9/14/2004

avispa

Pasaron el 3 y el 10 de septiembre. A veces olvido el cumpleaños de uno de mis padres, pero este año olvidé los dos. Tampocó recordé el de mi hermana. No me causa remordimiento, tampoco soy un adolescente resentido con todo el mundo como para que me produzca orgullo.

Anoche caminaba por Cuauhtémoc, al llegar a la esquina de 5 de Mayo se me acerca un tipo. Más de 50 años, seguramente, facha de Vicente Fox venido a menos (bigotón, con voz fuerte y anorteñada, pero muy flaco). Cuenta su historia: está hospedado en un hotel de Madero, ha perdido la carpeta donde cargaba todas sus identificaciones y dinero. Ya ha podido comunicarse con sus familiares en Ciudad Victoria y mañana podrá recoger dinero en no sé qué oficina donde aceptaron una copia de identificación en lugar de un original. Hoy sólo tiene 3 pesos y no ha cenado. Me ha hablado porque también estoy flaco y podría venderme algo de la ropa que lleva en una bolsa.

No es nueva pero es evidente que cualquiera de las prendas que me enseña vale más que una cena, así que mejor pregunto cuánto ocupa para cenar. Con 30 pesos, dice. Tengo un billete de 50, pero no me apetece dárselo entero, también es mi fin de quincena. Vamos al Seven Eleven que hay en la esquina, compró el sandwich que pienso desayunar al día siguiente y le doy los 40 de cambio. Caminamos juntos una cuadra, al llegar a Washington me despido, "Nicolás Díaz, para servirle" (nunca hago eso, para los desconocidos generalmente soy David o Jacobo, nombres de amigos de la primaria y la prepa). Cruza Washington, pero antes de alcanzar la acera se regresa a donde yo todavía espero a que cambie el semáforo. "¿Tu papá se llama igual que tú? ¿Es químico?". Sí. Asombrado, pronuncia las frases acostumbradas en estos casos: "qué pequeño es el mundo, tengo como 30 años sin verlo", etc. Yo pronuncio la línea que se está haciendo habitual: "estas cosas pasan todo el tiempo". Tengo su teléfono, veré si papá lo recuerda. Se llama Guillermo.



Esta mañana maté una avispa en el suelo de mi cuarto. Estaba atontada, quizá tenía las alas mojadas. Debe haber entrado por debajo de la puerta. Mamá es alérgica a ellas, un solo piquete la deja medio muerta.

9/11/2004

ciudad

Uno de los temas fue qué demonios buscábamos en otra ciudad. En la mesa estaba un ejemplar de Melocotones helados de Espido Freire. Cuando Val se fue abrí el libro. Tenía un epígrafe de Kavafis:

La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles (...)
Pues la ciudad siempre es la misma. Otra no busques
-no hay-,
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.

9/09/2004

jonathan strange

Some years ago there was in the city of York a society of magicians. They met upon the third Wednesday of every month and read each other long, dull papers upon the history of English magic.

Son las primeras líneas de Jonathan Strange & Mr. Norrell, novela de Susanna Clarke (Nottingham, 1959), que acaba de salir a la venta esta semana en el Reino Unido y EU. Cuenta la historia de Mr. Gilbert Norrell de Hurtfew Abbey, un mago de la vieja guardia que llega a Londres en 1806, una época en la que las artes feéricas casi han sido olvidadas, para asistir al gobierno británico en la guerra contra Napoleón (la cual se librará en buques hechos de lluvia tripulados por hombres de lluvia), y también será en esa ciudad donde conozca a su futuro pupilo, el joven Jonathan Strange. Por ahí aparecen una decadente Venecia de 1816, la corte de las hadas, Byron y los Shelley. Si les suenan familiares esa clase de homenajes sepan Clarke participó en Sandman: Book of Dreams.

La edición de Bloomsbury, con grabados de Portia Rosenberg, es preciosa. El libro abunda en arcaísmos (esperemos que se respeten en la traducción de editorial Salamandra, que ya compró los derechos) y está lleno de notas al pie y citas de libros imaginarios. En el NY Times tienen el primer capítulo en PDF, y en la página oficial del libro pueden leer un ejemplar de The Raven (una especie de Daily Prophet).

9/07/2004

levrero

Cuando el Sr. Oportuno fue a visitarme a Xalapa regresó a Monterrey con un libro que yo le había prestado, uno que en ese momento era lo mejor que había leído en un buen tiempo, La ciudad, de Mario Levrero, incluido en la colección Mundos Imaginarios de Plaza & Janés (en la que, junto a este autor uruguayo , estaban P.K. Dick y Theodore Sturgeon, entre otros). Poco después apareció en la misma colección otro título de este autor, El lugar. Las dos son novelas kafkianas, también pueden encontrarles similitud con La otra parte de Kubin o El país de las últimas cosas de Auster.

Mario Levrero murió el 30 de agosto de 2004, a las 9 de la mañana, víctima de un aneurisma de aorta.