2/18/2008

tu madre era un hamster

Ante todo, se introduce con gusto en la guerra un elemento cómico: la burla hecha por los asediados de su enemigo, la cual pagan con frecuencia sangrientamente. Los habitantes de Meaux ponen un asno sobre la muralla para ridiculizar a Enrique V de Inglaterra. Los de Condé declaran que no pueden rendirse todavía, porque están aún ocupados en cocer sus tortas de Pascua. En Montereau sacuden en lo alto de la muralla sus gorros, simulando limpiarlos, cuando descarga el cañón del sitiador.

Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media.
Compárese con los insultos de los guardias en Monty Python and the Holy Grail.

2/15/2008

el hype nuestro de cada día, dánoslo hoy

El hype es la tendencia que obtiene cobertura mediática y canonización cool de la noche a la mañana. Lo último, the next big thing. Puede ocurrir en pequeña o gran escala, en círculos especializados o en todo el orbe.

El hype y The Wire

Para la prensa musical internacional es algo odiado y amado. Se le odia porque celebra llamaradas de petate, de ésas que hacen ruborizar un par de años después de haberlas adorado (levante la mano quien se haya descargado toda la discografía de Godspeed You! Black Emperor y luego la mandó completita a la papelera de reciclaje; sí, la estoy levantando también).

Se le ama porque es la posibilidad de identificar un hito cultural antes que nadie. Así, uno de los motivos por los que la revista británica The Wire es tachada de snob es su tino para identificar o inventar (según a quién le pregunten) hitos de este tipo. Términos tan difundidos y discutidos como “post-rock” (1994) o “new weird america” (2003) salieron de sus páginas.

El hype en México

México no podía ser la excepción. La prensa escrita, los bloggers, los chicos que platican de grupos en los bares, muchos practican el deporte de identificar y desenmascarar hypes.

Lo que me llama la atención que es que lo hacen (hacemos) de una manera rara. Como ser hinchas del Real Madrid y no saber nada del futbol nacional, o seguir de cerca las campañas presidenciales de EU y no tener idea de la política mexicana. Los hypes, independientemente de su confiabilidad, para nosotros son algo que ocurre en otras partes, que llaman nuestra atención pero no ocurren en esta tierra.

Hace cinco años, hurgando en redes sociales de internet, encontrabas que los mexicanos escuchaban a los Fancy Free, Austin TV, Zoe y proyectos derivados de Nortec. Pasaron los años y ahora ves que esa misma gente escucha a… los Fancy Free, Austin TV, Zoe y proyectos derivados de Nortec.

Eso mientras en el resto del planeta nacían, se reproducían y morían numerosos mitos.

Nuestro Pop Revolucionario Institucional

Durante ese trance han nacido más bandas dignas de atención (y parece que la prensa extranjera ha estado más atenta a ellas que la nacional). Las mismas han recorrido el país para presentarse en vivo, tienen buena cantidad de contactos en MySpace y su música está en tiendas especializadas y programas de descarga.

Pero ese último salto, ése que hace que alguien te incluya en su perfil como una de sus bandas favoritas, no ocurre. Menos puedes soñar con pedir en un bar una de sus canciones.

Quizá nos hemos tomado demasiado en serio aquello de “don’t believe the hype”. O hay en nuestro rock y pop la misma continuidad y formación de dinastías que impera en otros aspectos de la vida nacional.

Como si las bandas afiliadas hace algún tiempo hubieran conseguido “hueso” o “plaza”, y aunque existan muchas nuevas éstas no tendrían su momento hasta que las anteriores terminen su mandato o se jubilen.

Un ejemplo sencillo, asómense al catálogo de Noiselab. Ahí siguen como novedad Jumbo y Zoe.

El hype como garantía de renovación y rescate

El hype, con todo y sus implicaciones desagradables, funciona como garantía de renovación y variedad. Depura el sistema periódicamente.

También rescata el pasado: aunque toda la “new weird america” fuera puro cuento, tan sólo por haber presentado a John Fahey a las nuevas generaciones ya tiene justificada su presencia.

Otro tanto hizo el brete por el post-punk con el que abrió esta década. Fuera de nuestras fronteras puede ser visto como un hambre malsana de novedades y modas pasajeras, pero de veras que me gustaría tantito hype por aquí, sólo para acelerar las cosas, para engrasar la máquina. Y, claro, que cada quien decida si cree en él o no.

pablo flores y hi-tech / little fluffy clouds

Pablo Flores y su programa Hi-Tech

Es noche de viernes y estoy a punto de hacer algo que no había hecho en más de una década: escuchar Hi-Tech de Pablo Flores en la radio.

Ahora lo escriben "High Tech" y pasa por la estación Classic. Es decir, es algo para viejitos como uno.

No espero una sesión con un Pablo puesto al día, seguramente lo pusieron ahí para que programara tracks de los años ochenta y noventa.

Un palomazo de Bauhaus

No bien me había contado Suza Ruiz del regreso de Hi-Tech, recibí un mensaje de Mario Nicolás Bolaños, preguntándome si ya había escuchado Go Away White, el nuevo disco de Bauhaus.

No tenía idea de que los tipos pensaran sacar un disco ahora, 25 años después de su última reunión en un estudio.

Resultó ser un palomazo de hace dos años, que hasta ahora verá la luz y no tendrá continuación. Pero sí, son canciones inéditas. La que más me gustó se llama "Black Stone Heart".

Little Fluffy Clouds

Mientras estas cosas pasaban, preparé una antología de sencillos de los noventa, para donarla a la colección de Somos Uno Radio y la de mi segundo hogar, el bar Gargantúa.

Armándola recordé muchas cosas que por poquito y se las cargaba el olvido, muchas de ellas descubiertas, precisamente, gracias a Hi-Tech.

Son cerca de 140 canciones, no podré subirla aquí completa, pero les dejo una pequeña selección. "Es que ya no se ven cielos así, bueno quizá sí, en el desierto". Descarga nubecitas pachonas.

PD. Ahora Nubecitas pachonas es una playlist en Spotify.

2/14/2008

entretejidos

Nunca se ha olvidado que todo puede ser absurdo, si su significación se agotase en su función inmediata y en su forma de manifestarse; nunca se ha olvidado que todas las cosas penetran un buen trecho en el mundo del más allá. Este saber nos es familiar, como sentimiento no formulado que tenemos en todo momento; así por ejemplo, al oír el rumor de la lluvia sobre las hojas de los árboles, o al ver el resplandor de la lámpara sobre la mesa, en una hora de paz, la percepción habitual se alarga en una percepción más profunda que sirve al pensamiento práctico y a la acción. Esta percepción puede aparecer a veces en la forma de una obsesión morbosa, a la que las cosas le parecen preñadas de una amenazadora intención personal o de un enigma que sería indispensable conocer y, sin embargo, resulta imposible descifrar. Pero más frecuentemente nos llena de la certeza serena y confortante de que también nuestra propia vida está entretejida en ese sentido misterioso del mundo. Y cuando más se condensa esta vivencia en el terror de lo Uno de que todas las cosas emanan y en que reposan todas las cosas, tanto más se eleva desde la certeza de algunos claros momentos hasta un duradero sentido de la vida o incluso una convicción formulada.

Johan Huizinga, El otoño de la edad media.

2/01/2008

¿piensa usted que este test no sirve? SI/NO

Los orígenes del test Myers-Briggs, usado por los departamentos de recursos humanos de empresas de todo el mundo. 89 de las 100 empresas que aparecen en la lista anual de Fortune lo usan.

Where did the Myers-Briggs come from, after all? As Paul tells us, it began with a housewife from Washington, D.C., named Katharine Briggs, at the turn of the last century. Briggs had a daughter, Isabel, an only child for whom (as one relative put it) she did "everything but breathe." When Isabel was still in her teens, Katharine wrote a book-length manuscript about her daughter's remarkable childhood, calling her a "genius" and "a little Shakespeare." When Isabel went off to Swarthmore College, in 1915, the two exchanged letters nearly every day. Then, one day, Isabel brought home her college boyfriend and announced that they were to be married. His name was Clarence (Chief) Myers. He was tall and handsome and studying to be a lawyer, and he could not have been more different from the Briggs women. Katharine and Isabel were bold and imaginative and intuitive. Myers was practical and logical and detail-oriented. Katharine could not understand her future son-in-law. "When the blissful young couple returned to Swarthmore," Paul writes, "Katharine retreated to her study, intent on 'figuring out Chief.' "She began to read widely in psychology and philosophy. Then, in 1923, she came across the first English translation of Carl Jung's "Psychological Types." "This is it!" Katharine told her daughter. Paul recounts, "In a dramatic display of conviction she burned all her own research and adopted Jung's book as her 'Bible,' as she gushed in a letter to the man himself. His system explained it all: Lyman [Katharine's husband], Katharine, Isabel, and Chief were introverts; the two men were thinkers, while the women were feelers; and of course the Briggses were intuitives, while Chief was a senser." Encouraged by her mother, Isabel—who was living in Swarthmore and writing mystery novels—devised a paper-and-pencil test to help people identify which of the Jungian categories they belonged to, and then spent the rest of her life tirelessly and brilliantly promoting her creation.

The problem, as Paul points out, is that Myers and her mother did not actually understand Jung at all. Jung didn't believe that types were easily identifiable, and he didn't believe that people could be permanently slotted into one category or another. "Every individual is an exception to the rule," he wrote; to "stick labels on people at first sight," in his view, was "nothing but a childish parlor game."


Publicado por Malcolm Gladwell en Annals of Psychology (septiembre de 2004). Texto completo (HTML y PDF) en gladwell.com

La obra que cita es Cult of Personality, de Annie Murphy Paul. Por las reseñas que he encontrado, el libro no fue bien recibido por sus colegas, que lo tachan de "narrativo" y "sensiblero" (adjetivos que me hacen sospechar más de los críticos que de A.M. Paul).