12/09/2008

bookmooch: el libro que quieres, gratis

Ayer recibí un libro por correo, “Pragmatismo” de William James. Se me había antojado releerlo, pero mi copia la perdí hace años y de momento no aparece ninguna reedición en las librerías. Tampoco estaba en los libros de viejo. Lo pedí por internet y me llegó una semana después. ¿Qué tiene eso de raro? Fue gratis.

Hace dos semanas el Yasmín me habló de Bookmooch.com, otro sitio de John Buckman (el responsable de Magnatune, la disquera online con el lema “we are not evil”) donde lectores de todo el mundo se registran para pedir y regalar libros.

Cada vez que acuerdas enviar un libro a alguien recibes puntos, que te dan derecho a pedir libros de los demás (todos tienen el mismo valor) y así cada día se intercambian unos 2000 libros, sin un solo centavo de por medio. Si acuerdas enviar algo a otro moocher (mocheros, porque “se mochan”, diríamos acá) y no lo haces, pues ya no juegas más.

La página ha funcionado por más de dos años y está disponible en siete idiomas, español incluido. Esta mañana hay casi 200 mil libros en inglés disponibles y unos 2 mil en español. Así que la mejor estrategia es el intercambio de libros en inglés, pero eso puede cambiar si aumentamos el número de usuarios hispanos. Y si no quieres gastar en envíos internacionales, puedes suscribirte aclarando que sólo mandarás tus libros dentro de tu país.

Mi ejemplar de “Pragmatism” fue publicado en Inglaterra en 1943, pasó una temporada en libreros de Atenas, Grecia, y desde ahí me lo ha mandado una moocher llamada Olga (con una rapidez que ya quisieran ciertos distribuidores que conozco). Por mi parte, tengo un ejemplar de “Voyage au bout de la nuit” (Céline) que ya viajó de Francia a México y ahora va de regreso.

Me dan ganas de escribirle a este moocher francés y decirle que no manche, que mejor le deposito en su cuenta lo que vale el libro (una baba) y que lo compre a la vuelta de su casa. Pero así no funcionan las cosas.
Estos libros toman caminos muy rebuscados para llegar justo a donde son necesitados. Como plan de vida, se los podemos envidiar.

10/23/2008

drift and echo

Yet sometimes -at home, mostly- Allison was disturbed to notice tiny flaws and snags in the thread of reality, for wich there was no logical explanation. The roses were the wrong color: red not white. The clothesline wasn't where it was supposed to be, but where it was before the storm blew it down five years ago. The switch of a lamp ever so slightly different, or in the wrong place. In family photographs or familiar paintings, mysterious background figures that she'd never noticed before. Frightening reflections in a parlor mirror behind the sweet family scene. A hand waving from an open window.

Why no, her mother or Ida would say when Allison pointed out these things. Don't be ridiculous. It's always been that way.

What way? She didn't know. Sleeping or waking, the world was a slippery game: fluid stage sets, drift and echo, reflected light.

The Little Friend, Donna Tartt