Esta mañana había un vendaval. Las persianas y las puestas temblaban, yo dormía veinte minutos, luego pasaba otros diez despierto y vuelta a empezar. En una de esas cabezeadas soñé con la Pepsi vampiro.
Estaba en el balcón de un hotel, viendo una ciudad que no conozco. Había luna llena y un silencio perfecto. Unos puntitos aparecieron en el círculo de la luna y comenzaron a acercarse. Eran un montón de murciélagos de cuerda. No se les veía el mecanismo, pero no volaban como animales ni como máquinas de alta tecnología, sino que se estremecían como juguetes de cuerda. Uno de los murciélagos se separo de la formación y se dirigió hacia mi balcón. Aterrizó en el centro del cuarto con la misma torpeza con la que lo hacen los albatros en los documentales (no sabemos, podría ser simple miedo a la cámara, capaz que solitos aterrizan bien chido). Las alas dejaron de vibrar: el murciélago de plástico se abrió en dos y dejó ver en su interior una Pepsi, fría y lista para tomarse. Desperté antes de poder abrirla.
4/02/2009
2/10/2009
la fundación de asimov al cine
Habrá una adaptación cinematográfica de "Fundación", la novela de Isaac Asimov. Eso lo sabíamos desde el año pasado, son las expectativas las que han cambiado mucho: originalmente tendría a los productores de "El Señor de los Anillos" (Bob Shaye y Michael Lynne) y sería dirigida por Alex Proyas, pero Columbia les ganó los derechos y la dejó en manos de Roland Emmerich.
Supongo que a Emmerich ("Independence Day", "Godzilla", etc.) sólo le contaron que la película era sobre el fin de la civilización y ya está alucinando secuencias de planetas explotando.
Dejando de lado la decepción que significa ver a Emmerich en el proyecto, lo más extraño es que hubiera varios estudios peleándose los derechos de "Fundación". Los libros de Asimov, y sobre todo la serie de las Fundaciones, tienen muy poco de lo que gusta a los estudios para hacer grandes películas veraniegas de CF.
De hecho, tienen poco de lo que gusta a cualquier guionista, sin importar el tamaño de su presupuesto, el género de la película o el público al que aspire.
En el caso de Asimov estas alteraciones no son una traición, son casi una necesidad. En sus historias hay ideas (muchas muy interesantes) y acciones, pero los personajes que las piensan y realizan tienen pocos matices, y los escenarios que tales personajes habitan son descritos con gran economía de lenguaje. Para rematar, prácticamente no hay mujeres.
¿Cómo se adapta eso al cine? Pues inventando la mayor parte, porque el espectador necesita creerse los personajes y sus motivos, verlos dudar y fallar, interactuar con su entorno, no simplemente funcionar como instrumentos de la Historia en el mundo. Desde ya siento piedad por el guionista al que le dejen este paquetote.
De igual manera, si Chris Cunningham hubiera logrado su versión de "Neuromante", él y William Gibson habrían enfermado cuando el auditorio reconociera mucho de "Matrix" y "Swordfish" en ella (cuando el caso, de nuevo, es el contrario).
Con "Fundación" no se trata de una o dos películas que han tomado ideas de esa novela: prácticamente toda la CF cinematográfica y televisiva con imperios o repúblicas galácticos está en deuda con "Fundación". Sin ir lejos, Coruscant, el planeta capital de Star Wars, está calcado del Trantor de Asimov.
Pensándolo bien, no es mala idea que se haga la película. Podría causar un cisma en las iglesias jedi y trekkie del mundo, cuando sus fieles identifiquen la fuente de la que bebían sus ídolos.
Supongo que a Emmerich ("Independence Day", "Godzilla", etc.) sólo le contaron que la película era sobre el fin de la civilización y ya está alucinando secuencias de planetas explotando.
Dejando de lado la decepción que significa ver a Emmerich en el proyecto, lo más extraño es que hubiera varios estudios peleándose los derechos de "Fundación". Los libros de Asimov, y sobre todo la serie de las Fundaciones, tienen muy poco de lo que gusta a los estudios para hacer grandes películas veraniegas de CF.
De hecho, tienen poco de lo que gusta a cualquier guionista, sin importar el tamaño de su presupuesto, el género de la película o el público al que aspire.
Isaac Asimov es un autor de ideas y acciones
No es casual que, a pesar de la fama de este autor (fallecido en 1992) haya pocas adaptaciones de sus libros, y las pocas que hay (como "Yo Robot") tomen poco de los libros.En el caso de Asimov estas alteraciones no son una traición, son casi una necesidad. En sus historias hay ideas (muchas muy interesantes) y acciones, pero los personajes que las piensan y realizan tienen pocos matices, y los escenarios que tales personajes habitan son descritos con gran economía de lenguaje. Para rematar, prácticamente no hay mujeres.
¿Cómo se adapta eso al cine? Pues inventando la mayor parte, porque el espectador necesita creerse los personajes y sus motivos, verlos dudar y fallar, interactuar con su entorno, no simplemente funcionar como instrumentos de la Historia en el mundo. Desde ya siento piedad por el guionista al que le dejen este paquetote.
Los casos de Enki Bilal y William Gibson
Hay todavía otro problema: que el público sienta demasiado déjà vu al verla. Cuando se estrenó "Immortel" (Enki Bilal, 2004) uno de los comentarios repetidos por críticos y espectadores fue que parecía una versión con humor negro de "El Quinto Elemento", cuando fue Luc Besson quien tomó préstamos del cómic de Enki Bilal.De igual manera, si Chris Cunningham hubiera logrado su versión de "Neuromante", él y William Gibson habrían enfermado cuando el auditorio reconociera mucho de "Matrix" y "Swordfish" en ella (cuando el caso, de nuevo, es el contrario).
Con "Fundación" no se trata de una o dos películas que han tomado ideas de esa novela: prácticamente toda la CF cinematográfica y televisiva con imperios o repúblicas galácticos está en deuda con "Fundación". Sin ir lejos, Coruscant, el planeta capital de Star Wars, está calcado del Trantor de Asimov.
Pensándolo bien, no es mala idea que se haga la película. Podría causar un cisma en las iglesias jedi y trekkie del mundo, cuando sus fieles identifiquen la fuente de la que bebían sus ídolos.
1/20/2009
los peluqueros y la piedra lumbre
Hace años que no voy a una estética, sólo a viejas peluquerías del centro. En las postales nostálgicas estas tienen a la entrada un bastón con líneas azul, blanco y rojo, el cual gira sobre su propio eje. En nuestras ciudades este bastón no existe como tal, pero está pintado en la fachada por nostalgia de esas postales nostálgicas.
En la que visito desde hace tres años hay tres peluqueros ancianos, tres sillas giratorias en las que los viejos sientan a sus clientes y muchos cuadros de chicas, luchadores y viejas glorias del futbol americano.
El mayor de los peluqueros es el dueño, el que corta mejor y más rápido. Acostumbra ausentarse los fines de semana, así que casi nunca me ha atendido. Este domingo estaba el señor alto que escucha los boleros de la AW. El otro, chaparrito, dormitaba sobre una silla en el rincón. Mientras esperaba descubrí que el chaparro estaba completamente borracho, en pleno mediodía.
Cuando se acercaba mi turno el durmiente despertó, se puso como pudo la bata blanca y llamó a otro de los clientes, no a mí. Viendo lo perdido que estaba el hombre ni se me ocurrió respingar. El cliente obedeció y ocupó una de las sillas giratorias, visiblemente nervioso. Su novia parecía no percatarse de lo peligroso de la situación (aquí no usan rastrillo, te hacen la patilla y la nuca a navaja), o si lo hacía le parecía divertido: sonreía mientras el chico se quedaba pálido bajo las manos del peluquero ebrio.
El chaparro despachó a su cliente, lo mandó a casa con un corte lamentable y luego se puso a lloriquear acerca de su hermano, el de Parras, del cual no sabía si seguía vivo. Masculló algo sobre querer visitarlo, se despidió y se largó.
Mientras me cortaba el pelo, el último peluquero disponible contó: “Este viejo todavía está fuerte, es aguantador, pero toma esos vinos de doce pesos, las botellitas. Esas son muy malas, ¿sabes qué tienen? Les ponen piedra lumbre”. De un mueble que parecía haber recibido miles de capas de pintura azul durante el último siglo sacó una piedra blancuzca, del tamaño de un puño. “De ésta, mira”.
Reconocí la piedra, no veía una así desde la infancia, no había pensado en ellas desde entonces. Se supone que debes restregarla contra el cuerpo de una persona aquejada por males desconocidos y después quemarla. Al arder, la piedra toma la forma de la causa del mal. Cuando me tocó ver una en acción, me dejó la impresión de que invariablemente estas piedras toman la forma almendrada de un ojo, de modo que siempre se podía diagnosticar al “mal de ojo” como la fuente de las desgracias.
Recordé que cerca de la peluquería hay una tienda con libros esotéricos. Quizá con el tiempo algunas de las ideas arcanas almacenadas ahí habían pasado por ósmosis a la peluquería, corrompiéndose y confundiéndose en el trayecto. ¿Por qué le pondría alguien eso al vino? ¿Qué hacía una piedra lumbre en el cajón, junto a las tijeras y peines? Salí del lugar sin una impresión clara de lo que había escuchado, pero convencido de que jamás beberé una botella de vino de doce pesos.
(Ocurrido el pasado domingo 18 de enero en el centro de Monterrey)
En la que visito desde hace tres años hay tres peluqueros ancianos, tres sillas giratorias en las que los viejos sientan a sus clientes y muchos cuadros de chicas, luchadores y viejas glorias del futbol americano.
El mayor de los peluqueros es el dueño, el que corta mejor y más rápido. Acostumbra ausentarse los fines de semana, así que casi nunca me ha atendido. Este domingo estaba el señor alto que escucha los boleros de la AW. El otro, chaparrito, dormitaba sobre una silla en el rincón. Mientras esperaba descubrí que el chaparro estaba completamente borracho, en pleno mediodía.
Cuando se acercaba mi turno el durmiente despertó, se puso como pudo la bata blanca y llamó a otro de los clientes, no a mí. Viendo lo perdido que estaba el hombre ni se me ocurrió respingar. El cliente obedeció y ocupó una de las sillas giratorias, visiblemente nervioso. Su novia parecía no percatarse de lo peligroso de la situación (aquí no usan rastrillo, te hacen la patilla y la nuca a navaja), o si lo hacía le parecía divertido: sonreía mientras el chico se quedaba pálido bajo las manos del peluquero ebrio.
El chaparro despachó a su cliente, lo mandó a casa con un corte lamentable y luego se puso a lloriquear acerca de su hermano, el de Parras, del cual no sabía si seguía vivo. Masculló algo sobre querer visitarlo, se despidió y se largó.
Mientras me cortaba el pelo, el último peluquero disponible contó: “Este viejo todavía está fuerte, es aguantador, pero toma esos vinos de doce pesos, las botellitas. Esas son muy malas, ¿sabes qué tienen? Les ponen piedra lumbre”. De un mueble que parecía haber recibido miles de capas de pintura azul durante el último siglo sacó una piedra blancuzca, del tamaño de un puño. “De ésta, mira”.
Reconocí la piedra, no veía una así desde la infancia, no había pensado en ellas desde entonces. Se supone que debes restregarla contra el cuerpo de una persona aquejada por males desconocidos y después quemarla. Al arder, la piedra toma la forma de la causa del mal. Cuando me tocó ver una en acción, me dejó la impresión de que invariablemente estas piedras toman la forma almendrada de un ojo, de modo que siempre se podía diagnosticar al “mal de ojo” como la fuente de las desgracias.
Recordé que cerca de la peluquería hay una tienda con libros esotéricos. Quizá con el tiempo algunas de las ideas arcanas almacenadas ahí habían pasado por ósmosis a la peluquería, corrompiéndose y confundiéndose en el trayecto. ¿Por qué le pondría alguien eso al vino? ¿Qué hacía una piedra lumbre en el cajón, junto a las tijeras y peines? Salí del lugar sin una impresión clara de lo que había escuchado, pero convencido de que jamás beberé una botella de vino de doce pesos.
(Ocurrido el pasado domingo 18 de enero en el centro de Monterrey)
12/19/2008
cena para dos
La chica del Vips dijo que la vez anterior el Sr. Sagaz (que, ahora más que nunca, no es tal) se había salido sin pagar sus molletes. El Sagaz escarbó en su memoria y recordaba haber dejado propina, pero no podía saber si se había ido sin pagar. Está cabrón recordar algo que en su momento tampoco recordaste hacer. Pero como es algo perfectamente posible (cuando estudiante le pasaba mucho) aceptó que los pusieran en su cuenta, junto con el caldo tlalpeño que acababa de pedir.
Cuando recibió la cuenta encontró que esta decía "Clientes: 2". El cliente que había pedido los molletes y el que había pedido el caldo. Así fue como el Sagaz salió a cenar consigo mismo.
Cuando recibió la cuenta encontró que esta decía "Clientes: 2". El cliente que había pedido los molletes y el que había pedido el caldo. Así fue como el Sagaz salió a cenar consigo mismo.
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