3/09/2007

ciento en la mano

Tenía que llenar un sobre con 100 monedas de un peso. Eso pasó hace diez minutos. Metí la mano a la caja, tomé un puño de monedas y procedí a contarlas sobre la mesa. Eran exactamente 100 monedas, el puño que saqué así nomás de la caja era de 100 monedas.

En otras cosas, ¿alguien ha visto The Last King of Scotland? Si es así, ¿podrían decirme cómo es el personaje del médico? Se me hace que otra vez insultaron al Sr. Sagaz y él no tuvo modo de enterarse por no haber visto la película.

tome una paradoja al día

¿Ha estado el honorable lector alguna vez en un laberinto real, como el descrito por Herodoto? Todos nosotros hemos estado en laberintos de deudas, en laberintos de errores, en laberintos de disparates metafísicos. Pero yo hablo de laberintos literales. Pues bien, en Bath, en mi laberíntica infancia, había uno de esos misterios. Yo solía visitar ese misterio; y puedo asegurar que nunca he caído en la cuenta tan patéticamente sobre la fatal imposibilidad de reparar los errores cometidos en períodos tempranos de la vida. Tuerces equivocadamente al principio y todo se ha acabado, estás arruinado, es imposible recobrar el sendero correcto. O supón que tomas el correcto al principio, ¿qué importa? No puedes esperar ganar un segundo premio; poco después se te ofrecen cinco caminos distintos, la posibilidad de cometer un error se ha multiplicado; y suponiendo que otra vez logres acertar, un poco más adelante te topas con catorce opciones. ¿Qué te queda por hacer ahora? Si fueras una persona sabia, tirarte al suelo y llorar amargamente. (p. 319)

Lo paradójico es una cosa muy encantadora y, desde que dejé el opio, tomo una gran cantidad de ella en beneficio de mi salud. (p. 321)

Thomas de Quincey, "Las sociedades secretas".

3/07/2007

la escuela por la noche

Fuera de la carpa había grupos de personas que hablaban, y en el patio de la escuela se había instalado un vendedor de gaseosas con su tenderete. Los niños, que se habían pasado el día en la escuela, miraban por las ventanas del edificio. Eso me pareció una tontería, pero entonces empecé a preguntarme qué aspecto tendría mi clase de noche, así que me acerqué y, a la luz de la carpa, vi que los pupitres y todo lo demás estaba tan tranquilo como nunca había imaginado que pudiera estarlo una clase. Incluso algunos de los chicos y chicas mayores, los que iban con el señor Farney, miraban a través de las ventanas para ver el aspecto de su clase, y se decían entre sí que parecía encantada.

John Kennedy Toole, La Biblia de neón.