3/31/2006

23


Como millones de personas, adoré a The KLF. En secundaria tenía su logo dibujado en mi raqueta de ping-pong, toda una declaración de amor geek. Anoche me asomé a su historia, todos esos detalles que hicieron ruido en el resto del planeta y que aquí descubrimos mucho después. Entre ellas, sus planes para conquistar Billboard y el mundo, las referencias a la tierra de Mu Mu y las supersticiones asociadas al número 23.

Leí lo que se decía sobre "the 23 enigma". La mayoría de las asociaciones me parecieron forzadas. Aún así, el daño ya estaba hecho. Caminé a casa mirando con desconfianza cada Ruta 23 que subía por Washington. Cené viendo El fuego fatuo por TV: la fecha que Alain escribe en el espejo, en la que se quitará la vida, es el 23 de julio. Esperé a que llegara el sueño leyendo The Cement Garden. Cuando Sue le dijo a Jack "23 is the perfect age for a bloke", lo dejé por la paz y cerré los ojos.

3/30/2006

porque sí

...le pregunté a Juan Soriano, tras visitar el Templo de la Sibila, en Pulavy, si había pintado al fin algún cordero, que es lo que le pedía con insistencia María Zambrano. Él mueve la cabeza de un lado para otro para indicar que no, que no y que no. Pero también lo dice de palabra airada: "¡Ni pienso pintarlo! Cada vez me molestan más esas cosas que no se pintan porque sí, sino porque dicen que significan algo más".

José Miguel Ullán "Aves de paso". El País, 11 de febrero de 2006.

3/28/2006

gawsworth

Un DVD, editado por la sociedad de amigos de Arthur Machen, hace que Marías vuelva a escribir sobre John Gawsworth. Para más detalles sobre Gawsworth (antecesor de Marías como rey de Redonda, poeta y, al final de sus días, pordiosero), leer Todas las almas.

9/20/2005

2046 (wong-kar wai, 2004)

En el Hong Kong de los años sesenta, el Sr. Chow (Tony Leung) alquila una de las estrechas habitaciones del Oriental Hotel. Su interés estaba en la huésped del cuarto 2046, pero deberá resignarse a ocupar el 2047.

Y aunque el hotel ha conocido tiempos mejores, la decrepitud de los cuartos y los largos pasillos es desmentida por los intensos colores del mobiliario, por la elegancia con que sus moradores despiden volutas de humo, por lances amorosos que hacen temblar las paredes, y por el suntuoso vestuario de Bai Ling, la recién llegada. Como si una vida diferente, cálida y enervante, se asomara entre las ruinas.

Lo mismo que ocurre con Chow: debajo de esa expresión de seguridad y sus maneras infalibles, este autor de cuentos eróticos desea y extraña más de lo que le conviene. Y libera parte de ese deseo escribiendo una novela futurista, donde un joven japonés, su doble, aborda un tren que parece jamás llegará a su destino:

Todos los que van a 2046 tienen la misma intención, recobrar sus recuerdos. Porque en 2046 nunca cambia nada. Pero desconocemos si eso es cierto, porque nadie ha regresado jamás.

El octavo largometraje de Wong Kar-wai, filmado al mismo tiempo y con el mismo equipo que In The Mood for Love (2000), tardó cuatro años más en estrenarse, en parte por la costumbre del director de trabajar a su ritmo, pero también por los efectos especiales que hubo que agregar para las escenas futuristas. Dichas escenas funcionan como variaciones del tema principal, la vida amorosa de Chow.

Del amor lo que interesa a Kar-wai es su proximidad indecisa, su fin o su prolongación como recuerdo, no su realización. Si en su anterior film veíamos a Chow engañándose, conteniéndose, sólo para lamentarlo amargamente años después, ahora lo encontramos con una actitud más mundana, incluso atrevido, pero eso tampoco le salvará.

Como el mismo personaje dice, no basta con dos personas que se deseen mutuamente, pues si se encuentran en un momento poco propicio, demasiado pronto o demasiado tarde, estarán perdidos. Lo cual no impide que algunas de las escenas que marcan a fuego la película sean las que Tony Leung y Zhang Ziyi (Hero, House of Flying Daggers) comparten en la cama.

2046 tiene todo el estilo de su autor, con vestuario y diseño preciosistas, magistral trabajo de cámara de Christopher Doyle (quién se hartó del método Kar-wai con esta película y no piensa volver a trabajar con él) y una banda sonora en la que Nat King Cole y Connie Francis suenan hipnóticos.

Si el hechizo de 2046 no es perfecto se debe a que Kar-wai incurre en una falta que parecía imposible en él, sobre todo a estas alturas: poca decisión a la hora de eliminar escenas y diálogos en la edición final.

Si consideramos que su método consiste en filmar sin guión y consentir las improvisaciones, las decisiones que toma en la sala de edición son más determinantes que en otros directores.

Y en casos anteriores habían sido muy acertadas, consiguiendo filmes compactos, a los que no podías quitar ni una línea. Películas en los que no se hablaba innecesariamente, dejando que las imágenes guiaran la narración.

2046 ha resultado muy larga (más de dos horas; él que afirmaba que hora y media eran lo ideal para el cine contemporáneo), con varias explicaciones innecesarias que la despojan de su misterio.

A pesar de ese tropiezo, la fuerza de sus imágenes y la parte esencial de su historia la convierten en una experiencia fílmica imprescindible.

Guión y dirección: Wong Kar-wai. Fotografía: Christopher Doyle, Lai Yiu Fai y Kwan Pun Leung. Música: Peer Rabin y Shigeru Umebayashi. Con Tony Leung, Zhang Ziyi, Faye Wong, Maggie Cheung y Carina Lau. China, 2004. Cantonés, mandarín y japonés, 129 minutos.

Apareció en Sonitus Noctis No. 13 (Septiembre 2005).