1/05/2007

hacienda del muerto


—¿Cómo sabes que vamos mal?
—¿Ves esa montaña que estamos dejando atrás? Bueno, deberíamos estar acercándonos a ella.

Maya giró el coche en mitad de la carretera y corrigió el rumbo. Tardaron tres horas en hacer un recorrido que normalmente toma 40 minutos. Avanzaron en todas las direcciones equivocadas que encontraron, preguntaron a soldados, conductores y mecánicos, en medio de un vendaval que amenazaba con levantar al Sr. Sagaz del suelo.

Al final, una angosta carretera que se prolonga durante diez kilómetros en el desierto y que sólo sirve para llegar al casco abandonado de una hacienda, presumido como monumento histórico por las autoridades, adornado con latas de cerveza y restos de picnics. Un foso con llantas en llamas daba la bienvenida.

Dicen que en los muros de este lugar se ha escrito la Historia. Por lo que encontraron Maya y el Sr. Sagaz, parece que la Historia tiene una ortografía horrenda y sólo sabe poner cosas como "Toño y Beba se aman". Diez minutos después ya iban de regreso a Monterrey.

1/04/2007

el rapsoda

Cuando por fin el rapsoda abrió la boca para cantar, Mark-Alem sintió alivio. Pero duró poco, pues, igual que el sonido del instrumento, la voz del rapsoda tenía algo de inhumana. Se diría que mediante una operación singular hubieran arrancado de ella todas las entonaciones cotidianas, para dejar sólo las de carácter perdurable. Era una voz en la que la garganta del hombre y la garganta de la montaña parecían haberse concertado largamente hasta eliminar toda discordancia. Después se habían concertado con otras voces progresivamente más distantes, hasta llegar a los gemidos de las estrellas. Además, tanto la voz como las palabras eran de tal condición que parecían poder brotar así de las bocas de los vivos como de los muertos. La concertación, pues, alcanzaba también a los espíritus y puede que esta última fuera la más íntima, la más lograda.

Ismaíl Kadaré, El palacio de los sueños.

1/03/2007

epilepsia de año nuevo

1. El Sr. Sagaz no suele celebrar el Año Nuevo. No es un asunto de principios, que para empezar no tiene ninguno, es sólo que su familia nunca lo ha festejado. Y la gente de O'Malley deja la ciudad en esos días, así que tampoco lo pasa con ellos.

Cuando intentó apuntarse a los festejos le salió como sus patas. El año nuevo 2001, en Xalapa, trató de salir de bares y descubrió las calles vacías: todo mundo andaba en el puerto. Acabó escuchando misa de gallo en la Catedral, calado hasta los huesos. El siguiente año, de vuelta en Monterrey, él y el Sr. Sensato se acabaron una botella de whiskey escuchando a Leonard Cohen. No son precisamente la alegría de la huerta estos chicos.

2. Como no lo recibieron en ningún refugio/asilo/sanatorio fue Maya quien lo acogió este año, desde el viernes hasta las primeras horas de 2007.

El viernes visitaron un centro comercial, donde el Sr. Sagaz encontró el DVD de 24 Hour Party People y lo compró para suplir su desaparecida copia en VCD. Esa noche continuó leyendo Estética de la desaparición, cuyo primer capítulo se centra en la epilepsia y la picnolepsia, mencionando específicamente el caso de los sujetos fotosensibles.

3. En la película el actor Sean Harris escenifica uno de los ataques epilépticos que Ian Curtis sufría en los escenarios, víctima de las luces estrobo. El Sr. Sagaz tuvo ese viernes en sus manos el libro y la película, pero no hizo la conexión correspondiente hasta la noche de Año Nuevo, escuchando a una de las invitadas: una radióloga lagunera encargada de pacientes epilépticos. Justo cuando el Sr. Sagaz notó que la epilepsia había sido mencionada recurrentemente ese fin de semana, y contaba a Maya el caso de Curtis, la radióloga, en el otro extremo de la mesa, comenzó a hablar de los sujetos fotosensibles.