" no se trata de una o dos películas que han tomado ideas de esa novela: prácticamente toda la CF cinematográfica y televisiva con imperios o repúblicas galácticos está en deuda con "Fundación". Sin ir lejos, Coruscant, el planeta capital de Star Wars, está calcado del Trantor de Asimov.

Pensándolo bien, no es mala idea que se haga la película. Podría causar un cisma en las iglesias jedi y trekkie del mundo, cuando sus fieles identifiquen la fuente de la que bebían sus ídolos.

1/28/2008

en una noche oscura y tormentosa

El británico Edward Bulwer-Lytton (1803-1873) fue de todo y sin medida. En su larga carrera literaria y política destaca la novela The Coming Race, que ahora conocemos como Vril, acerca de una raza de superhombres que vivían bajo la superficie terrestre. Desde su publicación varios teósofos, nazis con pretensiones místicas y hippies ociosos han tomado esta obra como registro de un acontecimiento real. A pesar de semejante legado, Bulwer-Lytton pasó a la historia por algo mucho más contundente: fue él quien tuvo el valor de iniciar una novela (Paul Clifford) con la frase “It was a dark and stormy night”.

Desde 1982, el departamento de inglés de la San José State University cuenta con un concurso literario que lleva el nombre de Bulwer-Lytton, consistente en escribir el peor inicio posible para una novela imaginaria. Fuera de concurso, los que han repetido la hazaña del creador de Vril han sido Madeleine L'Engle (en el inicio de Una arruga en el tiempo) y Snoopy (cada vez que Schulz lo ponía frente a una máquina de escribir).

7/10/2007

alphaville

La primera vez que el Sagaz vio una escena de Alphaville debió ser en 1986 u 87. Una madrugada. La estaban pasando por Imevisión, su madre se había quedado despierta viéndola. Cuando el pequeño Sagaz preguntó qué era aquello, su madre respondió "una policiaca, pero extraña, casi no hablan y la cámara se mueve raro".

Diez años después, el adolescente Sagaz fue con el Sr. Sensato a rentar Alphaville en el Blockbuster de la Avenida Leones. Tardaron como tres horas en verla completa, pues la TV que el Sensato tenía en su madriguera se iba oscureciendo poco a poco, hasta que la pantalla quedaba completamente negra. Cuando eso ocurría había que apagar la videocasetera, golpear el televisor, apagarlo, encenderlo y continuar con la función.

Ahora, diez años más tarde, la película se exhibe en el cineclub del Gargantúa. El Sagaz no podrá estar ahí para guiarlos, así que si van a verla y notan que hay problemas, tomen el proyector, apáguenlo, denle de golpes y enciéndanlo de nuevo. Así funciona esa película.

6/03/2007

vangelis - beaubourg

1993 fue el último año de la vieja plaza de Colegio Civil. En la esquina de Washington y Colegio Civil se conservaba sobre un maltratado pedestal al Dios Bola, una esfera de mármol que sirvió en sus orígenes para señalar un punto geográfico relevante, pero que generaciones de alumnos animistas de la Prepa 1 (entre ellas la de mi padre y su amigo Piro) habían convertido en una deidad protectora de los estudiantes que acudían a presentar exámenes sin haber estudiado.

El resto de la plaza estaba habitado por boleros y puesteros que vendían comida y loza, así como un anciano afincado en la esquina de 5 de Mayo y Juárez que ofrecía a los adolescentes éxitos del metal de los ochenta y del entonces floreciente rock alternativo de MTV (STP, Porno for Pyros, etc.) grabados en casetes Sony con portada fotocopiada.

Inexplicablemente llegó al puesto de este viejo el caset Beaubourg de Vangelis, el griego barbón a medio camino entre la vanguardia sintetizada de los setenta y, hay que decirlo, la epicidad ingenua del new age y las bandas sonoras de superproducciones.

Yo le había tomado afición a su música por el programa Audio Ficción de la radio tapatía, como recordé en el post anterior, donde descubrí que él compuso e interpretó la música de dos de los hitos de mi infancia y primera juventud: la serie Cosmos (el tema "Alpha" de Albedo 0.39 servía de fondo a las narraciones planetarias de Carl Sagan) y Blade Runner, la película de Ridley Scott basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick.

En unas vacaciones que mi familia pasó en Tecomán en casa de mi tío Alfredo descubrí sus discos Opera Sauvage y China, que formaban parte de la colección de mi tío, al lado de Earth, Wind & Fire y las grabaciones de un pariente de su esposa, cuyo nombre no recuerdo pero que cantaba con banda sinaloense y recientemente había perdido una oreja en un pleito de palenque. Estoy divagando, volvamos a Vangelis: cuando encontré Beaubourg en ese puesto de Colegio Civil no lo pensé dos veces y pagué los 10 pesos que el anciano pedía por él.

El de Beaubourg es el Vangelis más iconoclasta, uno que desconocerían quienes lo asocian con la música para consultorio dental. El álbum consta sólo de dos tracks, uno por cada cara del vinil original, donde Evangelos Papathanassiou se aleja de sus característicos colchones de synthes planeadores, pera permitir que su música burbujée, crepite, regurgite y haga erupción. Dura en total unos cuarenta minutos, y su escucha da la sensación de asomarse al laboratorio de un aprendiz de brujo de fantasía steam-punk. No me servía para el walkman, prefería escucharlo en casa, mientras trabajaba sobre un restirador de aglomerado, o tendido en cama antes de dormirme. No tenía ninguna virtud relajante (me parece tonto buscar música con esa intención), era una buena banda sonora para la duermevela, o para acompañar los primeros sueños.

La plaza de Colegio Civil fue demolida, dejando un cráter del tamaño de toda la manzana. El Dios Bola pasó varios semestres arrinconado en un salón de la prepa. Los vendedores de loza fueron reubicados en las ruinas del Cine Juárez (donde actualmente hay una tienda Coppel) y al viejo de los casetes no lo volví a ver. Desconozco qué fue de mi cinta de Beaubourg. Vangelis sigue trabajando ocasionalmente en bandas sonoras, cada vez menos, al parecer no supo adecuarse a la evolución de la música electrónica. Hay un asteroide, el 6354, bautizado en su honor, detalle que nos devuelve al recuerdo de Cosmos. Al parecer la pasmarez, la CF y los synthes son parte esencial de la educación de todo astrónomo que se respete. Y también de los que de niños quisieron ser astrónomos por culpa de Carl Sagan.


Vangelis para descargar.

5/31/2007

laser beak

Durante las cartas de un no tan joven cuya educación musical ha sido descuidada recordé con nostalgia mi época en Guadalajara.

Audio Ficción en Radio UdeG


Entonces escuchaba Audio Ficción en Radio UdeG. Como dije en aquella ocasión, Audio Ficción era una transmisión de electrónica para nerds, con todo tipo de música "de botoncitos" relacionada de algún modo con obras de ciencia ficción.

Dirán que ese perfil es muy pobre para realizar un programa de radio, que necesariamente tendría que acabarse a los pocos meses, pero resulta que había toneladas de electroacústica, synthpop, progresivo, kraut y bandas sonoras dedicados al asunto.

No estamos hablando de electrónica sofisticada elaborada en laptops, sino de aquella época en que lo más cercano a una laptop ocupaba media habitación, de los tiempos en que el Sr. Moog hacía su agosto lo mismo entre bandas de rockers que en conservatorios.

Es un terreno escabroso, puede desbarrar hacia el new age y el ambient incoloro, pero también puede ser tan extraño y emocionante como la música de Edward Artemiev para las películas de Tarkovsky.

El caso es que por culpa de los programadores de Audio Ficción tuve una colección de casetes de Vangelis a la edad en que los adolescentes sanos y normales escuchan rock de guitarras con letras cargadas de teenage angst. Tengo la hipótesis de que ahí perdí la oportunidad de crecer normalmente.


El blog Laserbeak


El caso es que acabo de encontrar un bastión en la blogósfera de aquel mundo de cienciaficcioñeros pre-cyberpunk y adictos a los synthes. Laser Beak es un blog de música, cuyo autor se toma el amoroso trabajo de convertir sus viejos viniles a mp3, comprimirlos y colgarlos enteros para ser descargados a placer por los pasmarotes de todo el orbe.

Ahí encontrarán a Brian Hogdson, autor de la música y efectos de sonido de la serie británica Dr. Who, inevitables como Tomita y Cabaret Voltaire, algo de dub cósmico y la Third Ear Band (alguna vez protegidos de John Peel) de colada, así como un ecléctico disco de Eberhard Schoener con el tierno título de Video Magic. Todo lo necesario para soñarse un ratito en el bar lácteo Korova o en alguna cantinucha de Trántor.

11/16/2006

el viaje de pedro al oeste


Durante la madrugada el Sr. Sagaz soñó la mejor película mexicana de todos los tiempos. No era una película que existiera en el mundo real. Ni siquiera aparecían actores conocidos (y eso que en sueños uno cuenta con presupuesto ilimatado para superproducciones).

Soñó algunas secuencias de la película, pero también una revista donde venían fotos muy grandes de los escenarios, y los comentarios del director por televisión. Todo un gran despliegue de mercadotecnia onírica.

El título era El viaje de Pedro al Oeste, en otros momentos era sólo Pedro va al Oeste. Ocurría en una casa con pisos de arena, cada habitación era un arenero enorme. Eso estaba plagiado directamente de Stalker, pero en ningún momento se apareció un Tarkovsky soñado para reclamar.

Los muebles eran de marfil y todo parecía viejísimo pero elegante. En algún momento pasó flotando un sirviente robot, similar a los platillos de Milagro en la Calle 8. No es la primera vez que esos bichos aparecen en los sueños del Sr. Sagaz. En otras ocasiones han sido hostiles, pero esta vez la maquinita parecía bien domesticada.

En la casa vivían niños, niñas, mujeres jóvenes y ancianas, pero ningún hombre adulto. No había nada abiertamente erótico, pero las muchachas vestían cosas muy ligeras y el tono general era de despreocupación y placer. Los diálogos, ahora irrecuperables, eran más de película para televisión, incluso infantil. Sencillos, limpios, directos.

Los escenarios mostrados en la revista pertenecían a El viaje de Pedro al oeste, pero también de otras películas del mismo director. En una de las imágenes podía apreciarse un escenario nocturno del tamaño de todo un desierto, con monumentos de roca erguidos en mitad de la nada. Después, por TV, el director explicó que en realidad él era arquitecto y lo único que disfrutaba era la creación de los escenarios, lo de dirigir no le emocionaba.

Terminada la perorata del director, el Sr. Sagaz creyó despertar. Estaba en la casa de su madre y ella veía la TV. Él le contaba lo que había soñado, "la mejor película en la historia del cine mexicano". "Eso que soñaste se parece a la que estoy viendo ahorita -aquí la madre pronunciaba un título de film- yo creo que lo soñaste porque dormido escuchabas los diálogos". En eso, el Sr. Sagaz despertó realmente, en su habitación normal y sólida de la vigilia. Recordó todos los detalles durante algunos minutos. Ahora sólo conserva este bosquejo.

9/25/2006

idoru

Todavía está lejos Rei Toei, pero para allá vamos: el holograma de Kate Moss en la pasarela de Alexander McQueen. El programa que proyecta estas imágenes se llama Musion Eyeliner, es el mismo que permitió la presencia de Gorillaz en los VMA 2006. Pueden ver ese video en la página de McQueen.

7/28/2006

vendrán lluvias suaves

Esta cosa con los lugares abandonados, ¿desde cuándo? No lo reconocimos, lo pusimos en palabras, hasta 1996 ó 97, la Faerie y yo. Estábamos en uno de nuestros lugares abandonados favoritos, el edificio de Posgrado, que nadie utilizaba por las tardes. El edificio estaba en un rincón de la universidad, lejos de las facultades. Bien podías jugar con la idea de que realmente ya no quedaba nadie, que todos se habían ido (de la universidad, de la ciudad, del mundo).

Antes de eso, años antes, sólo estaba el vicio ir al centro de la ciudad en Semana Santa (cuando todos han escapado a las costas, como lemmings). Recuerdo estar una mañana frente a Correos, en medio de la calle, sin ningún coche a la vista. Esa día encontré El rinoceronte de Ionesco, en el puesto de postales y libros viejos a la entrada de Correos.

¿Y más atrás? Cuando todavía tenía que llegar a casa por las noches me tentaba la idea de no regresar, de seguir caminando hasta el amanecer, o quedarme en la Central, o en algún café abierto las 24 horas. Presumiblemente, a esa hora tendría una imagen de la ciudad prácticamente vacía y, a veces, bañada en luz de luna. Esta imagen sería desmentida por la realidad, pero la afición por los cafés 24 horas sigue.

Pero no, ése no fue el principio. ¿Dónde comenzó el gusto por los lugares abandonados? Como muchas veces, puedo remitirme a Crónicas marcianas, a "Vendrán lluvias suaves", el relato de la casa que sigue funcionando después de que sus inquilinos han muerto. El lugar, completamente automatizado, tiene una voz robótica que invita a sus amos a comenzar un nuevo día. Sin proponérselo, la máquina lee un poema que describe perfectamente la situación:

There will come soft rains and the smell of the ground,
And swallows circling with their shimmering sound;

And frogs in the pools singing at night,
And wild plum trees in tremulous white;

Robins will wear their feathery fire,
Whistling their whims on a low fence-wire;

And not one will know of the war, not one
Will care at last when it is done.

Not one would mind, neither bird nor tree,
If mankind perished utterly;

And Spring herself, when she woke at dawn
Would scarcely know that we were gone.


Puedo ir más atrás. La inundación de 1983 en Tampico. La más grande desde los años veinte o treinta, algo así decían los vecinos. Espantado, Papá hizo que lo alcanzáramos en su trabajo, donde suponía que estaríamos a salvo del agua. La mentada catástrofe resultó un fiasco, sobre todo si la comparas con lo que ocurre ahora en temporada de huracanes. De todos modos, pasamos parte de la velada entre un montón de oficinas y bodegas desiertas. Ahí aprendí a jugar pokar y conquián. Del conquián no recuerdo nada.

Por ese tiempo se dieron también las juntas de padres de familia, en la primaria. Eran casi de noche, cuando no había clases. Arlette y yo éramos hijos de familias foráneas, no había quién nos cuidara, así que nuestras respectivas madres nos llevaban a las juntas. Las monjas toleraban que jugáramos en los salones y pasillos vacíos, a condición de que no rompiéramos nada. Haber conocido la escuela en esas condiciones era algo digno de presumir, pero no recuerdo que se lo contáramos a nadie. Mamá insiste ahora en que Arlette es la tipa del reporte meteorológico en el canal 12. Un día me la mostró, quizá la edad y el origen coinciden, pero la Arlette que yo recuerdo tenía el pelo totalmente chimpudo, y un montón de pecas. La chica de la TV está bastante desabrida.

¿Estoy seguro de que no hay nada más atrás? De momento ahí se me atora el carrete, quizá consiga recordar algo más en otra ocasión. Debería preguntar a Mamá. Si me dice que me gustaba pasear por la casa de noche, a los 2 años de edad, no me extrañará tanto. Por cierto, el poema se llamaba igual que el cuento, "Vendrán lluvias suaves", es de Sara Teasdale.

Pd. Hace unos meses vi por TV los cuadros de un pintor tapatío, joven, que hace paisajes urbanos deshabitados, con luz de crepúsculo o amanecer. No puedo recordar su nombre, si alguien sabe de quién estoy hablando, porfa, pasen el dato.

Bonito fin (esa expresión no me acaba de gustar, tiene algo apocalíptico).

6/14/2006

14 de junio de 1986

Sentí la tentación de titular este post "veinte años no es nada", pero hubiera sido clavar cliché sobre cliché. Vamos a dejarlo así.

En 1987 leí por primera vez Crónicas Marcianas. En la edición de Minotauro la introducción era de un tal Jorge Luis Borges del que nunca había escuchado hablar. Era una introducción fantástica por partida doble, por su tema y por su cualidades. Hablaba de antecedentes antiquísimos de la ciencia ficción, yéndose hasta Luciano de Samosata y acomodando en sólo dos páginas información valiosísima para un niño que estaba traumado con el tema. Leyendo eso me imaginé a Borges como un tipo realmente cool, quizá por la treintena de años, con una biblioteca preciosa, llena de joyas olvidadas de la fantasía y ciencia ficción.

Tuvieron que pasar algunos años para que encontrara sus Obras Completas (que entonces eran sólo dos tomos, ahora ocupan más espacio) en la biblioteca de la preparatoria Pablo Livas. Yo no estudiaba ahí, yo estaba inscrito al lado, en la prepa 3, me hacía pasar por estudiante de la Pablo Livas porque ahí nadie me conocía, aunque esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Ahí descubrí que Borges ya tenía un año muerto cuando leí aquella introducción, y que en sus últimos días fue un viejito ciego al que trataban mal sus colegas, aunque a él le valía más o menos madre, porque vivía en su mundo.

En esos dos tomos, encuadernados en tela verde, fue donde aprendí a quererlo. El primer de sus libros que pude comprarme fue Artificios, la mitad de Ficciones que apareció a un precio ridículo en los puestos de revistas, en la colección Alianza Cien. Bueno, un precio ridículo para casi cualquiera: estoy seguro de que apoqué en los camiones de ese día para completarlo, pero volví a casa con la sensación de haber encontrado un tesoro olvidado en la banqueta.

Hace 20 años que Georgie dejó el mundo, o lo que el resto de nosotros llama mundo. No estoy seguro de que concibamos la muerte en la misma forma que él. Y sólo se me ocurre una forma de recordarlo:



Límites (El hacedor, 1960)
Jorge Luis Borges


De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias,
una que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

5/26/2006

la tropa solipsista

Trurl y Clapaucio, constructores con Diploma de Omnipotencia, se proponen detener la guerra en un pequeño planeta: hacen que los soldados se enchufen unos a otros, generando un único y amplio estado de conciencia.

... unas compañías charlaban animadamente con otras, gritando por las ventanas abiertas de los acantonamientos frases sobre el concepto de la verdad, juicios analíticos y sintéticos a priori y razonamientos sobre la existencia in se; éste era ya el nivel alcanzado por la inteligencia colectiva, cuyo trabajo mental condujo a elaborar leyes de filosofía, hasta que un batallón llegó a un solipsismo total, proclamando que fuera de él no existía concretamente nada. Puesto que de ello se deducía que no había monarca ni enemigo, hubo que volver a separar en secreto a sus soldados, e incorporarlos en las unidades adscritas al realismo epistemológico. Según parece, y simultáneamente, en el estado de Mostrogrito la sexta división de comandos se pasó de los ejercicios de cargar el arma a los ejercicios místicos y, sumida en la contemplación, por poco se sume en un torrente.

Stanislaw Lem "Expedición primera, o La trampa de Garganciano", uno de los cuentos de la Ciberíada.

5/22/2006

la gente del lago

Recuerdo artículos acerca de la gente que habita junto al lago; pertenecen a un pacífico grupo religioso, algo así como los cuáqueros; salvo que, se dice, estaban firmemente convencidos de que no había que poner a los niños en cunas de madera. Ésta era su proclividad herética especial. También se dice de ellos que "de vez en cuando nacen uno o dos brujos", lo cual tiene alguna relación con la aversión que les despiertan las cunas de madera; si se pone un niño o bebé que ha de convertirse en brujo en una cuna de madera, evidentemente ha de ir perdiendo sus poderes poco a poco.

Philip K. Dick, Valis.

5/06/2006

¿y mi gato?

Nuestro amigo Kevin comenzaba siempre con la misma frase: -¿Y mi gato muerto? -preguntaba. Varios años atrás, Kevin había salido de paseo con su gato. Había cometido la torpeza de no ponerle una traílla y el gato se había lanzado por la calle al encuentro de las ruedas de un automóvil. Cuando Kevin recogió los restos del animal, todavía vivía. Exhalaba una espuma sanguinolenta y lo miraba aterrado. A Kevin le gustaba decir: -El Día del Juicio Final, cuando sea llamado a comparecer ante el gran juez, les diré "aguardad un momento" y entonces sacaré al gato muerto de debajo de mi chaqueta. "Cómo lo explicáis", preguntaré.

Por entonces, solía decir Kevin, el gato estaría tan tieso como una sartén; sostendría al gato por el asa, o sea el rabo, y esperaría una respuesta satisfactoria.


Philip K. Dick, Valis.

9/20/2005

2046 (wong-kar wai, 2004)

En el Hong Kong de los años sesenta, el Sr. Chow (Tony Leung) alquila una de las estrechas habitaciones del Oriental Hotel. Su interés estaba en la huésped del cuarto 2046, pero deberá resignarse a ocupar el 2047.

Y aunque el hotel ha conocido tiempos mejores, la decrepitud de los cuartos y los largos pasillos es desmentida por los intensos colores del mobiliario, por la elegancia con que sus moradores despiden volutas de humo, por lances amorosos que hacen temblar las paredes, y por el suntuoso vestuario de Bai Ling, la recién llegada. Como si una vida diferente, cálida y enervante, se asomara entre las ruinas.

Lo mismo que ocurre con Chow: debajo de esa expresión de seguridad y sus maneras infalibles, este autor de cuentos eróticos desea y extraña más de lo que le conviene. Y libera parte de ese deseo escribiendo una novela futurista, donde un joven japonés, su doble, aborda un tren que parece jamás llegará a su destino:

Todos los que van a 2046 tienen la misma intención, recobrar sus recuerdos. Porque en 2046 nunca cambia nada. Pero desconocemos si eso es cierto, porque nadie ha regresado jamás.

El octavo largometraje de Wong Kar-wai, filmado al mismo tiempo y con el mismo equipo que In The Mood for Love (2000), tardó cuatro años más en estrenarse, en parte por la costumbre del director de trabajar a su ritmo, pero también por los efectos especiales que hubo que agregar para las escenas futuristas. Dichas escenas funcionan como variaciones del tema principal, la vida amorosa de Chow.

Del amor lo que interesa a Kar-wai es su proximidad indecisa, su fin o su prolongación como recuerdo, no su realización. Si en su anterior film veíamos a Chow engañándose, conteniéndose, sólo para lamentarlo amargamente años después, ahora lo encontramos con una actitud más mundana, incluso atrevido, pero eso tampoco le salvará.

Como el mismo personaje dice, no basta con dos personas que se deseen mutuamente, pues si se encuentran en un momento poco propicio, demasiado pronto o demasiado tarde, estarán perdidos. Lo cual no impide que algunas de las escenas que marcan a fuego la película sean las que Tony Leung y Zhang Ziyi (Hero, House of Flying Daggers) comparten en la cama.

2046 tiene todo el estilo de su autor, con vestuario y diseño preciosistas, magistral trabajo de cámara de Christopher Doyle (quién se hartó del método Kar-wai con esta película y no piensa volver a trabajar con él) y una banda sonora en la que Nat King Cole y Connie Francis suenan hipnóticos.

Si el hechizo de 2046 no es perfecto se debe a que Kar-wai incurre en una falta que parecía imposible en él, sobre todo a estas alturas: poca decisión a la hora de eliminar escenas y diálogos en la edición final.

Si consideramos que su método consiste en filmar sin guión y consentir las improvisaciones, las decisiones que toma en la sala de edición son más determinantes que en otros directores.

Y en casos anteriores habían sido muy acertadas, consiguiendo filmes compactos, a los que no podías quitar ni una línea. Películas en los que no se hablaba innecesariamente, dejando que las imágenes guiaran la narración.

2046 ha resultado muy larga (más de dos horas; él que afirmaba que hora y media eran lo ideal para el cine contemporáneo), con varias explicaciones innecesarias que la despojan de su misterio.

A pesar de ese tropiezo, la fuerza de sus imágenes y la parte esencial de su historia la convierten en una experiencia fílmica imprescindible.

Guión y dirección: Wong Kar-wai. Fotografía: Christopher Doyle, Lai Yiu Fai y Kwan Pun Leung. Música: Peer Rabin y Shigeru Umebayashi. Con Tony Leung, Zhang Ziyi, Faye Wong, Maggie Cheung y Carina Lau. China, 2004. Cantonés, mandarín y japonés, 129 minutos.

Apareció en Sonitus Noctis No. 13 (Septiembre 2005).

3/10/2005

immortel (enki bilal)

Enki Bilal (Belgrado, 1951) es un autor de culto de la bande dessinée desde los años setenta, pero se ha distinguido por su interés por otros medios. En sus trabajos al lado del guionista Pierre Christin combinó la tira cómica con la fotografía (una técnica que alcanzaría sus mejores momentos con Dave McKean) y también ha diseñado escenarios, vestuario y pósters de opera, teatro y cine. Debutó como director cinematográfico con Bunker Palace Hotel (1989), a la que siguió Tykho Moon (1997) y hasta 2004 pudo llevar a la pantalla una de sus propias novelas gráficas. Immortel (ad vitam) es la adaptación de La Foire aux immortels (1980) y La Femme piège (1986), las dos primeras partes de la Trilogía de Nikopol. La última entrega, Froid équateur (1992), no ha sido considerada en el guión y podría dar lugar a una película más.

Junto a Sky Captain (Kerry Conran, 2004), Immortel es de las primeras en utilizar exclusivamente escenarios digitales, incluso los personajes secundarios son imágenes generadas por computadora. No se ven tan realistas como los de otras superproducciones, pero esa deficiencia se ve compensada por la buena sincronía de sus acciones con las de los protagonistas. Además, estos actores CGI representan a una humanidad donde las alteraciones genéticas y los órganos protésicos son la norma, así que su artificialidad no está fuera de lugar.

La historia se desarrolla en la Nueva York del año 2095, donde se conserva la apariencia de un gobierno democrático pero el verdadero poder lo detenta Eugenics, empresa responsable de las alteraciones anatómicas de los ciudadanos. Se sabe que treinta años atrás hubo una revuelta civil contra Eugenics dirigida por Alcide Nikopol (Thomas Kretschmann), quien fue detenido y condenado a suspensión inanimada.

De golpe, la gris cotidianidad de la ciudad se ve rebasada por apariciones fantásticas. Una pirámide egipcia, que hace las veces de transporte para los dioses, flota en los cielos. De ella sale Horus, el dios halcón, a quien sus semejantes han concedido sólo siete días (la duración del latido de un corazón divino) para dejar descendencia en este planeta. Al mismo tiempo, Central Park es sitiado por lo que los noticieros llaman "la intrusión", un campo de fuerza que mantiene esa zona a temperaturas glaciales y fulmina a todo el que pretende entrar. El único enterado de los motivos de dicha intrusión es John, un individuo agonizante con el rostro oculto y procedencia desconocida.

Los agentes que estas fuerzas sobrehumanas han escogido para actuar en la Tierra son el resucitado Nikopol (en quien se encarnará Horus para concebir un semidios) y la protegida de John, una chica de cabello y lágrimas azules llamada Jill (Linda Hardy). Las comparaciones entre Jill y la Leeloo de The Fifth Element (Luc Besson, 1997) están a la orden del día. Podrían justificarse por la influencia de Jean "Moebius" Giraud (leyenda del cómic galo y diseñador de los personajes de The Fifth Element) en Bilal, pero lo cierto es que en La Femme piège el personaje no tiene ese halo de the woman who fell to earth. Lo más probable es que lo haya adquirido para simplificar la trama.

Expuestas las circunstancias y los personajes, Immortel adopta la velocidad de un film de acción, con Nikopol y Jill escapando de las trampas de Eugenics, apoyados por la Dra. Turner (Charlotte Rampling, todavía bella a los sesenta), y tiene sus momentos cómicos en las discusiones de Nikopol con el insufrible Horus. Hacia el último tercio de la película, las relaciones de poder en la ciudad pierden importancia, pues como advierte John a la Dra. Turner "las cosas han pasado a otro nivel".

Immortel no oculta sus deudas con Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y Brazil (Terry Gilliam, 1985), tomando el aire de film-noir tecnificado de la primera y el humor negro de la segunda, como tampoco oculta que su objetivo es la taquilla internacional: está hablada en inglés, con reparto multinacional. En resumen, es buen cine de aventuras ambientado en la distopía característica de la CF cyberpunk y post-cyberpunk, adaptado y dirigido por uno de los artistas gráficos que mejor conoce ese terreno, sólo que esta vez dirigiendo sus esfuerzos al gran público.

Guión y dirección: Enki Bilal. Fotografía: Pascal Gennesseaux. Música de Goran Vejvoda Sigur Rós y otros. Con Linda Hardy, Thomas Kretschmann y Charlotte Rampling. Francia/Reino Unido/Italia, 2004. Inglés, 102 min.

Apareció en Sonitus Noctis No. 9 (Marzo 2005)