3/13/2008

grandes botones

Mi tío se agitaba especialmente y se abandonaba a sombríos pensamientos cuando estaba hablando de cuatro grandes botones de nácar, cosidos al vestido de un célebre payaso de su tiempo, Big Button. Los pensamientos que esos cuatro botones despertaban en el espíritu del tío Hammond eran absolutamente originales y no se agotaban. El tío Hammond podía, a partir de esos botones, pensar en todas direcciones, hasta en Dios; había pues que considerar como una gran felicidad, para él, que hubiera podido verlos.

Rudolf Kassner, “La quimera” .

3/11/2008

eso no se hace

Hoy me llegó esto por Facebook. Nada, que es una noche en el Aura en la que tocaran sus residentes, no The Residents. Que en sueños se les aparezcan ojos gigantes con patas y calaveras parlantes de ónix.

3/10/2008

depatie-freleng prision blues

En la madrugada del sábado pensé que sería buena idea permanecer despierto hasta que diera la hora de ir a trabajar. Y ya sabemos que cuando planeas permanecer despierto te quedas dormido. Esto fue lo que soñé en ese lapso.

Vivía en un sitio con toda la apariencia de rancho de Nuevo León. En una cruza de hotel y vecindad, un sitio bullicioso, con las puertas de los cuartos abiertas y conversaciones estruendosas que se mezclaban. El lugar me hartó, así que salí a caminar a la plaza (la típica plaza de pueblo, con la alcaldía en extremo, la iglesia en el otro y un kiosko en el centro). Ahí un tipo me la hizo de pedo. Busqué un arma y sólo encontré una guitarra, que le reventé en la cara. La guitarra quedó hecha un desastre, pero el tipo apenas si sufrió daño. De todos modos me alcanzaron los cuicos del pueblo y así, como viles Judge Dredd, decidieron que debía pasar dos semanas encerrado. La prisión era de caricatura, una de esas “jails” blanquísimas, pequeñas y con un solo preso, como aquellas del sheriff panzón que tenía un caballo con patas tiesas (salía con la Pantera Rosa) o las de Speedy González. Ya adentro encontré el lugar limpio, silencioso, las paredes brillaban de puro blanco asoleado. Me sentí cómodo.

No me gusta la interpretación de los sueños. No tiene que ver con que la encuentre mucho o poco científica. Me parece una actividad vulgar. Prefiero ver los sueños como quien mira una película. Y la neta que a muchos de los míos (de seguro también les pasa) ya nomás les faltan créditos y banda sonora (ésa a veces sí la tienen). En éste, del desmadre en casa y el desmadre en la plaza, escapé (sic) a un sitio bien chido: una fresca, iluminada y silenciosa celda de caricatura. Me desperté con la sensación de que había tenido un final feliz. Volví a dormir y hubo una secuela angustiante, pero mi memoria selectiva se encargó de ésa inmediatamente.