8/28/2011

el juego y la guerra

De Meridiano de sangre, Cormac McCarthy:

El juez sonrió. Los hombres nacen para jugar. Para nada más. Cualquier niño sabe que el juego es más noble que el trabajo. Y sabe que el incentivo de un juego no es intrínseco al juego en sí sino que radica en el valor del envite. Los juegos de azar carecen de significado si no media una apuesta. Los deportes ponen en juego la destreza y la fortaleza de los adversarios y la humillación de la derrota y el orgullo de la victoria son en sí mismos apuesta suficiente porque son inherentes al mérito de los protagonistas y los determinan. Pero ya sea de azar o de excelencia, todo juego aspira a la categoría de guerra, pues en ésta el envite lo devora todo, juego y jugadores.


Para Huizinga la teoría de la guerra total desvaneció la función cultural de la guerra y los últimos vestigios lúdicos de ésta. De forma paralela, el juego como negocio negó el juego como actividad sin fin en sí misma, acto gratuito pero formador, prefigurador de cultura. Durante el resto del siglo XX, que ya no conoció Huizinga, la guerra total no acabó con la especie. Ella y el juego-negocio conservaron la relación que la guerra y el juego primarios tenían con la formación de cultura.

El juez Holden cabalga con una banda de filibusteros. Cobra su parte de las ganancias, pero parece más interesado en continuar embistiendo poblados. En sus palabras, la guerra no es una especie del género juego, sino que el juego aspira a la categoría de guerra y la guerra a la disolución, la aniquilación gratuita. Es un híbrido, la combinación guerra total-juego primario. Me acordé de él, de ese párrafo en particular, al leer esta línea de Ed Vulliamy : The thing that really makes Mexico's war a different war, and of our time, is that it is about, in the end, nothing.

No hay comentarios.: