1/27/2014

john le carré: the honourable schoolboy

The Honourable SchoolboyThe Honourable Schoolboy by John le Carré
My rating: 2 of 5 stars

En su momento los críticos quisieron convencerse de que The Honourable Schoolboy era una digna secuela, algo deshilachada, de Tinker Tailor Soldier Spy. Tiene poca relación con esa novela tan buena. El pelotón chiflado de Smiley (Guillam el fisiognomista, la alcohólica y aguda Sachs, el matarife Fawn...) aparece ocasionalmente, el héroe es un periodista aventurero de cliché llamado Jerry Westerby.

Westerby, la fusión de Tintin y James Bond, se puede colar en cualquier fiesta, enamora a la rubia del villano chino, escapa de coches bomba... ya se imaginarán el resto. Se entiende el plan de le Carré, construye al súper-agente al servicio de Su Majestad para hacerle pagar las facturas que Ian Fleming le perdonaba, pero la aventura es larga, carece de interés y el lector acaba más interesado por las escaramuzas burocráticas de Smiley.

Le Carré parece ser de la misma opinión que Alan Moore: un James Bond nunca podría ser un héroe, sería necesariamente un fastidio para su país, para cada persona en su entorno, para el planeta. Es sólo que le toma 500 páginas contar este chiste tan sencillo.

View all my reviews

1/20/2014

los enemigos de la verdad

La verdad tiene mil obstáculos qué superar para llegar intacta al papel y del papel de nuevo a la cabeza. Los mentirosos son sus enemigos más débiles. El escritor entusiasta que habla de cualquier cosa y percibe todo como cualquier inocente atolondrado por un golpe; el sofisticado, el refinadísimo conocedor de hombres que en cada acción humana quiere ver destellos de toda una vida, como ángeles en una mónada; el hombre bueno y piadoso que no cuestiona nada, cree respetuosamente en lo que aprendió antes de cumplir 15 años y basa sus exiguas indagaciones en razones inexploradas; he aquí a los enemigos de la verdad. E-195.
Georg Christoph Lichtenberg

1/17/2014

catedrales y autómatas

(Las catedrales) no sólo abrieron el camino a la noción de espacio infinito sino que hicieron un culto de ello, casi una obsesión. La proximidad entre los productos de una cultura y su visión del mundo y de sí misma está bien demostrada por el hecho de que los primeros alquimistas comenzaron a destacar en Europa al mismo tiempo que las catedrales. Los resultados obtenidos por los alquimistas y los métodos que usaban son irrelevantes en este contexto, lo esencial es el concepto subyacente que llegó con ellos, que vislumbrar los secretos de la vida no era imposible, que era asequible para aquellos con las habilidades y los conocimientos adecuados. Por ejemplo, se decía de Alberto Magno que había construído un autómata que podía hablar y moverse como un ser humano, de Teofrasto Bartolomeo que podía controlar los elementos, de Robert Foxcroft que había revivido a su hijo. No es inconcebible que mitos como estos fueran el meollo de la leyenda de Fausto, en la que no queda duda sobre el carácter demoníaco de este arte sin límites. ¿Y de qué nos prevenía la leyenda de Fausto, sino de la obra de Copérnico, Bruno, Descartes, Galileo, Leibniz y Newton? Normalmente no lo entendemos así a causa de la efectiva influencia de la Ilustración, para la que la etiqueta "demoníaco" era asociada con lo oscuro y vago, lo especulativo y oculto, y "veraz" con lo preciso y racional, obvio y verificable, con todas las consecuencias fatales derivadas de ello.

Karl O. Knausgaard, A Time to Every Purpose Under Heaven.