Y el mapa siguió rumbo a Faulkner. La tarde del sábado llegué a casa de los señores Magnánimo y Oportuno, queriendo contarles lo que acababa de leer en el camino, la absurda respuesta que Faulkner dio una vez a un reportero que le preguntaba por su vida privada. El Sr. Magnánimo me detuvo para contarme lo que había leído esa mañana, en las Cartas de Faulkner. Era el mismo párrafo:
Naci soltero y varón a edad muy temprana en Mississippi, de una esclava negra y un caimán que se llamaban ambos Gladys Rock. Más tarde dejé el colegio y me puse a trabajar en el banco de mi abuelo. Probé el valor medicinal de su alcohol. El abuelo le echó la culpa al portero. Se la cargó el portero. Vino la guerra. Me gustaba el uniforme británico. Me hicieron piloto de la Real Fuerza Aérea. Me estrellé. Le costé al gobierno británico dos mil libras. Seguí siendo piloto. Me estrellé. Le costé al gobierno británico dos mil libras. Me dieron de baja. Le costé al gobierno británico ochenta y cuatro dólares con treinta. El Rey dijo "Bien hecho". Volví a Mississippi.
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