12/15/2017

al rescate de los discos de pasta, acetato y vinilo

La música que estuvo olvidada en desvanes tiene ahora más público que nunca. Estos son tres proyectos dedicados a hacer sonar esa música grabada en pasta, acetato y vinilo.

The Great 78 Project

El público de programas como el español Melodías Pizarras (Radio 3) o el mexicano Amor Perdido (Radio Red) ha sabido que algunas de las casi centenarias canciones que tocan son estrenos, pues no habían sonado antes en radio. Considerando que esos discos eran frágiles y morían un poco en cada reproducción, podemos decir que esas canciones vetustas son más escuchadas ahora que en su tiempo. También que están contados los días para rescatarlas, antes de que toda esa cera con sonido se vuelva polvo, y antes de que desaparezcan las herramientas para escucharla. Según George Blood, quien digitaliza miles de discos de 78 revoluciones en su estudio, para algunas de las agujas de gramófono ya sólo queda un proveedor en todo el mundo.

La tarea más ambiciosa de George Blood se llama The Great 78 Project y ha sido comisionada por The Internet Archive. Pepenando en colecciones particulares, bibliotecas y estaciones de radio consiguieron 250 mil de estos discos (cada uno con una canción por cara), de los cuales han digitalizado más de 25 mil. El conteo avanza cada hora y pueden seguirlo al momento en Twitter. En su destino final, The Internet Archive, las canciones están organizadas por número de reproducciones, es un hit parade decidido por una generación bisnieta de la que hizo las canciones. Ahí podemos ver que la más escuchada es “The Happy Monster”, de Chubby Jackson y su orquesta. La siguen de cerca versiones de “You Are my Sunshine”, “House of the Rising Sun” y algo llamado “I Want A Hippopotamus For Christmas”. Así describen este proyecto:

Queremos resaltar las decisiones tomadas por coleccionistas a lo largo de décadas, y desarrollar colecciones de consulta, con artistas y géneros poco difundidos. La digitalización hará que estas rarezas estén a disposición de investigadores en un formato que puede ser manipulado y estudiado sin dañar a los objetos. Conservamos el crepitar y las imperfecciones, prominentes en muchos casos, e incluimos archivos hechos con diferentes tamaños y formas de aguja para permitir diferentes tipos de análisis.

Uno de los ejemplos que usa The Internet Archive para explicar la importancia del proyecto es la carrera de Aileen Stanley. Esta cantante vendió 25 millones de discos en los años veinte pero sólo unas pocas de esas canciones se habían rescatado digitalmente, dando una idea de con qué facilidad hasta un registro con copias abundantes puede perderse.

El archivo insiste en cómo el proyecto ayudaría a investigadores. Considerando la edad de estas grabaciones también pueden verlo como una plétora de samples para usar legalmente en nueva música.

Si no han visitado recientemente The Internet Archive, aprovechen para ver el estado actual de su servicio Open Library. Ha dejado de tener únicamente libros del dominio público para convertirse en una verdadera biblioteca global, con títulos recientes en préstamo sin ninguna restricción de nacionalidad o motivos.
 

Death Is Not The End

Tenía al Christmas EP de Low como el álbum navideño más triste, hasta que conocí las recopilaciones de Death Is Not The End.

Este sello despidió el fatídico 2016 con The World Is Going Wrong, una antología que tiene en la portada un pino navideño en llamas. La hoja de prensa la describe como “el regalo perfecto para el amigo insondablemente deprimido por el estado de la humanidad”. No era la primera vez: el año anterior lo cerraron publicando Death May Be Your Christmas Gift.

El nombre del sello proviene de una canción del Down In The Groove, uno de los álbumes peor recibidos de Bob Dylan, y es quizá la única de sus canciones que es más recordada con otro intérprete: Nick Cave, en Murder Ballads*.

Este nombre ya adelanta varias cosas. Alude a algo ya ocurrido pero que pervive, lleva un dejo de espiritualidad y, ya que también nos remite a ese álbum de Cave, tiene algo de vida a trasmano. Después de todo, en su catálogo está la música de prisioneros recuperada por Harry Oster y Alan Lomax.

El principal interés de DINTE es la música que ya era antigua cuando fue registrada por musicólogos y folcloristas, como las grabaciones que Frederic Ramsey hizo del blues de Horace Sprott, las de R. Gordon Wasson con María Sabina, o la antología de cueca que Violeta Parra hizo en 1959.

DINTE es una labor del londinense Luke Owen y existe desde el verano de 2014. Publica principalmente en caset, si bien todo el catálogo puede escucharse en Bandcamp y cuenta con un programa de radio mensual.

En una entrevista con Ransom Note, Owen explicó que su interés no es el de un audiófilo, que prefiere las imperfecciones de una grabación de campo o el crepitar de la pizarra. No todo lo que ha sacado DINTE es del continente Americano o de otra generación. Desde 2016 publica a una banda nueva, East of the Valley Blues, que son unos gemelos de Toronto bajo la influencia de John Fahey, y también tiene dos antologías de Ored Recordings, sello ruso dedicado a la música tradicional del Cáucaso. Pareciera que la única regla es no publicar nada de su tierra, Inglaterra. Por lo pronto yo estoy esperando su antología navideña de 2017. A como estuvo el año espero algo igual de devastador que The World Is Going Wrong.

Magic Transistor

Hemos hablado aquí de varias estrategias para difundir música. Trátese de estaciones de radio sin etiquetas o de arqueologías sonoras monumentales, una constante es ese espíritu de “todo al mismo tiempo”. Los diferentes pasados y territorios coincidiendo en un punto en el que pierden sentido, por igual, las ideas de novedad y nostalgia.

Son modos de presentar música diametralmente opuestos a las recomendaciones automatizadas. En lugar de “más de lo que te gusta” es “más de todo, incluyendo eso de lo que no tenías idea”. Varios de los ejemplos comentados se prestan a inmersiones de horas y días. Una aproximación para gente con prisa es Magic Transistor. Su sitio tiene cuatro estaciones que no dejan de soltar música todo el día, pero esta música no está dividida en programas.

Cada canción ha pasado por un filtro humano, el de Ben Ruhe y sus colaboradores. La función de estos filtros es encontrar canciones interesantes y no los arredra el género musical, la fecha de grabación o la popularidad de la canción.

Eso último puede entenderse como una preferencia por las curiosidades, pero lo cumplen en todo sentido: no te extrañe encontrar una canción popular en medio de un cóver desmadrado y cosas sacadas de debajo de las piedras.

El pasado de Ben Ruhe está en las artes plásticas y el diseño gráfico. Preparaba este tipo de selecciones para trabajar o para hacerlas sonar en galerías. De ahí se convirtieron en playlists de YouTube, para terminar tomando la forma de Magic Transistor en 2011.

Este sitio es un misterio a la vista de todo mundo. Cada tanto se le dedican artículos (como está ocurriendo aquí) pero por alguna razón no termina de convertirse en un favorito de cientos de miles. Rara que es la gente, pues.

Es muy buena opción para ponerse a trabajar, también para dejar de fondo en una reunión o un establecimiento. O para dejarla a la mano de niños y estudiantes. Una buena introducción a lo que el mundo estuvo haciendo en el siglo pasado.

Según la descripción del sitio, sus intereses son los “artefactos de excepcional importancia cultural; organizar y diseminar música interesante… usando grabaciones clásicas y raras, también digitalizando discos de vinil descatalogados, manteniendo altos estándares de calidad de audio”. Sus colaboradores están en Nueva York, San Francisco y Londres, pero nunca sobran selectores así que invitan a cualquiera a colaborar.

*Una actividad excelente para borracheras solitarias es improvisarle estrofas a esta canción. Cántese como si uno tuviera la dentadura (y los hábitos) de Shane MacGowan.

10/26/2017

recuerde a los arizmendi

Ayer por la tarde me tocó ver dos entrevistas en televisión, en el mismo canal y en menos de una hora. En la primera una investigadora hablaba de mexicanas cuya historia debería difundirse más, poniendo como ejemplo a Elena Arizmendi. De ahí siguió una entrevista sobre la revista Esquina Boxeo, celebrada por historiar a boxeadores ahora olvidados, poniendo como ejemplo la carrera de Baby Arizmendi.

7/02/2017

el regreso de slowdive

Dicen que una forma de hacer que un gato perdido encuentre el camino a casa es vaciar la bolsa de la aspiradora en la entrada de la casa. La idea es que los gatos adoran su propio olor y que en la bolsa de la aspiradora seguramente habrá muchos pelos del gato.

En algún momento de 2009 una vecina de la periferia londinense siguió ese consejo y consiguió que su gatito perdido regresara a casa. Como no habían pasado muchas cosas relevantes ese día el asunto terminó en las noticias regionales de The Guardian.

El artículo recogía el nombre de esa vecina de la periferia londinense, Rachel Goswell, y tenía una foto de ella, feliz, cargando a un gatito de unos meses de edad. La nota y los comentarios no mencionaban la ocupación de Rachel.

Que la cantante de Slowdive pasara de incógnito en una publicación inglesa suena raro ahora. La reunión de la banda en 2014 los hizo cabeza de cartel en varios festivales y el álbum que hicieron en 2017 (el primero en 22 años) ha recibido mucha atención.

Sucede que 2009 es un país extranjero y allí las cosas se hacían de manera distinta. La idea “el regreso de Slowdive” todavía no tenía mucho sentido entonces. A decir verdad, sigue sin tener mucho sentido.

La nostalgia por Slowdive suele ser nostalgia por algunas canciones (“Alison”, “40 Days”, “When the Sun Hits”) de Souvlaki, su segundo álbum. Son lo más rockista que hizo la banda, mientras que el resto de Souvlaki y el primer álbum completo se parecen más a inhalar éter en la Estación Espacial Internacional. Y el tercer álbum, Pygmalion, ya fue abiertamente un disco de ambient.

Después de eso tampoco hubo desbandada total y los integrantes del grupo siguieron en contacto. Rachel Goswell y Neil Halstead continuaron como Mojave 3, pero por alguna razón el público decidió que esa banda folk merecía un lugar más modesto que Slowdive.

En las entrevistas Neil veía el regreso de Slowdive como algo posible, difícil, innecesario y redituable. Todo al mismo tiempo.

En 2009 dijo “no creo (que vuelva Slowdive), sólo ocurrirá si necesito mucho el dinero”.

Para 2012 aceptaba que se necesitaría “un chingo de dinero… es de locos cómo se han puesto de moda las reuniones. Es casi como si te prohibieran no reunirte. Supongo que volveremos, porque no nos permitirán no hacerlo".

Neil decía estas cosas medio en broma pero va algo de verdad en ellas sobre esta reunión que no lo es tanto. Nunca tuvieron un solo estilo y nunca se separaron del todo.

Músicos más obsesivos al catalogar su obra habrían firmado Pygmalion con otro nombre de banda. Otros, más flexibles, habrían firmado los de Slowdive y los de Mojave 3 como una misma banda.

Al final se trataba de poner cierta palabra en el póster del festival y volver a tocar unas cuantas canciones. Y que la próxima vez que Rachel comparta sus consejos de cuidado felino la prensa recuerde quién es ella.

5/17/2017

al modo de delia derbyshire

Los archivos de Delia Derbyshire están desde 2007 en la Biblioteca John Rylands, en Manchester. Para invitar al público a visitarlos es común que la describan con los términos “pionera” y “visionaria”; lo mismo ocurre con las reediciones de su música en el sello Trunk. Lo distintivo es que a otros que reciben esos adjetivos hay que buscarlos en sitios especializados, mientras que, como explica Caro C (directora de la organización Delia Derbyshire Day), “la música que ella hizo fue la banda sonora de la infancia de muchos”.

Tras la muerte de Delia en 2001, su electrónica pre-sintetizador ha sido comúnmente descrita como adelantada a la época. El consenso es que sus sonidos para televisión, radio, teatro y cine* no suenan a rareza de los sesenta, sino a géneros específicos que surgieron y fueron populares después. De nuevo, no hace falta buscarlo en espacios especializados: se ha dicho lo mismo en la trivia de un sitio humorístico que en un programa dirigido a niños.

El problema de llamarle a alguien pionero en un género es que sugiere que ese género le esperaba para ser cartografiado y divulgado. Si le llamas visionario, suena a que la Historia sólo podía ser de un modo, y este visionario fue el único que pudo preverlo. Frecuentemente, como ocurre en el caso de Derbyshire, se trata más bien de una influencia directa que no lo parece porque pasa por un período de latencia.

Que la televisión de un país tuviera, en los sesenta, música electrónica hecha de grabaciones de campo y cintas tratadas, no era normal. En el resto del mundo esta música no se daba, o se daba en la academia, la fundación involucrada en artes o en la galería, pocas veces en el entretenimiento masivo.

En una investigación para Critical Studies in Television, David Butler explica la relación de los británicos con la música electrónica antes del Radiophonic Workshop de la BBC, para el que trabajó Derbyshire entre 1962 y 1973. El público había escuchado estos nuevos sonidos en contadas ocasiones, como en Quatermass and the Pit (serie televisiva de 1958) y en All That Fall, obra para radio de Samuel Beckett y con sonidos tratados por Desmond Briscoe (1957; Briscoe fundaría el Radiophonic Workshop con Daphne Oram al siguiente año). Incluso cuando el público intentaba ser atento le fallaba:

La BBC reconoció que la interpretación de Perspectives, pieza de Luciano Berio, en los Proms de 1960, fue escuchada con “cortés pero incómoda atención”, y hubo un claro alivio cuando la orquesta regresó “al escenario para continuar el concierto con música natural”. “(El tema de Derbyshire para) Doctor Who fue un caso muy distinto, su regularidad (un programa semanal a la hora del té, dirigido a toda la familia) aseguró que, para mucha gente en 1963 y 1964, ésta fuera la primera vez que escuchaban música electrónica basada en cintas. (Butler, 2014)

La novedad seguía siendo demasiada para el público adolescente y adulto; aquí van tres ejemplos tomados de ese mismo texto. Un quejoso escribió al Radio Times (1960) que la cortinilla del Radiophonic Workshop para el noticiero de las dos era “una pesadilla en locomotra”. Otro les dijo en 1962 que “la BBC ha olvidado la música normal y se limita a la música electrónica, también conocida como emanaciones de espanto”. Del tema de Doctor Who dijo el Daily Mirror, en 1963, “es un ruido pulsante con ritmo y melodía”.

Fueron los niños británicos que crecieron con The Tomorrow People o Doctor Who, también acostumbrados a una radio llena de cortinillas de electrónica, los que mejor asimilaron los nuevos sonidos.

El artículo de Butler nos adelanta que en esa generación estaban los futuros músicos de electrónica. No ahonda en ello pero pueden confirmarlo en documentales como Synth Britannia (Ben Whalley, 2009) y los que hay sobre diversas bandas de esa generación.

Volvemos a esa importancia de los recuerdos musicales de infancia, sobre la que antes citábamos a Tim Byron y Simon Reynolds. También a cómo direcciones tomadas décadas atrás tienen una influencia prolongada. En este caso, cuando la BBC creó el Radiophonic Workshop para hacerse de efectos de sonido reduciendo costos, sin saberlo también estaba formando a la primera generación que vería a la música electrónica con tanta naturalidad como para hacerla pop.

Esta cadena de acontecimientos además deja a Delia Derbyshire y sus temas para televisión como una de las influencias determinantes en la música de su país, si bien en su momento hasta se le negaba crédito.