1/20/2005

diamanda galás - defixiones, will and testament

Galás llevaba cinco años sin publicar un disco cuando irrumpió con dos álbumes dobles: Defixiones, Will and Testament y La Serpenta Canta. Ambos fueron grabados en concierto, sin acompañamiento (sólo su piano, su voz y un poco de manipulación electrónica), e incluyen la misma canción de Blind Lemon Jefferson, pero fuera de esas similitudes cumplen intenciones muy diferentes. La Serpenta Canta continúa la relectura de la música popular americana iniciada con The Singer (Mute, 1992) y Malediction and Prayer (Asphodel, 1998). Defixiones, Will and Testament es mucho más ambicioso en contenido e implicaciones.

Galás concibe sus presentaciones como experiencias catárticas, en las que se grita lo que usualmente se calla, lo más doloroso, para poder asumirlo y trascenderlo. Su tema principal desde los años ochenta había sido la epidemia del sida (que cobrara la vida de su hermano Philip Dimitri Galás en 1986). En Defixiones la tragedia sigue en familia, pues trata acerca del genocidio de armenios y griegos a manos de los turcos, ocurrido entre 1914 y 1923. Perteneciente a una familia de inmigrantes griegos en San Diego, Diamanda escuchó desde joven las historias de esa masacre, menos recordada que otras tragedias del siglo XX. Con Defixiones maldice ese olvido y retrata el horror con el horror.

En la primera parte de este álbum, subtitulada "The Dance", recurre a los textos del poeta Siamanto (uno de los intelectuales armenios asesinados por los otomanos), el sirio Adonis ("The Desert", extracto de su Diario de Beirut, 1982), Freidoun Bet-Oraham ("The Eagle of Tkhuma") y Pier Paolo Pasolini ("Holokaftoma"). Se debe evitar cuidadosamente la expresión "disco de denuncia", porque resulta insuficiente. Mucho menos podría considerársele un manifiesto contra Turquía: uno de sus mejores momentos es la canción de amor turca "Sevda Zinçiri". Simplemente es Galás en su vertiente más libre, saltando del recitativo al lamento y el aullido, con palabras más escupidas que pronunciadas, con su habitual virtuosismo al piano (esta chica debutó a los catorce con la sinfónica de San Diego) y una voz imponente. Un aterrador derroche emocional que, sin embargo, no pierde pie ni llega a los excesos de Litanies of Satan (Mute, 1982), aquella estridencia críptica a mayor gloria de Baudelaire, casi insoportable.

El segundo disco, con el subtítulo "Songs of Exile", es precisamente eso: una colección de textos de exiliados como Michaux ("Ja Rame"), Celan ("Todesfuge") y Vallejo ("Epístola a los transeúntes", interpretada como vals de salón decadente). Aquí se apega más al formato de canción, incluso posee dos piezas de rebetiko (género vernáculo griego, representado por "San Pethano" y "Anoixe") y un estándar del blues ("See That My Grave Is Kept Clean"). "Songs of Exile" es tan dramático como la primera parte del álbum, apenas un poco más fácil de digerir.

Defixiones está estructurado de tal manera que sólo cobra pleno sentido escuchándolo completo, pero puestos a escoger una sola canción sería la ominosa "Birds of Death", que además es de las pocas con letra y música de Diamanda. Independientemente de la importancia del tema y la investigación (musical e histórica) que hay detrás de Defixiones, este disco es el mejor registro que se haya conseguido de una de las intérpretes más viscerales y mejor dotadas de la música contemporánea. Imprescindible.

Diamanda Galás - Defixiones, Will and Testament (Mute, 2003)


Sobre el genocidio armenio: www.theforgotten.org

Apareció en Sonitus Noctis No. 8 (Febrero 2005).

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