Vayamos con Bloom. Primero me topé su nombre porque en enero de 2014 impartirá un curso gratuito en línea sobre la moralidad de la vida cotidiana. Y luego por su artículo The Baby in the Well: The Case Against Empathy. En éste nos recuerda cómo la retórica del poder presenta a la empatía como panacea de la humanidad, para concluir que la empatía es algo típicamente humano pero que nos traiciona si la tomamos por única guía moral.
La trampa está en el llamado efecto (¿sería "síndrome" una mejor traducción?) de la víctima identificable, que Bloom ejemplifica con esta cita del economista Thomas Schelling:
Si una niña de seis años y cabello castaño necesita miles de dólares para una operación que le permitirá vivir hasta Navidad, la oficina de correos se verá atascada de dinero para salvarla. Pero si anuncias que sin cierto impuesto los hospitales de Massachusetts se deteriorarán, provocando un aumento en muertes de otro modo evitables, pocos buscarán sus chequeras.
Esto no es otra cosa que lo que Henri Bergson en su último libro, Las dos fuentes de la moral y la religión (1932), distinguía como moral abierta y moral cerrada. Aquí ya había escrito sobre eso y como Bloom (y como suele hacerse en el tema) había sido con ejemplos de catástrofes naturales y villanos, y también de chamacos atrapados.
Aunque Bergson y ahora Bloom con su artículo nos adviertan de los riesgos de ver a la empatía como una panacea, hay múltiples ocasiones para notarlo. En el show de un comediante, por ejemplo.
2. Así como hay entre los magos estadounidenses una tradición de cazadores de charlatanes (Houdini, James Randi, Penn & Teller), hay una de crítica social entre los comediantes que va de Lenny Bruce a George Carlin y Bill Hicks. Con lo pertinente que pueda ser esta crítica corren el riesgo de dejar de ser graciosos para simplemente sermonear. En sus últimos shows George Carlin pasaba más tiempo contando lo retrógradas que le parecían los conservadores que haciendo bromas. De la breve carrera de Bill Hicks me queda la sospecha de si era realmente buen comediante o sólo nos cae bien porque compartía nuestros prejuicios.
El que ahora corría el riesgo de caer en el sermón era Louis C.K. Las buenas críticas que recibió su serie de TV tenían que ver más con su capacidad para tomarle el pulso a la sociedad norteamericana. En su último especial de stand-up comedy para HBO encontró una manera elegante de continuar esa tradición de crítica social sin caer en el sermón tranquilizador: dejando caer la burla sobre su público y sobre sí mismo, y haciéndolo en los últimos cinco minutos. Y todavía conseguir que el público se riera de ello (de ellos mismos).
El especial Oh My God (2013) cierra con la sección "of course... but maybe..." Ahí compara las ideas que defiende cuando quiere verse noble y "buenaondita" con soluciones más rápidas y crueles que se le ocurren. Comienza con un ejemplo muy salido de madre con el que el público se carcajea, luego sigue con asuntos que son parte de la historia de su país y sus prácticas cotidianas y el público se pone algo nervioso. Les advierte "se rieron de lo anterior, ahora se aguantan". Termina hablando, siempre en plan de guasa, de las horrendas condiciones de trabajo de los que maquilan smartphones, y dice que nos parece bien que un extraño sufra muy lejos de nosotros para que podamos hacer comentarios cínicos en YouTube mientras cagamos.
Y luego se despide.
3. Una de las críticas al artículo de Bloom vino de su colega Daryl Cameron. En "Can You Run Out of Empathy?", Cameron afirma que sus investigaciones le han mostrado que la razón le estorba a la empatía, que los individuos "estratégicamente contienen el despliegue de la empatía para evitar costos que perciben (vendrían con ella)". Así, para él, el efecto de la víctima identificable tiene más que ver con "evitar estratégicamente la empatía que con un límite de nuestra capacidad para la empatía". Lo que merma su investigación es que está pensando en ejemplos como los motivos de los estudiantes universitarios para ayudar o no a un homeless y la reacción de los estadounidenses a los ataques en Newtown y Boston. En ambos casos se trata de la reacción de individuos en una posición relativamente estable ante hechos que merman su calidad de vida. Sigue siendo un juego de la moral cerrada.
Ese artículo apareció en Greater Good, un sitio de la Universidad de California, Berkeley, en el que años antes había aparecido uno del primatólogo Frans de Waal sobre las raíces evolutivas de la empatía. De Waal tiene mucho más callo en investigaciones y aunque cree que en la empatía está nuestra posible solución a la xenofobia hace algunas aclaraciones más:
La empatía es frágil. Entre nuestros parientes cercanos, los animales, se enciende en acontecimientos al interior de su comunidad, tales como una cría asustada, pero es igual de fácil que se apague en relación a los forasteros o miembros de otras especies, como las presas. La forma en que un chimpancé aplasta el craneo de un mono vivo golpeándolo contra el tronco de un árbol no habla muy bien de la empatía de los simios. Los bonobos no son tan brutales, pero en su caso, también, la empatía debe pasar por varios filtros antes de ser mostrada. A menudo estos filtros evitan expresiones de empatía porque ningún simio puede permitirse sentir pena por todos los seres vivientes todo el tiempo. Esto también puede aplicarse a los humanos. Nuestro pasado evolutivo hace difícil identificarse con los forasteros. Hemos evolucionado para odiar a nuestros enemigos, ignorar a la gente que conocemos poco y desconfiar de cualquiera que no se parezca a nosotros. Incluso siendo muy cooperativos dentro de nuestras comunidades, casi nos convertimos en un animal distinto en nuestro trato con los extraños.
De nuevo, este autor no usa esos términos (ya necesitamos un diccionario psicología-primatología-filosofía) pero eso que menciona es la distinción entre moral abierta y moral cerrada (Bergson también daba un origen evolutivo a la moral cerrada). Sobre el camino para rebasar ese estadio de la evolución dice:
Cuando la gente se mata entre sí los llamamos "animales". Pero cuando donan a los pobres los alabamos por ser "humanos". Nos gusta reclamar esta última tendencia para nosotros. Pero es difícil encontrar algo que nos guste de nosotros que no sea parte de nuestro pasado evolutivo. Lo que necesitamos, entonces, es una visión de la naturaleza humana que abarque todas nuestras tendencias: lo bueno, lo malo y lo feo.
4. Me gusta el ejemplo de Louis C.K. porque no se regodea en burlarse de la gente que su público detesta. Un show al modo de George Carlin o Bill Hicks se aprovecha de la moral cerrada, no obtendría ni sonrisas en una convención republicana. Empatiza con un público parecido al comediante, que se considera progresista y ve a esos otros a los que dirige la burla como anquilosados y torpes. Volvamos a Bergson, a su libro La risa (1900), en esta versión resumida por Michel Tournier:
La sociedad, por la perfección de su organización, está amenazada de esclerosis. Los gestos que nos enseña e impone corren el peligro de acabar siendo mecánicos. Nuestra sociedad sufre la amenaza de parecerse a un hormiguero o una colmena. Conviene velar para que la espontaneidad de la vida y la agilidad en la adaptación a nuevas situaciones queden preservadas. Para eso sirve la risa. Mediante la risa, cada miembro de la sociedad es invitado a castigar a cualquier otro miembro al que sorprenda en flagrante delito de conducta mecánica. Por ejemplo, un robot avanzando por una acera tiene muchas probabilidades de chocar con una farola. Eso no sería ningún motivo de risa. Pero un hombre que choca con una farola porque anda sumido en la lectura del periódico sucita la risa: se ha comportado como un robot y merece la humillación de la risa de los testigos. Lo cómico surge cada vez que lo mecánico se adhiere a lo vivo.
El espejo de las ideas, 1994.
En Oh My God, C.K. busca y encuentra cierta complicidad con su público, pero no es para formar un ejército instántaneo que cargue contra algún otro, un forastero, que es odiado. En lugar de eso forma una comunidad efímera ("nosotros tenemos esto en común, somos un nosotros mientras estamos aquí") para mostrar que esa comunidad es anquilosada y torpe, y como tal es digna de burla y de provocar risa. Es anquilosada y torpe porque, entre otras cosas, teme mencionar a esos que hace sufrir para obtener beneficios ridículos. Esos otros están lejos y nuestra comunidad no ve sus caras (para la importancia de un rostro habría que citar a Levinas, lo haremos en otra ocasión) y con eso basta para ignorarlos. La empatía suena muy bien, pero vale para los nuestros, los que reconocemos como los nuestros, relativamente asimilables a uno. Lo otro requiere de esa moral abierta que rebasa la insuficiente empatía, lo otro también requiere una dosis de abstracción, para incluir a los que están lejos, a los que te son ajenos o los que ni siquiera han llegado al mundo.
5. Digo abstracción porque la opción de Bergson es un aventón místico y ahí ya no juego, no porque desprecie ese juego sino porque nunca aprendí a jugarlo. Lo que no es ningún impedimento para acercarse a la obra de Bergson: William James tampoco le hacía a ese juego y no dejó de recomendar la obra de su colega francés desde que la conoció.
Y tampoco se trata de renunciar a la empatía. Don Henri rencunció a muchas cosas por morir con los suyos en la Francia ocupada. Renunció a sus reconocimientos académicos que le hubieran dado comodidades en la Francia de Vichy y la vivió como los demás judíos. Sus ideas lo acercaron a la conversión al catolicismo y desistió de ésta para no ser el renegado que marcaba su distancia en tiempos difíciles para los judíos de Francia.
Dejando esos tiempos dramáticos y volviendo al comediante C.K., ese juego y burla que le montó a su público no salieron de la nada. En la serie que escribe, dirige y protagoniza como una versión ficticia de sí (Louie, FX 2010-2013), dos veces se ha escapado de reuniones familiares para plantarse entre desconocidos (en una fiesta de cubanos en Miami y en una reunión de chinos a los que no les entendía nada). Y es que cansa ser siempre uno de los nuestros. Y qué fastidio, qué pinche, forjar las espadas con las que se jode a los otros en la misma fragua de la que sale el cariño a los nuestros.
3 comentarios:
Yo siempre decia: imposible poner la otra mejilla, si con la primera cachetada quedamos inconscientes en el piso.
Y si, en el mundo de las ideas y en el de los aventones misticos, es muy facil medir y decir cualquier cosa.
Por eso me hace reir C.K. - porque siempre me han caido bien los mimados. Esos que les encanta decirle a los otros ninios que Santa Clos no existe.
"Santa no existe. Ganas en el Monopoly porque te dejamos ganar. Y eres adoptado".
George Steiner dijo que tal vez uno de los motivos del antisemitismo sea que los judíos le dieron al mundo un dios que impuso una moral imposible. No sé si tenga razón, pero como quiera me parece una explicación genial.
Publicar un comentario