9/20/2005

2046 (wong-kar wai, 2004)

En el Hong Kong de los años sesenta, el Sr. Chow (Tony Leung) alquila una de las estrechas habitaciones del Oriental Hotel. Su interés estaba en la huésped del cuarto 2046, pero deberá resignarse a ocupar el 2047.

Y aunque el hotel ha conocido tiempos mejores, la decrepitud de los cuartos y los largos pasillos es desmentida por los intensos colores del mobiliario, por la elegancia con que sus moradores despiden volutas de humo, por lances amorosos que hacen temblar las paredes, y por el suntuoso vestuario de Bai Ling, la recién llegada. Como si una vida diferente, cálida y enervante, se asomara entre las ruinas.

Lo mismo que ocurre con Chow: debajo de esa expresión de seguridad y sus maneras infalibles, este autor de cuentos eróticos desea y extraña más de lo que le conviene. Y libera parte de ese deseo escribiendo una novela futurista, donde un joven japonés, su doble, aborda un tren que parece jamás llegará a su destino:

Todos los que van a 2046 tienen la misma intención, recobrar sus recuerdos. Porque en 2046 nunca cambia nada. Pero desconocemos si eso es cierto, porque nadie ha regresado jamás.

El octavo largometraje de Wong Kar-wai, filmado al mismo tiempo y con el mismo equipo que In The Mood for Love (2000), tardó cuatro años más en estrenarse, en parte por la costumbre del director de trabajar a su ritmo, pero también por los efectos especiales que hubo que agregar para las escenas futuristas. Dichas escenas funcionan como variaciones del tema principal, la vida amorosa de Chow.

Del amor lo que interesa a Kar-wai es su proximidad indecisa, su fin o su prolongación como recuerdo, no su realización. Si en su anterior film veíamos a Chow engañándose, conteniéndose, sólo para lamentarlo amargamente años después, ahora lo encontramos con una actitud más mundana, incluso atrevido, pero eso tampoco le salvará.

Como el mismo personaje dice, no basta con dos personas que se deseen mutuamente, pues si se encuentran en un momento poco propicio, demasiado pronto o demasiado tarde, estarán perdidos. Lo cual no impide que algunas de las escenas que marcan a fuego la película sean las que Tony Leung y Zhang Ziyi (Hero, House of Flying Daggers) comparten en la cama.

2046 tiene todo el estilo de su autor, con vestuario y diseño preciosistas, magistral trabajo de cámara de Christopher Doyle (quién se hartó del método Kar-wai con esta película y no piensa volver a trabajar con él) y una banda sonora en la que Nat King Cole y Connie Francis suenan hipnóticos.

Si el hechizo de 2046 no es perfecto se debe a que Kar-wai incurre en una falta que parecía imposible en él, sobre todo a estas alturas: poca decisión a la hora de eliminar escenas y diálogos en la edición final.

Si consideramos que su método consiste en filmar sin guión y consentir las improvisaciones, las decisiones que toma en la sala de edición son más determinantes que en otros directores.

Y en casos anteriores habían sido muy acertadas, consiguiendo filmes compactos, a los que no podías quitar ni una línea. Películas en los que no se hablaba innecesariamente, dejando que las imágenes guiaran la narración.

2046 ha resultado muy larga (más de dos horas; él que afirmaba que hora y media eran lo ideal para el cine contemporáneo), con varias explicaciones innecesarias que la despojan de su misterio.

A pesar de ese tropiezo, la fuerza de sus imágenes y la parte esencial de su historia la convierten en una experiencia fílmica imprescindible.

Guión y dirección: Wong Kar-wai. Fotografía: Christopher Doyle, Lai Yiu Fai y Kwan Pun Leung. Música: Peer Rabin y Shigeru Umebayashi. Con Tony Leung, Zhang Ziyi, Faye Wong, Maggie Cheung y Carina Lau. China, 2004. Cantonés, mandarín y japonés, 129 minutos.

Apareció en Sonitus Noctis No. 13 (Septiembre 2005).

9/09/2005

howl

En serio, lo siento Sr. Gilliam. Tantos años esperándolo y ahora tendré que hacerlo esperar un poco más. Usted entenderá, hay prioridades. Howl's Moving Castle llega hoy a veinte salas de Monterrey.

9/07/2005

el siete de septiembre

El inquilino del depa de al lado se marchó la semana pasada. Ayer, mientras me bañanaba, escuché maullidos de gatitos pequeños, provenientes de la ventana de al lado. Como estaba todavía medio dormido no encontré nada extraño en eso, pero esta mañana los volví a escuchar. Sé que la ventana o una de las puertas de ese depa se quedó abierta, porque escucho el rechinido todas las noches, quizá por ahí se coló una gata para dar a luz a sus michos lejos de la lluvia. Si hay tal gata, esta noche trataré de alimentarla. Si no la hay, sacaré a los gatitos. Si se enteran de que estoy detenido por allanamiento de morada no sean roscas y paguen mi fianza.

9/02/2005

yann tiersen - les retrouvailles

Cotejando las voces invitadas a los dos últimos discos de Yann Tiersen con las que comparecieron en el Hyacinths and Thistles de The 6ths (Neil Hannon y Dominique A aparecen en ambas listas), se antoja una comparación: Tiersen es un Stephin Merritt francés. O viceversa, pues siendo contemporáneos sería injusto colocar uno a la sombra del otro. Esta comparación ayuda a comprender tanto su pasado como su obra reciente. Comparten orígenes pop (la adolescencia punk de Tiersen y las raíces techno de Merritt), pero los han enriquecido con la tradición musical de sus respectivos países (chanson y vals para el bretón, Tin Pan Alley para el neoyorquino), desembocando ambos en un cancionero en el que predomina el tono melancólico.

Así como coinciden en la selección de cantantes, ambos guardaron un largo silencio luego de sus álbumes más ambiciosos (L’absente y el 69 Lovesongs de The Magnetic Fields, de 2001 y 1999 respectivamente), interrumpido sólo por proyectos alternos y la composición de scores, para volver con discos más equilibrados. La única irregularidad en estas vidas paralelas: Tiersen debe su actual celebridad a uno de esos scores, el de Amélie.

En Les retrouvailles lucen “Loin des villes”, “La veillée” y “Le matin”, folklore, vals y clasicismo, en ese orden. En lugar de la tensión dramática al estilo de “Rue des cascades” o “La rupture”, encontrarán dulzura en la frágil voz de Jane Birkin para “Plus d’Hiver”, y hay misterio por cuenta de Stuart Staples en “A Secret Place”, mientras que “Le jour de l’overture” es un trío del autor con Dominique A y Cristophe Miossec.

Hay algo de pulsión rock, acompañada de cuerdas y piano, en “La boulange”, y quien busque de nuevo el efecto Amélie se verá recompensado con “Les retrouvailles” y “La jetée”. Como se veía venir desde que se anunció su participación, las joyas de Les retrouvailles están en la voz de Liz Fraser, que aquí suena más cerca del Milk & Kisses (Capitol, 1996) que de todo lo demás de Cocteau Twins. Suyos son el primer sencillo, “Kala”, y “Mary”, una nueva marca en esa carrera de Tiersen en pos de the saddest story ever told.

Yann Tiersen, Les Retrouvailles (Labels/Virgin, 2005).

Apareció en Sonitus Noctis No. 13 (Septiembre 2005)

primeros recuerdos

Uno de los primeros recuerdos de W.B. Yeats tiene lugar en Londres. A través de una ventana ve a un niño de uniforme y pregunta quién es. Un sirviente le informa que es quien va a hacer estallar la ciudad. Aterrado, Yeats cierra los ojos y se queda dormido.

Juego limpio, Bárbara Jacobs.

late summer night's dream

Ayer entró bailando en la biblioteca un chico disfrazado de burro. Era el burro de Shrek, pero burro a fin de cuentas. Hoy escuché a mis espaldas "si llevas alas de hada no pagas cóver y te dan una bebida gratis". Hace unos minutos, cuando todos los estudiantes salieron corriendo a la clase de las 2, alguien en la multitud llevaba un perfume que no olía a una flor en particular, a una especia en particular. Olía a un bosque completo y mareaba sin ser un aroma desagradable o excesivo. No me extrañaría que mañana llegaran Oberón y Titania. Aunque ya pasó la fecha, sigue siendo verano.

septiembre

We say that we’re in love
While secretly wishing for rain
Sipping coke and playing games
September’s here again