6/12/2006

martha en la cuerda floja

Sin buscar en la red y sin preguntarle a nadie, no les puedo decir a qué se dedica Martha Debayle. Recuerdo que algunos años narró la entrega de los Óscares, y que tuvo un anuncio de shampoo (o tinte para cabello). Y ya. Vamos, que es alguien a quien no hago en el mundo y difícilmente asocio con algo concreto. Así que no tengo idea de qué hacía en un sueño que tuve la semana anterior. En realidad recuerdo muy pocos de mis sueños. Y de los pocos recuerdo poco.

Era de noche, en el centro de una ciudad que no parecía Monterrey. Más fácilmente calificaría como Morelia o Xalapa. La calle estaba llena de confeti y vasos de plástico usados, como después de feria. Yo estaba entre la multitud, observando el espectáculo en lo alto: un larguísimo cordón de alambrista, tan largo que sus extremos se perdían de vista. Por él caminaba Martha. No recuerdo su atuendo, pero sí portaba la varilla que usan los funambulistas para no perder el equilibrio. Más que asustada o tensa se veía triste, mortalmente triste. Llevaba heridas en las mejillas y los brazos, como hechas por espinas o alambres sueltos. O quizá alguien había subido sólo para lastimarla. Martha pasó sobre nuestras cabezas y siguió su camino. Entonces Santo Tomás me mordió un pie para recordarme que le diera de desayunar y el sueño se fue al carajo.

todo es lounge

"Todo es lounge (mi vida es Lynch)" apareció originalmente en Lujo y miseria (1998), la primera recopilación de Austrohúngaro. En aquel entonces la firmaron como Stardu, pero este año Manolo y Genís la incluyen en Algo cambió, el disco de rarezas de Astrud. Pensándolo bien, un disco de rarezas de Astrud debería equivaler a sus Obras Completas.

En Biarritz en nuestra lancha,
en London having our lunch.
Gente amable y elegante,
música suave, maquillaje.
Todo es lounge, menos mi vida,
mi vida es más bien Lynch

Muertes en la familia,
polvo en las estanterías
Cicatrices que maquillan
un pasado que ocultar.
Todo es lounge, menos mi vida,
mi vida es más bien Lynch.

En el club con los amigos
bailamos, nos reímos.
Un martini, Coca Cola, da igual,
ponme lo que esté de moda.

De regreso a casa en el buzón,
facturas y amenazas
junto con una invitación:
inauguran una nueva sala.
Todo es lounge, menos mi vida
mi vida es más bien Lynch.

6/08/2006

veo gente muerta (y no me entero)

Sonia y su hermana viven en un segundo piso. En la planta baja vive su casera, dueña de un poodle chillón.

Esa tarde fuimos a rentar películas. Como la casera andaba reconquistando Texas le encargó alimentar al perro. Esto último me sonó raro, pues cuando llegamos vi a alguien en el primer piso. No la vi con detenimiento pero me quedaba claro que era mujer y que algo hacía encima de un sillón. Supuse que también rentaban una parte del primer piso, pero que esa inquilina no era tan de confianza como para encargarle el perro. O que era una pariente de la casera, de paso, pero sin ninguna responsabilidad por el animal.

Vimos Avalon, ¿Qué hora es allá? y el documental sobre pepenadores de Agnès Varda. Olvidé preguntar por la mujer del primer piso.

Por comentarios en los días siguientes entendí que las únicas inquilinas en esa casa eran Sonia y su hermana. Así que fue dos semanas después cuando por fin hice la pregunta: ¿entonces quién estaba en el primer piso esa noche? Nadie, ahí no estaba nadie.



Annie me contó una vez que uno tiende a completar escenas. Lo hacemos casi todo el tiempo. Al leer, por ejemplo. En realidad no leemos cada letra, sino que atrapamos una impresión general de la palabra y damos por descontado que incluye tales letras (por eso se pueden hacer juegos en los que varias letras están cambiadas y sin embargo entiendes el párrafo sin problemas).

En una ocasión Annie vio a una mujer tendida donde normalmente descansaba su madre, y hasta más tarde supo que su madre había estado fuera de casa. A mi me pasa en casa de mis papás, identifico como gato cada objeto que veo contra las ventanas. Luego recuerdo que en esa casa ya no hay gato y miro la ventana de frente: generalmente es una bolsa o un traste colgado.

El problema es que yo no tenía ninguna impresión anterior de la casa de Sonia. No sabía qué gente vivía ahí. Quizá me engañó la visión periférica. Es eso o veo gente muerta y sólo lo descubro hasta después, como en el cuento de Wharton.